29.3.09

Mi percepción sobre una película

(ya sé que tuvo un montón de Oscar, pero...)

Vi la peli Slumdog Millionaire, en español ¿Quién Quiere ser Millonario? Gira alrededor de una historia de amor que se mezcla con un programa de televisión de preguntas y respuestas. El concurso televisivo existió (y quizás sigue existiendo) en diferentes países con similar formato. Mi marido, dijo cuando empezó la película “me recuerda a Ciudad de Dios”. Es cierto, en el comienzo vemos algo así, el retrato de la miseria de los “muchos” (como diría E. Galeano) apiñados en conglomerados humanos que trituran lo humano.

La fábula es al estilo Hollywood, del “hombre que se hace a sí mismo”, el afortunado que logra zafar del horror de la miseria humana, una historia de amor con happy end.

Normalmente, soy clasificada o calificada como alguien que “no piensa como la mayoría”, o me arrojan un: “su punto de vista es diferente a la mayoría” (la calificación más llamativa fue cuando un homosexual (¿?) dijo “no tenés el típico pensamiento femenino” y le pregunté si eso era bueno o malo para él, parece ser que mi “lógica” anda a contramano de la percepción común, pensar también se hace cargo de la cuestión de género). Tal vez sea así. Sigo con lo de la peli, salí del cine pensando que había mucho que me molestaba de la narración, de ese cuento de marginados que tienen escrito un destino diferente, como para no tomar en serio lo que en la vida real acontece.

La actuación de los niños es muy buena (si no estoy mal informada) son chicos que llevaban una vida muy parecida a la del relato (escribí “llevaban” porque después de algunas críticas sobre lo que les habían pagado, alguien les ofreció estudiar en un colegio inglés).

La gente sale reconfortada del cine, el baile del final feliz (no sé si tan feliz, digo por el hermano, pero tal vez para cierta mentalidad está bien porque “era malo” ¡ejem! –ironía de ciertos razonamientos), decía el baile distiende… pero mi memoria me trajo el recuerdo de un relato donde se le quebraban las piernas a un niño pequeño, se hacía lo posible para que quedaran mal unidos sus huesos. Ese niño iba a ser fuente de recursos para su "dueño". Su apariencia física provoca lástima, del mismo modo que el niño cegado de la película. A esto del final se me sumó el recuerdo de Un hombre de suerte con un carnaval donde los personajes se mezclan y nos purificamos del horror experimentado en el "entretenimiento" (el cine no cumple con la función de dar conocimiento). Me pregunté por el efecto extrañamiento brechtiano, la contracara fueron como las escenas del niño embadurnado en excremento para conseguir un autógrafo, el asesinato de la madre (junto a centenares de personas) por cuestiones religiosas -mientras la policía mira para otro lado-, el niño al que enceguecen para que pueda despertar mayor piedad, la tortura por ser sospechoso de fraude en el concurso, el hermano convertido en un adolescente asesino… etc. etc. se diluyen en el montaje de escenas del pasado y el presente. Como si fuera poco, los marginados de las bondades de un sistema de vida querían que Jamal (el concursante) se convirtiera en millonario. Pensé que Jamal representaba a un “otro” que es de los “nuestros” (para los marginados) y puede alcanzar el éxito.
Me quedé con el sabor de la trivialización de la miseria, la transformación de la miseria en un artefacto fílmico que no pueden ver los niños ciegos; que miran sin ver los que tienen “vista”, pero solo se quedan con las apariencias. En suma, supongo que debe ser porque fui adolescente en los ’70, aprendí a ver cine con las pelis de esa época y me sigo preguntando por los atrapados sin salida en las villas de cartón, de hambre, de violencia, de inhumanidad al igual que en Ciudad de Dios.

26.3.09

Plantón


Una mujer preparaba unos apuntes para dar una clase y leyó sobre el proceso de negociación. En un momento se detuvo a pensar en un párrafo que decía algo así como: La comunicación es fundamental en el proceso de negociación. En la comunicación hay que prestar atención tanto al lenguaje verbal como no verbal. Muchas veces lo que se dice con las palabras se contradice con las actitudes. Por ejemplo, citar a una persona y no atenderla, esto equivale a que no se da importancia al tiempo de la otra persona o directamente que no nos importa esa persona. Llamar y acordar postergar la reunión ya es otra cosa…

La lectura fue como una espina de alpataco que perforó sus zapatos. Activó su memoria emotiva. Le llevó a repensar en un par de personas que le habían dejado plantada, más de una vez. Creo que nunca les reprochó tal cuestión, aún cuando percibió que el trato entre ella hacía rato que estaba fisurado. Cuestiones que se pierden en el tiempo y, tal vez, una forma repetida de comportarse para con ella y los demás. En uno de los casos, hay otras personas que comentaron haber recibido trato parecido por parte de una de ellas.

Después de los plantones y de preguntarles lo que les pasó le arrojaban un ramillete de excusas. Daba la casualidad que el celular casi siempre se queda sin batería para contestar, para avisar, para preguntar. La última vez, que la plantaron, la mujer ni siquiera tuvo una explicación o excusa. Si a esto se suma no preguntar por su salud, la mujer se puso a pensar en la forma que debía adoptar en el trato con ellas. Supongo que sí le produce cierto malestar es porque se le enreda el afecto, “lo que pasa es que son de la familia” dijo.

Sí, la familia se hereda, solo el afecto de los amigos son por mérito propio.

24.3.09

La divinización del mercado

En estos tiempos, pareciera ser que todo pasa por el mercado. El trabajo es una mercancía sometida a las leyes de oferta y demanda. No tiene que ver con la dignidad del hombre, ni con el “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, ni con la posibilidad del hombre de una “una colaboración en la obra de Dios”, ni como deber, ni como derecho.
Alimentarse es una necesidad básica, pero mientras, por un lado, algunos tiran comida, un otro en una cena (1 sola persona) gasta lo que a una familia tipo le alcanzaría para la mitad de un mes o un mes…
Y así leyendo Úselo y tírelo- El mundo visto desde una ecología latinoamericana de E. Galeano (1) nos refresca la idea de dos entidades financieras, como el FMI y el BM -que operan en Washitong-, por supuesto no van a estar a favor de los deudores. Así, ambas gobiernan a los países cautivos (los del Tercer Mundo), que por servicios de deuda pagan a sus acreedores externos 250 mil dólares por minuto; y les impone(n) su política económica en función del dinero que concede(n) o promete(n). No hay manera de apagar la sed de esa vasija agujereada: cuando más pagamos, más debemos, y cuanto más debemos, mejor obedecemos. La asfixia financiera obliga al negocio de jugo rápido, que exprime en plan bestia a la naturaleza y a la gente y que el precio de la devastación ofrece divisas inmediatas y ganancias a corto plazo.
Así se veta el desarrollo hacia adentro y se desprecia el mercado interno y a las tradiciones locales (…) y las materias primas –sobre todo los alimentos- siguen el juego de un desarrollo hacia fuera (…)
La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca cubre los desiertos que antes fueron bosques.

En este párrafo me engancho para pensar en la realidad nuestra, en los pequeños y medianos productores frente al reclamo de la disminución de las retenciones versus los grandes productores, inversión golondrina que hoy está aquí y mañana no se sabe dónde.
Y las soluciones rápidas, los reclamos urgentes pierden de vista el legado para los que nos siguen. No somos propietarios de la tierra, solo la tenemos prestada (debiéramos decir, pensar y actuar como tenedores y no como propietarios “que son señores que ejercen dominio sobre lo que los rodea”).
Además, si las vaquitas se enajenan, solo nos quedaran las penas…
Si la soja “chupa” la tierra (+ la venden afuera) y el glifosato CONTAMINA la tierra y el agua, faltara tierra y agua para el trigo, el maíz, la avena, el girasol y las vacas.

¿No dice la ley de oferta y demanda: a menor oferta (si la demanda se mantiene constante) el precio aumenta, a mayor oferta el precio baja?

Si los salarios se mantienen constantes, si el desempleo es un hecho ¿cómo cierra esta ecuación?

(1) Eduardo Hughes Galeano - Uruguayo - escribió entre otros libros Las venas abiertas de América Latina, Memoria del Fuego...

23.3.09

Ocho recursos para sentirme mejor

Entre las cosas que me bajan el ánimo está el ir a ver a los médicos, empezar con una sarta de estudios, escuchar la jerga médica (que no sé si les interesa comunicar algo o mantener la distancia con los bárbaros que no hablan su lengua). En estos momentos barajo un puñado de recursos sencillos. Por si a alguien les sirve, aquí van:

-Sonreír, aunque no tenga ganas. Dicen que con solo hacer el gesto se estimula cierta área del cerebro y ayuda a sentirnos mejor

-Liberarme de las malas experiencias (esto me cuesta, al menos trato de que me dejen respirar en paz, me pregunto
“¿de qué te sirve andar rondando el basurero de la memoria? Sos dura de entendederas”). En lugar de ellas, recuerdo algún lugar hermoso donde estuve, por ejemplo, laguna del Desierto en el sur. No hay como traer a mi memoria la visión del río serpenteando entre montañas, un lago verde a mi derecha y un cerro más un pico altísimo a lo lejos… (Se puede comprobar, queda en El Chaltén) visualizo el glaciar Perito Moreno, las cataratas del Iguazú, el Valle de la Luna y tantos otros lugares hermosos de mi país, sin olvidarme del río, el islote, las bardas y la casa de mis padres en mi pueblo natal.

-Un mimo a un ser querido, un abrazo, un beso… es el contacto que ahuyenta lo malo. No hay como abrazar y darles un beso a mis nietos, a mi marido, a mis hijas… a mis amigos.


-Sentirme afortunada por lo que tengo: familia, amigos, una casa donde vivir, trabajo, comida en mi mesa (aunque ahora la dieta me está molestando, recuerdo las veces que no di importancia a los pequeños gustos que me podía dar, así que: es mejor que disfrute lo que hoy puedo comer.)


-Escucho música


-Leo un libro (¡Epa! esto me quedó bastante abajo en la escala)


-Voy al cine con mi hija Pau.


-Camino por mi barrio (descubro los cambios que se dan día a día, aunque me invada la nostalgia).

22.3.09

Cuando nos tropezamos con una piedra

La primera vez, puede ser un error de cálculo, un problema de visión, ir caminando distraída, pero si te tropezás seguido con la misma piedra ¿no habría que prestar atención sobre la forma de caminar?

Decía en un texto anterior sobre esa gente con la que uno suele toparse y no sabemos cómo decir tal o cual cosa; tal vez, mandarla un poquito a la M…. (Lo siento, no hay pip que me censure aquí, pero me cuesta escribir ciertas palabras de manera completa, debe ser porque escucho tanto decirlas en: radio, tele, en la calle, en charlas con amigos o no tan amigos que, tal vez, me molesta ese verborrágico tirar “malas palabras”.)

Sigo, si una vez alguien nos dice tal o cual cosa y no sabemos qué decir ¿no sería bueno pertrecharse de ciertas defensas o armar un escudito con el cual poner cierto límite? Digo, como para no tropezar con la misma piedra. Es cierto que más de una vez repito lo de “no hablamos una lengua somos hablados por ella” (con lo cual siento que cada quien se manifiesta tal como es y piensa en las palabras qué dice ¿no es así que todo debería correr por cuenta del emisor del mensaje?).

Hace tiempo que no sé cómo delimitar cierto intercambio que me termina por hacer caer en una telaraña de estupideces. Un persona conocida me preguntó ¿Cómo estás? Ilusa de mí, creí que estaba interesada en mi salud, le di detalles del fin de semana en que me internaron, le mostré mis brazos con moretones por las veces que me sacaron sangre, el suero y las etc. A las dos horas de la charla me preguntó si pensé en hacer “x” trabajo para ella. En lugar de poner moño a la situación le contesté “Mirá, esta semana tengo que ir al gastroenterólogo. Hasta que no me den un diagnóstico claro y lo que tengo que hacer. Perdí casi tres kilos de peso en una semana, me siento flojita…”
Terminado el reclamo me hubiera dado unos fuertes tirones de orejas, un coscorrón de insultos por imbécil. Era mi oportunidad de poner fin a trabajar por chauchas y palitos en algo que no me siento cómoda. Bien viene preguntarse ¿quién tiene la culpa, el chancho o el que le da de comer?
Y siguiendo con enredos, me pasé defendiendo a una compañera de trabajo para que le dieran más horas y haciendo hincapié en su capacidad intelectual. Me sentí muy mal cuando pusieron a otra persona en lugar de beneficiarla a ella, tal fue mi empatía que sentí que yo podía ser rechazada de la misma forma. Mi mirada de descontento molestó a mi jefa, el día que me enteré la noticia… Días después se hizo una reunión, mi compañerita dice lo que va a hacer y me salió del alma decirle “Sería bueno que me avises, ese tema lo trato yo con los de tercero”. Mi superior me devolvió la mirada. Un rato después me soltó un “¿Viste? Se corta solita. Vos que siempre la defendés.”

Y sí, a esta altura debo reconocer que el problema es mío. Debería recurrir a una gran tiza y trazar un límite en aceptar lo que me dicen, en lo que doy cuando me piden, en las culpas que siento cuando no doy o sobre lo que digo, etc. etc.

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Sobre las “malas palabras” se puede dialogar o polemizar largo y tendido, me refiero a ciertas palabras que abundan en nuestro lenguaje cotidiano (por lo menos en mi país) y que me resultan “groseras”; además de denotar una falta de imaginación para decir, la misma falta que tengo yo en otras tantas trivialidades.

17.3.09

Hernia hiatal:


Hace un par de años que la acidez estomacal me tiene loca. Mucho antes de eso comencé por dejar de fumar, de tomar vino blanco, de comer pizza con cerveza y otras cosillas. Sentía que el queso caliente me caía mal, que el tan apreciado jugo de naranjas aumentaba mi malestar estomacal, que el tomate, que los pepinitos en vinagre, que los condimentos picantotes, que acostarme ni bien había terminado de comer… Recuerdo que en diciembre del 2007 fui a Miramar, uno de esos días fuimos a almorzar a un restaurante en el que hacen comidas “polentozas” –mucha crema, condimentos, fritangas y todas esas cosas ricas que uno debe pensar dos veces antes de comerlas- Hice el desarreglo correspondiente y, pocas horas después, creí que me moría. Me faltaba el aire, me dolía el pecho, tenía deseos de vomitar. Fui a ver una médica y me aconsejó dieta, no le dio mayor importancia.

Creo que generalmente trato de comer sano, pero después del susto me dediqué a comer “sanito” con algunos permisos de tanto en tanto. En las últimas vacaciones me pasé de la raya y la acidez comenzó a ser mi compañera fiel, adherida a mis días y mis noches empezó a crecer hasta provocarme dolor. El viernes pasado me asusté un poco, el dolor era en el pecho. Fui al centro médico de la prepaga y le conté a una doctora lo que me estaba pasando. Ilusa esperaba una receta mágica que aliviara mis ñañas. Pero de mi relato surgió que aparentemente había tenido una pérdida de sangre en la parte superior de mi sistema digestivo. ¡Sí! le conté a la médica que había tenido “deposiciones negras” (Puaj! esto se está pateando pa’l lado escatológico. Lo cuento, por si alguien no lo sabe y tal vez le sirva, no sea cobarde y diga todo lo que tiene que decir.)

La médica me escuchó atentamente y me dijo que me tenía que hacer un par de estudios, porque podía ser que tuviera un úlcera sangrando, que no me podía ir, que me tenían que internar. A esta altura se me llenaron los ojos de lágrimas de bronca ¡¿cómo que no me puedo ir?! Le contesté. “No, porque si usted se va a su casa y tiene una hemorragia…” Ahí, no más, me arrepentí de haberle dado tantos detalles sobre lo que me acontecía, pero sé que ese arrepentimiento no es propio de una persona cuerda y medianamente racional, así que a duras penas me quedé esperando hasta que me trasladaran a un clínica.

¿Resultado? Me internaron con la promesa de hacerme una endoscopia ese mismo viernes. Porque la cuestión es que te internan un fin de semana y no hay especialista que te atienda y te dejan hasta el lunes esperando. En la clínica no me querían hacer la endoscopia; yo que tenía la presión baja, hasta ese momento, me empezó a subir y el malhumor también. Como para no aguantarme a las 10 de la noche me llevaron a quirófano para el estudio que terminó con el diagnóstico: HERNIA HIATAL + otras menudencias.

Algunas estadísticas dicen que cinco de cada mil personas la padece, otros aseguran que el 20% de la población tiene hernia hiatal y el “clarinete” (me refiero al diario que circula por aquí) exagera dando un 40% de personas con este chiche de estómago que se desplaza (en mi familia parece que estamos todos los casos juntos ya que somos 3 de 6).

Hace un tiempo, quería bajar de peso, bueno, bueno... lo estoy consiguiendo. Es el beneficio colateral de esta situación, puedo ponerme faldas de cuando era joven, que no me aprieten el estómago.

¡En fin! Escribo mientras espero que pase el tiempo suficiente para ir a la cama, es una de las indicaciones para soportar mejor la nochecita. La dieta aburrida y el medicamento no logran aliviar este ardorete que llega hasta mi boca y cuando estoy muy quejosa me acuerdo de dos personas de mi familia que la están pasando mal con la quimio y me pregunto ¿de qué me quejo? Ya pasaron como dos horas, mañana me debo levantar temprano.

¡Que tengan felices sueños! (los que pueden).

16.3.09

Hay gente que…

Debilucha, un poco atontada por el 2º fin de semana con problemitas de salud y de relaciones complejas con mis semejantes, me encontraba esperando el comienzo de una nueva hora de clase. Un par de alumnas, muy felices me acercaron un libro con un “que usted no leyó” (creo que había cierto orgullo en que una de ellas sí y yo no). Scott Adams, es el autor del libro en cuestión.
Adams comienza diciendo: “En estos tiempos que corren parece que cualquier imbécil con una computadora portátil es capaz de parir un libro y hacerse de oro. Y esto es lo que yo espero hacer. Sería una auténtica decepción que esta moda cambiara antes de que mi obra maestra llegue a la imprenta.” (No sé si me gusta que sea tan directo, pero sería bueno que yo adquiriera parte de esta destreza en mi competencia comunicacional.)

Más adelante agrega: “Todo el mundo es imbécil, no sólo la gente que no aprueba los exámenes finales de secundaria. Lo único que nos diferencia es que somos imbéciles con respecto a diferentes cosas, en momentos distingos. Por muy inteligente que uno sea, se pasa la mayor parte del día siendo imbécil.”
Bien, me incluyo en esta descripción. Debo reconocer que soy una perfecta imbécil (alelada o escasa de razón) en el trato con ciertas personas, por temor a ofenderlas guardo un silencio revelador de mi falta de inteligencia.

Supongamos que alguien es agresivo y en una charla te larga un insulto (directo o encubiero) y por no devolverlo te comés hasta las lágrimas ¿es estúpido eso? Bueno, en el 99,9 % de los casos me comporto así. Difícilmente me sale una ironía, una frase como latigazo o una tranquilizadora para aliviar las penas que mueven a mi agresor. Convengamos, los agresores gratuitos se presentan tal cual son en palabras que revelan que algo no les funciona; están tan mal que si no vomitan lo que sienten, se indigestan.
Están otras personas a las que, por ejemplo, les decís “no puedo ir porque en este momento me estoy sintiendo muy mal.” (Es más, te están viendo, con tu cara pálida, cierto sudor y temblor.) La respuesta es una serie de lamentaciones por el lugar vacante que dejaste, por la reserva que pagó o las etc. Como realmente te estás sintiendo mal (como a mí me pasó) sentís que esa persona no valora ni tu palabra ni cómo estás. No decís nada y, días después (cuando estás un poquitín mejor como para razonar), confirmás tu imbecilidad en el uso de las palabras. ¿Por qué? Simplemente porque lo allí acontecido no es una novedad, es la confirmación de muchos diálogos anteriores, de la falta de competencia para aceptar mandar al “otro/a” al cuerno.
Y después de tantos rodeos te llega un mensaje por el celular y contestás dando ánimo a otra persona, con la cual tuviste un encontronazo, pero a la que te une un lazo familiar y surge un intercambio en que al final te agradece que estés del otro lado dándole ánimo… Titubeas y ya no sabés si sos tan imbécil, si sos inteligente, si sos mala o buena persona…
Simplemente asumís que sos parte de esos debiluchos que andan por el mundo tratando de no agredir demasiado a sus congéneres.

12.3.09

Gomorra

Ayer fui a ver Gomorra, película italiana, que por momentos me producía una pelea interna entre quedarme sentada y seguirla mirando o hacer lo contrario. Me ponía nerviosa, mi cabezota estaba a punto de colapsar. Una buena cantidad de imágenes de mi país, de las afueras de mi Buenos Aires querido, era la productora de un amasijo de sensaciones. Me imaginaba los talleres clandestinos donde trabajan los bolivianos, la presencia de los narcos de diferentes países, la mafia china… Esta ciudad también puede ser Gomorra.

Hoy fui a la librería, quedaba a media cuadra de donde me dejó mi jefa con su auto. Buenísimo, fuimos charlando, viajé en auto, no pagué el colectivo (con las monedas que cuestan conseguir). Luego fui a otra Librería. Gasté el cupón que me regalaron para adquirir libros. Desde hoy tengo 5 libros más, debo admitirlo: una de mis adicciones puede ser los libros (1º, están mis nietos), vi el libro Gomorra... (ya era como un poco mucho) no lo compré, leí la contratapa. Es la misma que está en Internet. Al pie doy una dirección de youtube donde se ve un reportaje del autor del libro, está traducida. Sumo algunos titulares de ayer y hoy de diarios fuera de mi país.
Cartón lleno para lo que sentía. Voy a dejar de leer en Internet, tanta información me pone mal. No sé de qué me sirve leer tanto el diario de esta forma. Soy mala onda pa' leer.



http://www.youtube.com/watch?v=KA09wZVwYTc

noticia:
Ricardo Toro: ´La Camorra utiliza a transportistas gallegos para ...
9 Mar 2009 ... Además, según este experto, transportistas de la comarca arosana podrían empezar a transportar la cocaína que exportan los clanes mexicanos, ...


Nosotros ya tenemos a los mexicanos y a los colombianos. ¿Nos faltará la camorra? sobre todo que hoy mataron a otro narcotraficante y he aquí ¿la casualidad? Lo dejaron tirado cerca de donde mataron a los otros dos en Lomas del Mirador.

Y esta otra:
10/2/2009 10:47 h COCAÍNA Y HACHÍS DESDE SURAMÉRICA
Detenidos en Italia 35 miembros de la Camorra que traficaban con droga desde España
EFE
ROMA
Las fuerzas de seguridad italianas han detenido a 35 miembros de la Camorra acusados de tráfico de cocaína y hachís, que llevaban a Italia desde España, según han informado los medios italianos.


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Gomorra película
Es un viaje al imperio económico y al sueño de dominio de la Camorra…

El fin... dónde está????????

El fin de algo puede ser igual a finalidad y finalidad igual a ¿por qué se hace algo?

En otros casos es el término, remate o consumación de algo, el límite, el objeto (¿herramienta?) con que se ejecuta algo.

Fin, seguido de fiesta, es el final metafórico “a toda orquesta”, notable (que no viene al caso) de una conversación, asunto o qué se yo.

Tal vez, fin sea una obra corta con la que se termina un espectáculo, aunque no sea teatral, puesto que espectáculo es cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles (o con menos lustre, o preclaro...).

La palabreja en cuestión puede estar en compañía de semana, es cuando uno puede sentir el placer del descanso, si tiene semana calendaria, para otros es un garrón porque tiene que ir a trabajar justo cuando todos están de parranda.

Y si se trata del fin último, como redundante la expresión, pues detrás de lo último no hay otro y el fin es como que no hay nada más. Pero juntas las dos palabrejas son = a intención de lo que se quiere conseguir…

Y con esto de jugar con los posibles significados y combinaciones de fin, escribí, hace un tiempo en el blog, y puse al final del texto la palabra FIN. Supongo que inconscientemente tenía todo mezclado. Recuerdo en estos momentos estar parada mirando la Bahía Lapataia y me preguntaba sobre el final de una ruta, hundiéndose en el mar, ya que blog puede ser el relato de un viaje hundiéndose en el mar cibernético.

Y está aquello de que el que escribe existe porque hay alguien que lee, ya escribí sobre eso del fin de la existencia de un escribiente, pero…me pregunto por los que leen y sé que hay alguno que lee en España, Venezuela, Suiza, México, Colombia, Chile, en mi Choele, en Río Negro… eso dice el contador cuando lo miro. ¿Cuál es su fin al leer? No lo sé, no dejan comentario.

¿Cuál es el fin de escribir todo esto? No lo sé, un juego de palabras, de panebras, de conebras, de conejas, conejitos y conejotes saliendo de alguna galera. Un delirante relato para decir ¿Quién está allí? ¿Hay alguien allí? (Allí ¿qué es allí? ¿Dónde?)