24.3.09

La divinización del mercado

En estos tiempos, pareciera ser que todo pasa por el mercado. El trabajo es una mercancía sometida a las leyes de oferta y demanda. No tiene que ver con la dignidad del hombre, ni con el “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, ni con la posibilidad del hombre de una “una colaboración en la obra de Dios”, ni como deber, ni como derecho.
Alimentarse es una necesidad básica, pero mientras, por un lado, algunos tiran comida, un otro en una cena (1 sola persona) gasta lo que a una familia tipo le alcanzaría para la mitad de un mes o un mes…
Y así leyendo Úselo y tírelo- El mundo visto desde una ecología latinoamericana de E. Galeano (1) nos refresca la idea de dos entidades financieras, como el FMI y el BM -que operan en Washitong-, por supuesto no van a estar a favor de los deudores. Así, ambas gobiernan a los países cautivos (los del Tercer Mundo), que por servicios de deuda pagan a sus acreedores externos 250 mil dólares por minuto; y les impone(n) su política económica en función del dinero que concede(n) o promete(n). No hay manera de apagar la sed de esa vasija agujereada: cuando más pagamos, más debemos, y cuanto más debemos, mejor obedecemos. La asfixia financiera obliga al negocio de jugo rápido, que exprime en plan bestia a la naturaleza y a la gente y que el precio de la devastación ofrece divisas inmediatas y ganancias a corto plazo.
Así se veta el desarrollo hacia adentro y se desprecia el mercado interno y a las tradiciones locales (…) y las materias primas –sobre todo los alimentos- siguen el juego de un desarrollo hacia fuera (…)
La divinización del mercado, que compra cada vez menos y paga cada vez peor, permite atiborrar de mágicas chucherías a las ciudades del sur del mundo, drogadas por la religión del consumo, mientras los campos se agotan, se pudren las aguas que los alimentan y una costra seca cubre los desiertos que antes fueron bosques.

En este párrafo me engancho para pensar en la realidad nuestra, en los pequeños y medianos productores frente al reclamo de la disminución de las retenciones versus los grandes productores, inversión golondrina que hoy está aquí y mañana no se sabe dónde.
Y las soluciones rápidas, los reclamos urgentes pierden de vista el legado para los que nos siguen. No somos propietarios de la tierra, solo la tenemos prestada (debiéramos decir, pensar y actuar como tenedores y no como propietarios “que son señores que ejercen dominio sobre lo que los rodea”).
Además, si las vaquitas se enajenan, solo nos quedaran las penas…
Si la soja “chupa” la tierra (+ la venden afuera) y el glifosato CONTAMINA la tierra y el agua, faltara tierra y agua para el trigo, el maíz, la avena, el girasol y las vacas.

¿No dice la ley de oferta y demanda: a menor oferta (si la demanda se mantiene constante) el precio aumenta, a mayor oferta el precio baja?

Si los salarios se mantienen constantes, si el desempleo es un hecho ¿cómo cierra esta ecuación?

(1) Eduardo Hughes Galeano - Uruguayo - escribió entre otros libros Las venas abiertas de América Latina, Memoria del Fuego...