26.2.09

Entre el arte de amargarse y arruinarse la vida

Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende, no basta con tener un par de contratiempos como experiencia personal.

Así, nos dice Paul Watzlawick en su libro El arte de amargarse la vida.
Hace un tiempo me habían recomendado leer otro libro de Watzlawick, sobre pragmática de la comunicación. Este verano me tropecé con El arte… en mi biblioteca. El libro no es mío, lo dejó una de mis hijas, tampoco es de ella y, ya que se trataba de un autor “recomendado”, me lo llevé para leer en la semanita de vacaciones.

El estilo es “irónico” da recetas para quienes quieren amargarse y, también, para amargar a los demás como daño colateral.
Dice, entre otras cosas, algo así como que: quienes quieren amargarse ven su mundo en peligro de anegarse en una inundación de recetas para ser feliz, no se puede esperar más tiempo a que le echemos un cable de salvación. No se puede permanecer más tiempo frente a la competencia de estos mecanismos y procesos bajo el dominio de la psiquiatría y psicología.

Creo que por experiencia personal, o por algunos profesionales en amargarse la vida –con los que suele uno toparse-, podemos ver la cantidad de veces que se preocupan o nos preocupamos, nos damos manija hasta sofocarnos por algo que puede o no ocurrir. ¿Por qué no esperar tranqui? Digo. Si total, con amargarnos de antemano no solucionamos nada. Si amargándonos, no remediamos ni un pizca de la cuestión ¿para qué flagelarnos?

Me pregunto: ¿cómo pudo sobrevivir la gente que estuvo en un campo de concentración o en la guerra?, ¿cómo pudieron volver a sonreír?, ¿a tener hijos y seguir para adelante? Digo, como para citar algunos ejemplos con motivos reales.
Las personas somos así, hay veces que el dolor puede atravesarnos, hasta inmovilizarnos, pero ¿solucionamos algo? A veces, no se necesitan grandes males, hay quienes los fabrican (espero no caer dentro de ese grupo).

Otro libro que leí: Perder, de Raquel Robles. A la protagonista de la novela no le faltaba nada para sentirse mal, tardó, pero al final… (mejor no cuento el final).
Y a esta altura… hoy fui a ver El luchador (con Mickey Rourke que da vida a
Randy) cartón lleno para completar la serie de las vacaciones y este tema. El personaje, un hombre que deja todo de lado por hacer lucha libre, aún cuando el tiempo pasa, consume lo que lo consume, envejece y se queda solo… Un poco la vida de Mickey, ese, que parecía “pintón” o chico sexy en Nueve semanas y media (2ª mitad de los ’80)
Sí, hay quienes son especialistas en amargarse y arruinarse la vida.

16.2.09

VACA – CIONES


Ocho días es poco, poquísimo, diría yo, pero ¡PIOR ES NADA!

De vuelta a la ciudad, al ruido, a si hago esto o aquello… Que los horarios, que si me pagan lo atrasado o no, que si la suplencia se terminó, que si llamo o no, que si les digo: “hasta aquí llegó mi amor, mi paciencia...” ¡En fin!

Como para empezar a ponerme en la rutina subimos al ómnibus que nos traía de regreso y un par de niñas se sentó en la primera fila del piso de arriba, sin ponerse los cinturones y, como si fuera poco, paradas mirando hacia atrás. No pude con mi genio y les dije que era peligroso, que si el micro frenaba se iban a ir contra el parabrisa. Vino la mamá y les dijo algo por lo bajo, supongo que era “no le hagan caso” y dijo en voz alta “este lugar está buenísimo, hasta me voy a quedar yo” (por supuesto, que esos asientos no eran los que les habían adjudicado). Las niñas se pasaban de una fila a otra por arriba, corrían de adelante hacia atrás y a la inversa, soplaban un “pito” que tenían en el borde de la boca, una frenada y se lo tragaba. A estas alturas no di recomendaciones, recordé que en otra línea de transporte pasaban un video y el asistente de viaje pasaba revisando que todo estuviera en orden. ¿Los choferes? ¡Bien! Gracias que manejaban entre 95 y 100 km por hora, cuando la máxima velocidad permitida es 90 (¿por qué puedo precisar la velocidad del transporte? Porque a mi maridito le regalaron un GPS y lo podía usar tranquilo por 1ª vez). En un momento una de las niñas se cayó del asiento y se lo comunicó a la mamá diciendo que no había llorado y se había largado a reír, la mamá le festejó con un “Así me gusta. Diviértanse”.

Las niñas se ponían pesadas, yo deseaba que subieran los verdaderos ocupantes, bueno, 60 kms después, así fue. Pero en el manejo de los espacios, en el comportamiento de esas preadolescentes y la intervención de los padres se me pegoteó un sabor amargo.

Cuando subió la pareja a la que correspondían los primeros asientos, las niñas se hicieron las distraídas, salieron porque les dijeron “A ver si se sientan en sus lugares, estos son nuestros”, pero ellas se sentaron en la 2ª fila, justo delante de la nuestra (tampoco eran sus asientos).

Comencé a arrepentirme de haber optado por el último horario del transporte, quisimos aprovechar el domingo hasta última hora y pretendíamos dormir en el micro. Quería hacer con las niñas un amasijo. Subió una nueva pareja y miraban de aquí para allá buscando sus asientos, hasta que les preguntaron “Ustedes ¿con quién están? ¿Sus padres? Y las niñas como si nada, esperando que las dejaran allí, hasta que le preguntaron por sus pasajes y la madre hizo una seña para que se fueran al fondo.

Terminado el episodio de las niñas el ronquido de un pasajero era como un par de sierras cortando troncos en una selva…

Así, de un cachetazo, se terminaron ocho días hermosos de sol y playa.

¿Y lo de Vaca – ciones? ¡Ah! Eso es porque comí más de la cuenta, eso que no fui a la chocolatería ni a comer en restaurante.

2.2.09

Momentos felices

Maru y Ariel - civil 29/01/09 Hace tres años se pusieron de novios. Decidieron formalizar...

Nico y Emma en las escaleras del Registro Civil (esperaban que el juez se decidiera cumplir con el horario y casara a "Tití")