28.4.06

Papeleras

Papeleras sí. Papeleras no. ¿Papeleras? ¡Sí! ¿Papeleras? ¡No! Que es una, que son dos, que son tres, que son cuatro, cinco, seis…¡SIETE! Sí, según escuché a un periodista uruguayo las papeleras van a ser siete. Número clave que indica ciclo, período, orden completo. Siete días son los de las semana, siete días tardó Dios para la creación del mundo, siete son los pecados capitales…
¿Me pregunto que dirá Eduardo Galeano sobre las papeleras en la vecina Uruguay?
Aunque no soy amante del poema Martín Fierro hay unos versos que dicen
“Los hermanos sean unidos,
porque ésa es la ley primera;
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.”

Los uruguayos dicen que los argentinos impiden su desarrollo, los argentinos que las papeleras traen la contaminación.
Me gustaría tener a mano Las venas abierta de América Latina de E. Galeano. Revisar la historia que pinta de peleas entre nosotros en función de los de afuera.
Argentina unida a otros países y una guerra servil a intereses extranjeros contra Paraguay.
Paraguay versus Bolivia, una guerra con olor a petróleo. Chile y Bolivia problemas de salida al mar. Perú y Ecuador, Argentina en el medio con venta de armas…
Acuerdos y traiciones, Malvinas de por medio. Chile nos da la espalda. El tratado internacional de defensa americana es papel higiénico en manos de nuestros “amiguitos del norte”.
Y ahora…Ahora que parecía que respirábamos otros aires empezamos con las papeleras.
Me pueden decir que no soy objetiva, es cierto. Soy un sujeto y es imposible que lo sea. Pero me gustaría que revisáramos nuestra historia de soluciones para ahora con hipotecas a largo plazo que nos han dejado en el estado en que estamos.
Es cierto que el hombre contamina siempre, es imposible que deje de contaminar. Creo que por el solo hecho de existir está agrediendo al mundo que lo rodea. Todos los días miro con horror la cantidad de papeles, papelitos, bolsas, bolsitas, envases que tiramos al pedo. ¡SÍ! Al pedo. Cuando reviso las “necesidades” que me dicen que satisfago reflexiono sobre la cantidad de cosas que consumo y estoy segura, segurísima, que el 80% es totalmente prescindible.
Vi un cuadro de Totonio en Bahía, la mitad era la naturaleza libre de contaminación la otra mitad era el avance de la devastación de la selva consecuencia del nuevo orden.
En América Latina nos pasamos aceptando soluciones a corto plazo para “vencer” la pobreza y no hacemos más que agravarla.
Me pregunto que agua vamos a tomar cuando los ríos estén contaminados, que árbol va a ser nuestro pulmón cuando hayamos talado el último, que aire vamos a respirar.
Los argentinos no somos un dechado de virtudes, en el sur las cías mineras están haciendo de las suyas. Las reservas acuíferas se venden al mejor postor. Las tierras la tienen otros… algo así como las vaquitas se convierten en ajenas solo somos dueños de nuestras penas.
Empecé mencionando los pecados capitales y en este entredicho de dos países que podrían comportarse como buenos hermanos no falta ninguno: hay soberbia de nuestros gobernantes por el deseo de alto honor y gloria, falta la humildad y deseo de acordar,
No falta la avaricia pretendiendo acaparar riquezas, falta la generosidad del reconocimiento de errores.
Hay lujuria en el exceso de palabras de dos machos que parecen exhibir un deseo inacabado de ridiculizar al otro, quizás un disfraz fálico de otros deseos insatisfechos, con demostración de gula (exceso nuevamente) frente a la templanza y moderación, se manifiesta la ira por daños o dificultades y no se mira para adelante
¿Envidia? Es probable tenemos toda una historia de disfraces para este tema, que somos mejores, que ustedes son fanfarrones, que son maleducados, que son apocados…
¿Pereza? La suficiente nos falta diligencia, prontitud de ánimo para obrar bien.
Dicen que el hombre es el único ser estúpido que se tropieza dos veces con la misma piedra.
Pensaba en ¿cuántas veces obraron las empresas europeas desinteresadamente en los lugares que invirtieron? ¿Qué pasó en África? ¿Qué pasó en Asia?
Me viene a cuento el libro del Subdesarrollo de Sunkel y Paz. El desarrollo y subdesarrollo son dos caras del mismo proceso. Mientras unos países se enriquecían otros se empobrecían alimentando a los que se desarrollaban. Capitalismo transnacional que le decían…
Ahora que los pozos petroleros se agotan, que el agua es un bien preciado, que la contaminación avanza…
Parecía que podíamos formar un bloque de resistencia ¿y?
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Un poeta escribió:
“Los cuatro puntos cardinales son tres: el norte y el sur”
Alguien se rió y agregó:
No. El Sur… El sur no existe.

Cuando el otro es más que una estadística

Escribo mi bitácora de vida a partir de una frase que leí hace mucho tiempo “toda novela es una realidad cifrada”; sino me equivoco, la frase pertenece a G. García Márquez.
Cuando escribí sobre el 24 de Abril, una de mis hijas y MIB pensaron que se trataba de una experiencia de mi niñez. Realmente ver una fotografía de un chico que es una suma de piel y huesos, ojos tristes que te preguntan ¿qué hice para merecer esto? La experiencia se hace propia. Muchas veces, las personas ven la vida transcurrir a través de una ventana, sentadas cómodamente leen las noticias, ven en la tele las noticicias transformadas en espectáculo. A propósito de esto, un “presentador” de noticias de la CNN dijo en plena guerra del Golfo (la primera invasión) “transmitimos para que usted pueda ver la guerra desde el living de su casa, sentado en un sillón”. A esta altura de mi vida suelo tener mala memoria, pero aquello, sumado a la preocupación de una de mis hijas por la guerra, dejó una huella en mi cerebro difícil de olvidar. Decía, ver la vida a través de una ventana, como cuando las personas empezaron a leer novelas con crímenes y atrocidades como si fuera el mejor de los entretenimientos, nos hace olvidar que el “otro” o los “otros” son mucho más que una imagen, que un número, que una estadística.
Un joven apoyaba cierta discriminación sobre la educación que debían recibir las personas, entonces le pregunté: ¿qué pensarías si no te dejan entrar en la facultad? No te fue bien en un examen, no te dan otra oportunidad. Para colmo de males vos sos hijo de inmigrantes y tus padres no hablan bien el idioma, directamente no te hablan el idioma y en la primaria ya te condenaron a que sigás una escuela técnica. ¿Te gustaría?
Le hablé de su oportunidad, de la ventaja que él tenía sobre otros… Cuando nos resulta difícil sentir al otro como semejante, nos olvidamos de que puede sufir. Supongo que no soy mucho mejor que otras personas, pero cuando escucho, veo las noticias hago una construcción del otro y trato de entenderla desde ese otro, supongo que más allá de las cifras con que se justifican ciertas medidas económicas, financieras, bélicas, etc. etc.

Cuando vi la foto de ese niño piel y huesos, sobreviviente del genocidio armenio, me puse a pensar en qué hubiera sentido yo a esa edad. Si me hubiera ocurrido algo parecido ¿habría sobrevivido? Traté de vivir la experiencia más allá de una simple empatía. Traté de pensar como si yo fuera él y elegí la segunda persona para nararrar para que él que leyera se convirtiera, de alguna manera, en ese niño piel y huesos que esa noche no me dejó dormir, con sus grandes ojos secos de llanto me seguía preguntando ¿qué hice para merecer esto?
Entonces escribo para que otro reciba mi botella al mar sobre un genocidio, que no fue el primero, pero tampoco el último. Leí textos de Bartolomé de las Casas, de Bernal Díaz del Castillo, de Sagun, de Guaman Poma de Ayala… escuché relatos sobre la Conquista del Desierto en mi país, historias de exterminio de los aborígenes de mi tierra, América. Exterminios que no terminan y se regeneran y unen a otras tantas historias. Escribo para que en algún lugar alguien pueda pensar, quizás algo cambie.
En las estadísticas el exterminio de seis millones de judíos es más que el exterminio de un millón y medio de armenios, pero menos que 22 millones (o más) de aborígenes americanos. Tampoco se puede comparar con los treinta mil desaparecidos del Proceso. PERO cada muerte por motivos de raza, religión, política o lo que sea ¿tiene justificación?

El relato mítico dice que fue la primera vez una piedra en el desierto, fue sangre en la arena y sigo sin recordar si soy Caín o Abel.
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¿Habrá posibilidad de reescribir nuestro origen mítico?

26.4.06

24 de Abril

Imaginá. Tenés unos pocos años de edad. No pocos como para no entender. Tenés los suficientes como para recordar concientemente lo que ves. Estás en tu casa jugando con tus hermanos. Tu madre está haciendo la comida. Huele bien esa masa rellena con carne. Sabés que después vas a comer un postre con masa finita y almibarada cubierta con nueces. Sos feliz. No sabés qué día es, eso no te importa. Tu padre va a volver del trabajo, tu hermano mayor tiene que volver del colegio. Tu madre ha dicho que cuando vuelvan todos juntos van a comer. Sos feliz ¿qué más podés pedir a la vida?
De repente entran unos hombres y empujan a tu madre, no entendés. ¿Qué sucede? ¿Qué hizo? ¿Por qué te sacan a empujones de casa? Tu madre logró juntar unas pocas cosas que pone dentro de una tela que rápido ata y carga en sus espaldas. Te empujan, comenzás a caminar por calles del lugar en que has vivido hasta ese día. Te empujan, siguen caminando. Hay hombres que gritan. Tu madre pregunta y un soldado la golpea para que siga caminando. En las calles ves un muerto, luego otros. Son, eran hombres. Tenés miedo. Te preguntás dónde está tu papá, ¿por qué no volvió del trabajo? ¿Y tu hermano? Tu hermano debió volver del colegio. Las casas tienen las puertas destrozadas como si las hubieran roto a golpes, hay objetos desparramados por todas partes, ves fuego y humo. Las casas se están quemando. Te pica la garganta. Te lloran los ojos. No entendés, hace unas horas eras feliz. Seguís caminando, tu madre no llora, le descubrís que tiene una herida en el brazo y otro en la cabeza. Fue el soldado. Le vas a decir y ella te hace un gesto de silencio. Tus hermanos no sueltan la mano de tu madre. Siguen caminando, los soldados los empujan para que se apuren. No ha pasado mucho tiempo. Quizás no te das cuenta de cuánto. Seguís sin entender o no querés entender que no vas a ver más a tu padre ni a tu hermano. Tu madre dice: “turcos” y algo más. Abandonan tu ciudad, es de noche. Hace frío, el desierto los recibe. Alguien dice que se trata de reubicación. No entendés nada. Muchos años después alguien dice que fue un 24 de Abril de 1915 y que se trató de una matanza. Murieron más de un millón y medio de personas a partir de ese instante. Sos apenas un sobreviviente.
Cuando grande comenzás a reclamar para que reconozcan el genocidio. La negación es permanente. Las potencias “democráticas”, mezcladas en intereses mezquinos, son cómplices de la política negacionista turca. Has aprendido demasiado, has muerto mil veces reclamando justicia. Crees que no se trata de una construcción en abstracto sino que hay suficiente documentación para que se reconozca el genocidio armenio.
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Cuando tenía unos cinco o seis años, mi abuelo y yo comíamos lo que una señora de apellido Sakian le enviaba. La comida se parecía mucho a la griega. Mi abuelo sostenía que entre ellos había amistad más allá de la comida.
Vivo a unas pocas cuadras de la Iglesia Armenia, en el colegio donde trabajo vino un profesor de historia –hace un año- y nos mostró un video que habían hecho sus alumnos sobre el genocidio, tengo alumnos descendientes de armenios, conocidos armenios… y así sin quererlo me llegó su historia. Una serie de fragmentos que se soldaron en una obra de teatro que había visto.
Ayer me pidieron que escribiera algo sobre el genocidio, me puse a leer, a mirar fotografías. Más allá de lo que entregué por el encargo, me puse a pensar en una foto que vi de un niño rescatado de la muerte, del desierto. Me puse a pensar en su historia y la traté de representar en palabras. Me pregunto sobre todas las veces en que el hombre ha repetido esta historia de barbarie. Recuerdo la vez que escuché el origen de la localidad de Quilmes en la provincia de Buenos Aires, recuerdo el impacto cuando visité las ruinas de Quilmes en Tucumán, recuerdo a algunos sobrevivientes de la segunda guerra. Un millón y medio de armenios murieron, dos millones cien mil fueron deportados… y han sido tantos los actos aberrantes, en nuestra vergonzosa historia humana, que como dice Borges: ya no recuerdo si se trata de Abel o Caín; la muerte, siempre la muerte entre semejantes.

25.4.06

Feria del libro

Feria del libro
Viernes por la tarde.
Después de varias horas de dar clase sobre administración, marketing y ayudar al hijo de unos amigos con Sociedad y Estado para el CBC, decidí: A LA OFICINA NO VOY. Llamé y del otro lado, sabiendo de mis estados de ánimo, mis duelos y otras pequeñeces y sin que yo dijera nada especial respondieron “no vengas, anda a pasear, ¿por qué no vas a la feria del libro? Te regalo la entrada”.
Fui a la feria del libro, en el horario en que estuve; no pesqué nada interesante para escuchar o ver, salvo los libros. Tantos libros me producen vértigo. Me pierdo en las calles y el color de los sectores. Menos mal que había poca gente en ese momento, sino me habría pasado lo de siempre, ganas de irme rapidito. No llevé más que $ 30,- y dejé mi recibo de sueldo bien guardado, para que no me tentaran con los descuentos. Pero como dice la rectora del colegio (donde trabajo) “No te comprás zapatos, pero sí libros”. Es mi vicio. Trato de pasar lejos de las librerías, no sólo compro para mí, me encanta regalarlos. En una de las librerías me dieron la tarjeta de fidelización, así que cada tanto puedo sacar un libro por puntos acumulados (soy una víctima consciente del marketing).
En la feria me siento mal, hay tantos libros… me entra la fiebre compradora, abro los libros, los ojeo, los analizo, saco algún dato importante… y finalmente lo compro, lo peor es que la mayor parte de las veces los presto y cuando los necesito no los encuentro.
Las vendedoras, si son experimentadas saben reconocer a una compradora compulsiva y comienzan con un “¿Sos docente?” O directamente dicen: “los docentes tienen un 30 o un 40 % de descuento”. Como sé que la seducción vendedora llega por ese lado respondo: “No traje comprobante de mi trabajo” y, mientras sigo mirando en los estantes o me siento para leer algo, no se quedan calladas, siguen: ¿En qué colegio estás? Y mientras leo respuesta que va, pregunta que viene, me ofrecen el descuento. ¿Entonces? Confieso: En realidad para evitar gastar no traje dinero. Y con la psicología vendedora más simple me explican: “Si tenés tarjeta de débito, el descuento te lo hacemos lo mismo”. Me rindo y cargo con el libro.
Bueno, compré dos libritos para una sobrina nieta, tres libros de textos sobre comunicación, tipología del discurso y literatura y un libro sobre las mujeres de 60 que me levantó el ánimo. Creo que fue bastante poco. Cansada de caminar, a la espera de un espectáculo, me senté a tomar un té y no podía parar de reírme (las camareras me miraban un poco sorprendidas, habrán pensado “¿Qué bicho le pico?” “Está loca ¡pobre mujer!”) ¿Cómo explicarles que es mejor reírse de sí misma y no dejarles el privilegio a que otros se rían de uno?
La autora (psicóloga especialista en la problemática femenina, la autoestima y otras yerbas), al mejor estilo de Maitena, esbozó, con palabras y algunos dibujitos, las desventuras de las ¿sexigenarias o sexagenarias? Una serie de desopilantes anécdotas, en las que me vi reflejada de antemano (me faltan unos cuatro años para cumplir los 60) me hicieron pensar y repensar en que mi madre, a mi edad, tenía catorce nietos y yo apenas espero el primero. Y ya no tengo la vitalidad y la paciencia que desearía, tampoco pinto para la mal crianza. Es por eso que: por lo menos le voy a regalar unos buenos libros de cuento que le voy a leer antes de que se duerma (quizás antes que él me duerma yo, los niños tienen esa vitalidad increíble por la que no paran en el día y a la noche no se terminan de cansar). Quizás, para ese entonces, mi sobrina Carola haya publicado el cuento que le contaba mi madre, su abuela, sobre la coneja Tiburcia y yo pueda leérselo a mi nieto, para unir cuatro generaciones, digo.

24.4.06

La luna en el charco

a Carola

Me quedé inmóvil frente aquel desierto de palabras. Una sensación, vieja conocida, se adueñó de mí. No sabía explicar porqué me sentía así. Sólo balbuceaba incoherente imágenes fragmentadas o me quedaba sin palabras.
Aún me duele cada milímetro de mi cuerpo, hacía fuera y hacía adentro erizos encajados en el rompecabezas de mi cuerpo no me dejan lugar para el desahogo.
No tengo palabras, apenas gestos.
En los ojos sin luz, la rebeldía muere antes de haber nacido. Miro tratando de levantar mi frente, pesa demasiado sobre mi espalda la derrota de mi historia.
¿Cómo decirle a aquel que a la edad en que el parodiaba a Hamlet yo peleaba mi trabajo con esta misma sensación? Las oportunidades eran diferentes, teníamos quince años de edad, pero nos separaba el tiempo y el espacio. Detrás del mostrador, con mi cara gris hacía anotaciones, sumas y restas, diferencias a favor de otros; a duras penas arrastraba las bolsas de semillas, vendía herramientas, herbicidas y otras niñerías. De aquella época recuerdo mi sorpresa cuando me mandaron: ¡A lavar la toalla del baño y el baño! (“Que no fui contratada para la limpieza” quisiera decir y no digo. Lavo el baño, el piso del local y los vidrios, barro la vereda, sacudo las estanterías. En el cajón del mostrador se acumulaba el dinero, los dueños no venían a buscarlo y decido llevarlo al banco en un arranque de responsabilidad que supera mi edad. Siento que pasaron los años y otra vez pongo la cadena a la rueda para poder abrir la pesada persiana, me subo a un barril y me hundo en un líquido azul que cura y mata).
En el presente no puedo dar más que las semillas que recibí, siento que me asomé sobre las espaldas de los gigantes y supe, supe que siempre fui y sería enana.
En mitad de mi inocencia he querido tomar la luna, me doy cuenta que sólo llego a percibir la luna en el charco.
¿Cómo aullar mi circunstancia en medio de mi ignorancia?
No soy sabia por naturaleza, no puedo ni pude comprarme las palabras ni su estructura, no tuve con qué ni dónde.
¿Cómo puede decirse algo cuando sólo se llega a la piel de lo que está enfrente?
Y me dirán y responderé
-¿Por qué se pura?
-¿Quién la corre?
-¡La vida buen hombre! La vida.
-Para todo hay un tiempo y cuando no se tienen los medios uno posterga ¿sabe? Cuando uno se da cuenta resulta que es tarde. No se puede uno subir a tal lado por los oídos no le dejan, no se puede hacer tal pirueta porque se dobló y no se puede volver a enderezar, no puede leer porque de continuo se olvida lo que leyó y no puede usted escribir, a cierta edad, porque de continuo las ideas se le desgajan.
-¡Qué pesimista es usted!
-No buen hombre. Realista. Realista.
Ya sé, podemos discutir sobre la realidad. ¡Total! Siglos de civilización y los filósofos no se han puesto de acuerdo.
Como si no tuviera bastante con mi ignorancia, algunos agregan: En países más avanzados no se desperdician recursos con gente que no va a terminar una carrera o que no tiene luces. En la primaria se decide quien llega a la universidad y quien no.
Es entonces que el “círculo vicioso de la pobreza” es algo más que una expresión.
Es entonces que supe y sé, que no voy a escribir nunca bien porque me amputaron la experiencia del mundo real y la de los libros.
En mitad de todos estos balbuceos una sonrisa burlona cubre todo, se me atenazan las broncas en los años que perdí sin aprender. ¿Se puede llegar a saber lo que perdí de aprender en 20 años?
-¡No! No me vengan con la “mierda” que tengo dentro y de que me olvido de lo afortunada que puedo ser. No, no me olvido de los afectos ni de mi familia.
Sé que puede ser incomprensible, ni yo puedo comprender esta sensación que me es vieja conocida. ¿Saben lo que es tener dentro un mundo que se aborta antes de haber visto la luz? ¿Saben lo que puede llegar a ser querer desprenderse de esta masa pegajosa de ideas y que cuanto más queremos quitarla más nos tapa?
Están los que dicen que escribir es su salvación, que les procura alegría o dinero y están los que se disfrazan en la modestia. Me pregunto una y mil veces ¿Dónde estoy? ¿Es posible seguir pensando en escribir?
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Sé que ni siquiera puedo salir a mirar la luz fuera de la caverna.
Con el peso de lo posible busco desesperadamente el reflejo de la luna en el charco.

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Ejercicio de taller. Punto de vista: desde un escritor no consagrado. 1989
Carola, tal como te prometí. Los dos textos a partir de los cuales reflexioné y me alejé del taller. Estuve años sin escribir.

20.4.06

La Torre de Babel

El lenguaje es la facultad o capacidad que poseemos los humanos para aprender y usar una o varias lenguas. Esta capacidad, íntimamente ligada con la capacidad de simbolizar, es determinante en la comunicación humana. Según parece nos permite transmitir ideas, sentimientos, deseos, experiencias de todo tipo, disparates “sin pies ni cabeza”, por ejemplo. Con el lenguaje tenemos una re-presentación del mundo, organizamos ese contexto en texto. Entretejido de significaciones en el uso de una lengua, social – mutable – inmutable. Lo de mutable – inmutable ¿es contradicción pura? ¡No qué va! Los entendidos sostienen: nos ponemos de algún modo de acuerdo en un código, durante un tiempo mantenemos la cuestión significante/significado, pero resulta que en el andar las palabras se gastan, se transforman en los dos planos. Así, enervar que tenía como sentido específico “quitar fuerza o ánimo”, la gente usa el vocablo como “poner nervioso”. Y los bárbaros, en singular, dejaron de ser los que utilizaban la fuerza e invadían el Imperio Romano (y por extensión = persona que utiliza la fuerza bruta, más no la inteligencia), decía lo bárbaro pasó, en el castellano de la Argentina, a tener carga semántica positiva, es decir: digo ¡Qué bárbaro! y un hablante del castellano de otro país sudamericano, bien puede no entender que digo. Así lo ejemplificaba un colombiano frente al glaciar Perito Moreno un 11 de septiembre. Había escuchado decir ¡Qué bárbaro! cuando la pantalla de tv mostraba la caída de las torres en N.Y.; volvía a escuchar la expresión frente a la maravilla natural del glaciar y dijo “no entiendo cómo usan bárbaro los argentinos”.
Así, yo creía que la comunicación podía ser un puente que unía islotes donde residían náufragos a raíz de un huracán llamado Vida. Pero a medida que ando dando vueltas me doy cuenta que digo “cebollas” y la gente entiende “tomates”. Me pongo a pensar en el esfuerzo de reacomodar mi idioma a los tiempos. Hoy una colega me dijo “me interesa el tema, cuando voy a lo de mi novio leo el material con que trabaja”. Se calló, nos miró y dijo: ¿Saben? Me cuesta decir “novio”. Mi pregunta fue ¿Por qué? Y la respuesta me ametralló el cerebro, “Porque ¿qué es eso de tener novio a los 44 años? Tengo 44 años.” De ahí me vino una serie de cosas, cuando me preguntan ¿quién te llamó?, y fue Víctor, respondo: “Mi novio”. Me encanta decirlo, más allá de si significa “relación con intención de casarse o recién casado”. Muchas veces me sorprendo cuando me miro al espejo y veo mi cara con incipientes arrugas, me parece que fue ayer que nos casamos y fue hace más de 30 años. Y, realmente, ahora que volvemos a estar solos siento que las cosas no valen nada sin él.
Pero… ¡Bue! ¡Qué le vamos a hacer! Escribo que me llama la atención las visitas desde EEUU al blog y Leandro escribe “cuidado con la CIA”. Entonces la Torre de Babel se dibuja clara en mi mente, para que exista comunión en la comunicación debería existir un código compartido, parece que usamos las mismas palabras, pero no. Las palabras se gastan y “no son las cosas”. Cuando escribí lo de las visitas en EEUU fue porque cuando empecé a escribir en el blog pensé en un número acotado de lectores, a los que me dirigía de esa manera para evitar llenarles la casilla de correo. MIB me aclara lo del servidor estadounidense que resulta más barato… y entonces me pregunto sobre estas botellas lanzadas al mar ¿Tienen sentido?

19.4.06

Felices Pascuas

Tiempo de Pascua
Pascua del latín Pascha, y éste del hebreo pésaj = tránsito.
Fiesta de los hebreos, la más solemne de todas, celebrada a la mitad de la luna de marzo (este año cayó en abril) en conmemoración de libertad de la esclavitud en Egipto.
De acuerdo a la concepción cristiana, durante la Semana Santa se evoca la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es el momento más sobresaliente del calendario litúrgico.
En La rama dorada (Frazer) nos dice del sincretismo de la religión cristiana con ritos paganos de muerte y resurrección en primavera. Como tiempo de renacimiento, tránsito de un estadio a otro.
Sea como fuere, es interesante pensar en un mito o rito en que los hombres celebran, como seres limitados, mortales e imposibilitados de entenderlo todo, el encuentro consigo mismo. Para mí Pascua es el tránsito por el que medito sobre mi condición de ser perteneciente a la humanidad y reflexiono sobre el sentido de ser humano, “tan humana que nada de lo humana me es ajeno”.
Un abrazo grande a los bloggers conocidos y a los que por accidente o a los que vaya a saber porqué visitan este blog (y no conozco).

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Hay algo que me intriga es el número de visitas desde EEUU que no dejan mensajes, pero el contador registra (y que son tantas como las de España que puedo intuir de quien se trata). Pensé que era mi querida Anay, pero no. Ella me llamó para Pascuas y me dijo que como está divorciada de la computadora, ella no es.

Elogio al celular

Hasta hace muy poco era enemiga del celular, me negaba a tenerlo. Mis hijas insistían y yo nada. En realidad, una de ellas era la que más quería que su mami tuviera celular. Debido a cierto interés en “comunicarme” de forma económica acepté el aparatejo cuando ya no lo quería. Uso un determinado número de mensajes, ni por las tapas llega al tope, los minutos que tengo libre por el servicio tampoco lo utilizo. O sea: tengo celular, pero lo uso muy poco.
El sábado mi hermano que estaba en Cipolletti (Río Negro), a 1300 km de Bs. As., se quería comunicar conmigo y pedirme que fuera a cuatro cuadras de mi casa en forma urgente. Yo no estaba en casa, sino en San Justo. A través de mi sobrina que estaba en Mar del Plata (400 km. de Bs. As.) se pusieron en contacto con mi hija Paula que estaba en el Norte (Jujuy o Salta o sea en el otro extremo del país). Ella nos llamó y una hora y media después yo llegué al lugar en que debía estar.

(Que yo haya escrito esto no me hace amiga del celular, simplemente me llevó a pensar en ese famoso pintor que no quería tener teléfono hasta que casi se le muere un hijo =)

15.4.06

Sin pies ni cabeza

- ¿Cantan o recitan? – le preguntó Adán
- Cantamos.
- ¿Qué?
- Disparates. Cosas que no tienen pie ni cabeza.
Leopoldo Marechal

Sentados en ronda, con sus papeles y lápices escucharon la pregunta:
- ¿Cantan?
- No. Contamos.
- ¿Qué cosa?
- Historias, disparates involuntarios de varias clases.

Y fue así que los spots se encendieron sobre un personaje al que no se lo podía calificar de character (por dificultades del idioma). Se dirigió el mentado a un banco y comenzó a decir:
- La pampa no tiene ombú
Y el puchero ni caracú
Miseria espantosa la que nos tocó
Hablando de tocar me tocó a mi contar.
El problema es qué contar, las historias ya están todas contadas y no sé si podré. Además de este problema tengo dificultades, indecisiones con los puntos las comas sin olvidar los dos puntos los suspensivos los guiones las subordinadas las proposiciones incluidas sustantivas adverbiales o adjetivas más la confusión entre la metáfora y la metonimia y que nada tiene que ver con el hipertexto la búsqueda de un nuevo lenguaje cosa nada original si miramos todos los que anduvieron andan y andarán tratando de innovar a las que se agrega la cuestión del hipercultismo que nos censura… ¡¡¡¡Fiuuuu!!!! – terminó por decir en un impecable lenguaje onomatopéyico nuestro personaje- character, con perdón del idioma, pero…¿Qué digo? ¿Quién pide aclaraciones? Esto no es más que acotaciones, meras acotaciones.

- Decía que me tocó contar una historia. Lo primero que debo aclarar es que no cuento con el genio de mi amigo que entiende eso de la metáfora y la metonimia, tampoco cuento con el estilo del amigo de mi amigo y creo que, por eso, a mí me va a pasar lo de la mucama que reescribió la historia.
- Esto está muy aburrido – gritó alguien de la ronda.
- ¿Y este qué se tomó? – interrogó otro
- Que el autor se vaya a dormir- sugirió un tercero
- Continúe, continúe, por favor. Pidió el coordinador.
- Demasiado autoritarismo- insistió el tercero.
- ¿Qué historia? Preguntó el coordinador tratando de poner orden en la reunión.
- Una vez, había un amigo de mi amigo que escribió una historia de un hombre que trataba de escribir una novela, mientras sus pensamientos deambulaban le preguntó a la mucama:
- ¿Leyó La Metamorfosis?
- Sí y no me gusto. La volví a reescribir – contestó la mucama.
- ¿A sí?
- Si Gregorio Sansa se descubrió un día insecto, abrió la ventana y se tiró.
- ¿Así de simple?
- Así de simple. Alguien que se descubre insecto una mañana no puede vivir.
Las luces en la sala se atenuaron y el personaje-character (con perdón de la palabra) se transformó entre la linterna mágica y el telón negro hasta quedar fuera de la luz. Agregó entonces:
- Pero como esta historia no es mía recurriré a mi experiencia personal. Cierto día descubrí que las cosas no marchaban como de costumbre. No había pucheros ni pampas con ombú, el río se quedó lejos y el viento se fue al diablo, amenaza con convertirse en tornado. Frente al caos general, primero escuché ¡Pac! Al mirar mi cuerpo vi que me faltaba el brazo derecho, al segundo día, después del primer ¡Pac! Escuché ¡Plac! Se me perdió el otro brazo, al cuarto desapareció mi tronco y al quinto no me quedaba más que la cabeza.
La voz fue bajando de volumen y subió gradualmente la luz, en le banquillo del mentado había una dentadura que no se sabía si reía o temblaba, la dentadura dijo entonces:
- Esta tampoco es mi historia, pertenece a un escritor argentino…
La confesión quedó interrumpida por una voz en off que señaló:
- Bien podría ser la historia de una escritora estadounidense sobre un esposo sumiso y una mujer autoritaria. El hombre terminó cortando el césped con lo único que le quedaba, una poderosa dentadura.
Los spots se apagaron, la dentadura desapareció, desde un grabador marca “Parrot” se oyó:
“Esto no ha sido más que una imagen holográfica reflejada en espejos enfrentados con metáforas y metonimias usadas como estornudos a pedal.”

Una de las mujeres allí presentes se preguntaba si aquello era un ejercicio de lucidez, una pesadilla surrealista, una ironía cifrada sobre el ejercicio de taller o el miedo a destrucciones lentas.
Un señor de bigotitos afirmó:
- Esto tiene que ver con la historia de la mucama. Sé que el amo juzgó lo escrito por la fámula como una simplificación, ella no entendió que Gregorio era la conciencia dentro de su familia. Tracemos paralelismos
Una mujer regordeta interrumpió:
- Sea como fuere, entre estos movimientos ¿quién puede ponerle pies o cabeza a un engendro?
La mujer sensata abrió el libro de cuentos absurdos y leyó para sí misma: “La existencia de monstruos puede deberse a la quinta causa LA IMAGINACIÓN”.
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Ejercicio de Taller literario - 1989

Estaba haciendo limpieza, tratando de tirar papeles que no sé para qué guardo y encontré una carpeta con papeles tipeados en la Olivetti que perteneció a un escritor que se fue a España. Sé que la máquina era de un escritor, pero nunca supe su nombre. Mi vieja Lettera andaba mal y mi maridito se enteró de alguien que vendía sus pertenencias porque se iba del país y me la regaló. ¡Lástima! no venía con el plus del genio de la buena escritura.

14.4.06

Si les interesa saber de qué se trata

Algo curioso!

Recibí el mail que transcribo a continuación, sino lo han recibido
pueden probar y ver.

Prueben esto! ! y fijense lo que aparece en el texto...

1. Abrir http://www.google.com
2. Escribir: encontrar un trabajo digno
3. No dar Enter, sino pulsar sobre "Voy a tener suerte"
Leer despacito el resultado


Un aplauso para Google!!!

12.4.06

La Grieta

Jac había leído que una novela era una realidad cifrada, pero para ella toda literatura era una realidad cifrada y, quizás, la realidad era una cifra vacía. Para ella la literatura era la posibilidad de soltar la imaginación con un piso de memorias y olvidos, era el cable a tierra que podía sanarla. Los relatos eran selección de acontecimientos que daban la posibilidad de ser “creador”. Ella sostenía, sin embargo, que para ser considerado creador debía partirse de la nada. Sabía que era imposible, que toda escritura estaba contaminada de realidad y que la realidad transcripta estaba mediada por las palabras y que las palabras tenían historicidad, carga semántica social e individual… bla, bla, bla. Pensó: “y todo esto ¿de qué me sirve en esta casa? ¿Podría garabatear algún relato sobre las paredes que la rodeaban?” Sonrió “al techo le hace falta otra mano de pintura”, en realidad a la casa le hacía falta un tratamiento completo de renovación.
Miró la casa poniendo distancia, quería jugar a ser una perfecta extraña que llega por primera vez al lugar. Una grieta profunda estaba en el dormitorio donde murió la madre de la familia, todo estaba descuidado desde las habitaciones, la cocina, el baño y el jardín. El taximetrero había dicho “¡Ah! Usted va a la casa pobrecita”. No pudo seguir, los sentimientos se le enredaron; deseó tapar esa grieta como fuera. Había demasiada literatura sobre casas que se derrumbaban cuando la madre moría. La desaparición de la madre equivalía a la desaparición de la familia y era algo que no podía soportar. “Por lo menos la casa”, “Salvemos la casa” se repetía una y otra vez.
Trató de poner parches, pensaba en las familias, en las tradiciones… y se dio cuenta que todo esfuerzo era inútil.
Dijo “voy a hacer un último intento, sólo uno por devolverle a la casa parte de lo que fue, para que el último morador de la familia viva en condiciones dignas”. Era tal su objetivo que no se dio cuenta que había corrientes subterráneas que deseaban la casa como propia y que ella ya no pertenecía al lugar. Se había quedado sin raíces, sin familia arcaica. Todos le eran realmente extraños. Era una invención de pertenencia ese juego de querer “estar allí aún”.
Acarició la grieta tapada toscamente, no andarían por allí las hormigas. Miró el color amarillo girasol con que pintó las paredes de la cocina. Se veían las paredes limpias haciendo juego con los azulejos, reflejaban luz como hacía muchos años atrás; pensó en su madre, cuando cocinaban juntas para la extensa familia. La última reunión habían sido veintitrés a la mesa en un cumpleaños festejado un día antes. Ella había leído que los cumpleaños nunca se festejaban antes de tiempo, pero aceptó que no tenía razones frente a la mayoría, porque ella era simplemente supersticiosa. Fue el último cumpleaños de su madre. Recuerda algunos comentarios, algunas ironías de ese entonces y el presentimiento de un nuevo adiós forman una nueva masa que se desarma y no admite ser alimento de nadie.
La casa de los abuelos había sido vendida y ya nada quedaba de su anterior fisonomía, cuando la visitaba le parecía recordar algunas cosas, pero era un puzzle al que le faltaban los elementos principales. A sus tías no les había importado el esfuerzo del abuelo, los recuerdos. Lo mismo pasaría con la casa de sus padres.
Miró la pila de barro a un costado y las razones por las que dijeron que derribaron el rancho. No hubo consultas, nadie dijo ¿A vos qué te parece? ¿Esto está bien? Se daba por sentado que ella no reclamaría nada.
Y le dolió que la ignoraran como si no tuviera nada que decir. Después de todo, eso había sido de su padre. Ella sentía que tuvo padre y madre. No había venido de un repollo, agradecía a quienes le habían dado la vida, pudieron negársela o dejarla abandonada o vaya a saber qué, pero no fueron padres abandónicos; aún cuanto tuvieron muchos defectos como los tenía ella, sabía que entre sus padres y ella había un entretejido de distancias, desencuentros y dolores, pero sentía esa casa más allá de lo material aunque nunca hubiera vivido allí, aunque una de sus hermanas renegara sobre todo del padre y le dijera “tu padre, porque mío no fue”. Entonces volvió a tantear la grieta y tenía muchas ganas de explicarles que no era porque había sido construida sobre el sótano del negocio del abuelo que la casa hacía el trabajo de querer caerse. Allí pasaba algo más profundo. Era como si la casa tuviera decisión propia, sentimientos de no ser herencia. “Un observador minucioso hubiera podido descubrir” algo más que una grieta. Una apatía fija, un agotamiento gradual la iba ganando, no estaba el estanque profundo y corrompido situado a sus pies y que se cerraría triste y silencioso sobre las ruinas (como en el cuento de Poe). Fue así que simplemente aceptó el largo adiós de algo que había creído real y ya no era.