31.7.06

Estoy jugado

Estoy jugado… está jugado… estamos jugados.

“Quien no toma conciencia del resentimiento que origina el abandono, no lo podrá entender”(…) “luego viene el sentimiento de culpa”(…) “el miedo”.
Estas son frases de un especialista en comportamientos humanos que unidas a un programa de National Geography y a un asalto con rehenes me acercó, una vez más, a la bendita estupidez humana.
El especialista hablaba sobre 400.000 niños en estado de abandono en la Argentina. Falta de lo material y, fundamentalmente, de atención y contención afectiva que conformarán la estructura de su comportamiento. Decía que a quien no le enseñan a cuidarse, quien no vio como valor el cuidado de sí mismo no va a poder cuidarse y, por supuesto, si no tiene cuidado de sí ¿puede cuidar a otro?
Hay películas como Ciudad de Dios (film brasileño) que muestra con crudeza cómo viven los expulsados de “cierta sociedad” que es una máquina de ofrecer bienes, de mostrarlos como apetecibles y que luego no los reparte de igual modo. (Esto está planteado en Consumidores y ciudadanos de García Canclini - CONSUMIDORES DEL SIGLO XXI, CIUDADANOS DEL SIGLO XVIII.)

Decía quien no sabe cuidarse… En Bs. As. tuvimos uno de los tantos asaltos con rehén. El asaltante, un joven en libertad condicional, dijo: “estoy jugado”. Sin embargo, liberó a la rehén y se entregó. Le comenté a mi esposo: “todavía tiene rasgos del humanismo en que la vida vale algo, no mató ni se mató.”
El programa de N. G. mostraba un delincuente en un tiroteo en una ciudad de Brasil, muere una joven, la policía lo atrapa y lo asfixia. La voz en off comentaba “¿Cuántos S. tenían que haber para que se reflexionara sobre la cuestión?” “La policía tiene a cargo el trabajo sucio de una sociedad que se niega a ver que es ella misma la que engendra a los S”. Un escalofrío me corrió por la espalda, la policía no solo tiene el trabajo sucio de actuar como glóbulos blancos que atacan la infección, en mi país la policía misma está contaminada de lo que “combate”, y no creo que sea el único país del mundo que tiene un aparato de represión contaminado de lo que llamamos “enfermedad”.
El año pasado fui a escuchar un par de charlas dadas por especialistas en niñez, se hablaba de “El niño y los consumos”. Un disertante habló del trabajo infantil, de los niños que son proveedores de lo material para sus padres, que para ello fue engendrada la prole.
Distintas experiencias se me mezclaron y vi a los chicos en el subte, en la calle, en parques pidiendo, vendiendo objetos y a sí mismos. Recuerdo algunas charlas, algún “te ofrezco un sándwich, algo de comer si tenés hambre, pero no plata,” un “está conmigo” y una cara de fulminar al mozo cuando me aconseja que le compre lo más barato y esa nena que no comía todo lo que tenía en la mesa hasta que se animó y me dijo “¿le puedo llevar esto a mi hermano?”. Salió corriendo con parte de la pizza y volvió con cara feliz a la mesa, mientras su hermano quedaba fuera por el derecho de admisión al local. Y no hice más que esas gotas estúpidas de solidaridad frente a un mar de violencia rastrera, de niños que vagan por la calle porque no saben de otra cosa, porque los padres tampoco saben de otra cosa…
Y me viene a cuento Utopía de Tomás Moro, el análisis del porqué del robo a comienzo del siglo XVI, del “humanismo no es más que un invento de 200 años” escrito por Foucault… mientras el comienzo de Vigilar y Castigar se me hace carne y me digo: no avanzamos nada, el 2000 nos encontró dominados, con un mundo que se muere de hambre, con enfermedades que no sabemos si las creo el hombre o son la proliferación de nuestra propia miseria…” Quizás el error esté en creer que ser humano es lo bueno y lo humano es una extraña enfermedad que se esparce sobre el planeta eliminando lo humano.
Estoy jugado… está jugado… estamos jugados… y tampoco lucho contra ello.

25.7.06

Charles Baudelaire

Un gran poeta

El Albatros
A menudo, para divertirse, los marineros
cazan albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, indolentes compañeros de viaje,
al navío que se desliza por los amargos abismos.

Apenas los han colocado en las tablas,
estos reyes del cielo, torpes y vergonzosos,
abaten lastimosamente sus grandes alas blancas
como remos arrastrados a su vera.

¡Qué torpe y débil es este alado viajero!
¡Ha poco tan bello y ahora es cómico y feo!
Uno excita su pico con una pipa corta,
otro imita, cojeando, al doliente que volaba.

El poeta es parecido al príncipe de las nubes
que frecuenta la tormenta y se ríe del arquero;
exilado en el suelo en medio de los gritos,
sus alas de gigante le impiden caminar.


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L’ALBATROS

Souvent, pour s’muser, les hommes d’quipage
Prennent des albatross, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage
Le naviere glissant su les gouffres amers

A peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes planches
Comme des avirons trainer à côte d’eux.

Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid!
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait!

Le Poëte est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l’archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.

(Si hay errores u horrores en la versión en francés, lo siento)
_______

Charles Baudelaire, el patriarca de los poetas malditos, nació en París en 1824. Perdió su papá a los seis años, situación que le provocó un padrastro y quizás esa relación fue la que lo impulsó a la escritura. A los 23 años escribió Las flores del mal, su obra maestra. Si bien escribió hasta su muerte, a los 46 años, dicen que el resto de su obra no engrandece los escritos de su juventud. Las flores del mal fue publicada cuando él tenía 36 años, sufrió por ello juicio y fue obligado a mutilar su obra. Recién 100 años más tarde fue reivindicado como poeta. Como muchos hombres de la época murió de sífilis, enfermedad que no conocían los europeos hasta después de la Conquista de América (es un punto interesante a tener en cuenta en medio de tanta mojigatería que obligó a la censura).
El Albatros no pertenece a Las flores del mal, sino a SPLEEN E IDEAL.
No soy experta en Baudelaire, no sé francés, sin embargo me compré una edición bilingüe y más allá de mi ignorancia no puedo huir de las redes que me tiende ese yo que “comprende sin esfuerzo el lenguaje de las flores y el de las cosas mudas.” Y si LA VOZ, con el engaño de una sirena, también me llamara desde la biblioteca me gustaría que me repita “¡Guarda tus sueños, los prudentes no los tienen tan bellos como los locos!” También yo quisiera “detrás de los decorados de la existencia inmensa, a lo más negro del abismo, y ver distinto los mundos singulares”, de esa claridad estoy sedienta aunque arrastre serpientes que muerden mis zapatos. Quisiera yo tener esa voz que me llame, que "sea mi llaga y mi fatalidad" y hacer visible la desnudez del hombre y de la mujer sin importar si las flores son buenas o malas.
Sin duda, lo mejor que podemos hacer es leerlo con atención; quizás, dejando de lado ese prejuicio que suele anteponerse a la lectura de la poesía.

Hay gente tan necesaria II

Un piano para la PAZ
Un hombre en el desierto de la solidaridad
Una gota de agua tan necesaria
En medio de una guerra
De viejos odios
De muchos "ojos por ojos y dientes por dientes"
Que olvidaron el NO MATARÁS.

Saúl, un judío argentino que vive en Jaifa, Israel, apareció en una foto en los diarios del mundo y aquí también. Está tocando el piano en su casa medio destruida por un misil. Dijo hoy que la foto dio la vuelta el mundo, que cada uno le puso una interpretación. Que lo más cercano era el título que le daba Lalo Mir “un piano para la paz”. En Israel la foto decía que hicieron hincapié en la fortaleza para resistir la guerra. Saúl no avala la respuesta de Israel a la provocación. Él escucha que hay gente que dice que apoya este ataque al Líbano porque les parece justo. Él dice que eso implica que los ataques de 1982 al Líbano no fueron justos. Él quisiera invitar a aquellas personas del Líbano, cuya casa fue destruida, a cantar y a hacer música por la paz.
Hay gente tan necesaria como Saúl en esta vida, lástima que sea tan poca.
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(Nunca escribo católico argentino, ni protestante argentino, ni musulmán argentino… cuando escribo judío argentino lo hago es por la razón tan fuerte de cómo los he escuchado llamarse a sí mismo. Quizás porque no sienten más patria que Israel. Pero eso no es ninguna novedad para los argentinos con tradiciones extranjeras muy arraigadas. Hay quienes se sienten italianos, españoles, alemanes o ingleses, aún cuando pertenezcan a la tercera generación nacida aquí.)
El programa: Animados, radio Mitre.

23.7.06

Hay gente tan necesaria...

(¡ay! ¿gente tan necesaria…?)
En un mundo en que se presagia el desastre continuamente, uno se encuentra con distinto tipo de gente; escucha sus relatos en forma directa o por algún aparatejo, aunque estén a mucha distancia. Hace unos días oía la radio mientras limpiaba y ordenaba mi casa, un poco a las corridas porque tenía que irme a trabajar. El conductor, del programa mañanero, hablaba con un judío “argentino” residente en Israel sobre los motivos del recrudecimiento de la guerra entre árabes y judíos. La invasión al Líbano. En ese momento pongo mis sentidos en la entrevista. El joven dice más o menos lo siguiente “esta gente no merece nada, hay que matarla. Y no así de un tiro. Hay que matarla de a poco, sacándole los dientes a patadas, etc. etc.”
Supongo que si tenía alguna duda sobre el drama, el relato activó mi indignación. “El joven del pueblo elegido” nada tiene de elegido sino una tradición de narraciones por las que se cree mejor qué y no hace más que repetir el espanto de la guerra. Si ese joven hablaba así y el primer ministro de Israel había declarado “que él no era racional y lo iban a conocer”, no me quedaba duda acerca de cuál es el discurso que se maneja, cuál la propaganda para que se conduzcan al mejor estilo Göebbels. Me recordó una frase harto repetida “Si matan a uno de los nuestros caerán …” ¿miles del enemigo? ¿Cuántos? No importa si son niños, si son mujeres, si son de otra nacionalidad… Una guerra como las de las fabelas de Ciudad de Dios, Río o San Pablo en Brasil, o de las tantas que pululan en el mundo más lejano o más cercano de mi propia ciudad de Buenos Aires. Uno muere a manos de otro repitiendo la ley del Talión .

Contracara

Ayer hablaba con una joven (que estudia Diseño en indumentaria) y le pregunté ¿cómo te fue con el trabajo? ¿Lo presentaste? Me dijo que la parte filosófica estaba bien, el soporte teórico lo había aprobado, le faltaba dar cuenta de lo que quería representar en las texturas y diseños de ropa. Nada más ni nada menos que “solidaridad”. Ella dijo que quería llamar la atención sobre el mundo en qué vivimos y la posibilidad de mejorarlo a partir de un granito de arena. Hablamos sobre lo que tenía que hacer y me contó que tenía que ser una imagen positiva. Por su parte quería hacerlo más allá de ese trabajo y se decidió por donar parte de su tiempo a un geriátrico. Dijo “lo comenté en la clase a mis compañeros, un poco para contagiarlos. Por lo pronto, mi hermana me dijo que ella iba a dar clases de inglés gratis. Lo comenté más por el deseo de movilizar…” ¿Y en qué horario lo vas a hacer, Gaby? “A medio día. Uno siempre dice que no tiene tiempo. ¡Mentira! El tiempo te lo hacés.” (Medio día es su horario para el almuerzo)
Cuento que Gabriela tiene una hija preadolescente, trabaja, está en pareja y estudia. Si le pedís algo siempre está bien predispuesta a ayudar.
Con unas cuantas gotas de agua llamadas Gabriela podríamos regar desiertos y no sólo para dar frutos que se vendan en el mercado, como dijo el joven que estaba en Israel.
Gaby forma parte de esa gente tan necesaria. ¿Nos unimos?
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Ojo por ojo, diente por diente. Esta frase consagra la venganza como un procedimiento jurídico, figura en dos de los 282 artículos del código sancionado por Hammurabi (1792-1750 a.C.), fundador del imperio babilónico. También aparece en el Antiguo Testamento al referirse a los actos de violencia de la siguiente forma: “Quien cometiere el delito pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida y golpe por golpe”. En Roma la víctima podía elegir que se le compensara con dinero por el daño recibido. ¿Se imaginan esta historia de nunca terminar porque el victimario considera que tenía derechos para hacer lo que hizo?
El programa de radio es Animados, radio Mitre. El conductor Lalo Mir.

Estimado Anonymous

Tus comentarios llegan a mi dirección de mail aunque no aparezcan editados en los comentarios del blog, no sé el porqué. No hay ningún tipo de traba de mi parte. Sucede que como llegan repetidos empecé a pensar en que intentás enviarlo más de una vez. Esta vez apareció 34 veces, con diferencia de pocos segundos en el envío, el siguiente mensaje:
I find some information here. Posted by Anonymous to Línea Sur at 7/23/2006 04:38:10 AM.
Muchas gracias, por ellos.
Amalia

El Camino no tomado

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
y lamentablemente no podía recorrer ambos
siendo un solo viajero: por largo tiempo me detuve
y contemplé uno de ellos tan lejos como pude
hasta donde se perdía en la maleza.

Entonces tomé el otro, tan justo como honesto,
y teniendo quizás el mejor motivo,
ya que las pasturas estaban más crecidas
y pedía ser recorrido
aunque quienes habían pasado por allí
las habían desgastado casi por igual realmente,
y esa mañana ambos por igual se tendían
sobre hojas que ninguna pisada tornara ennegrecidas.
¡Ah, dejaré el primer camino para otro día!
Y aún sabiendo que un camino conduce a otro,
Dudé si alguna vez debería regresar.

Y estaré diciendo esto con una visión,
En alguna parte, de aquí a épocas por venir;
Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso ha hecho toda la diferencia.
Robert Frost (1926)
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Un poco de poesía nunca está demás en esta línea trazada en el sur de una esfera contaminada del Altazor de Huidobro. “los cuatro puntos cardinales son tres, el norte y el sur”, al que responden las malas lenguas “¡Mentira! El sur no existe”, para esto tercia Serrat con “el sur también existe”. Y hablando de poesía -en mis asociaciones paradigmáticas- (hoy estoy saussuriana) me viene a cuento:
Una de mis hijas me dijo un día que la poesía era "cursi", para algunos poesía equivale a meloso o rimbombante o lleno de flores, pajaritos y con rima –de allí su vecindad con lo cursi. Según María Moliner,”cursi (aplicado a personas, a sus actos o dichos, y cosas) Se dice de lo que, pretendiendo ser elegante, refinado o exquisito, resulta afectado, remilgado o ridículo”. Tal vez finoli. Todo esto hace que un poeta pueda ser considerado como el albatros “torpe con los pies en la tierra y bello, exquisito en el vuelo”, pero si les gusta leer poesía mejor deberían leer lo de El albatros directamente en Baudelaire. Quizás leer poesía sea el camino que no todos puedan transitar, más allá de las flores y los pajaritos, del modernismo rubendariano en poesía, tuve la suerte de leer algunas de sus notas para el diario La Nación de su viaje por Europa. Solo un poeta pudo decirlo de ese modo.

19.7.06

DIA DEL AMIGO

Muchas veces digo que no me gustan los días específicos para algo, pero en ese instante El principito me sale al encuentro; recuerdo lo que dice el zorro “los ritos son necesarios” nos señalan en qué momento “preparar el corazón”, "es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas.”
Mi corazón está siempre preparado, es por esto:
Mis queridos Anay
Hoy tengo una excusa más
para decirles ¡¡¡Feliz Día Amigos!!!
para intercambiar palabras de afecto, llenarnos de buenos augurios y darnos cuenta de lo afortunados que somos.
A veces, todo lo que buscamos en esta vida es:
Una palabra que sea un puente que nos lleve a la comunión de los sentires,
Una palabra de consuelo que nos ayude a soportar el peso de los malos momentos,
Una palabra generosa que nos acerque al país del olvido, de lo que no merece ser recordado,
Una palabra de aliento para llegar a la meta cuando estamos perdiendo la esperanza,
Una palabra risueña para reírnos a carcajadas de los chistes de la vida,
Una palabra que nos festeje ¡qué bueno lo que te está pasando!
Una palabra que nos susurre "estoy, para cuando me necesites"
Una palabra que encienda la ilusión
que nos invite a viajar por otras zonas
que nos haga recorrer toda la magia dicho en lo no dicho
que rompa la soledad
que nos llegue al alma
Amigo/a en estas palabras se enredan en nuestro tiempo compartido y quiero decirles lo mucho que los amo.
Feliz día.
Amalia
______
Anay es amigo en lengua de mi tierra Mapuche (lo lamentable es que no sé nada sobre cómo se construye el plural de esta palabra, quizás deba ser así porque cada uno es singular. Las personas no nacen fraguadas en una impersonal fábrica de lo humano).

14.7.06

Malentendido

Si te hablan con palabras
y te retacean el gesto o la mirada
Si la palabra es masticada
y parece que el diciente no la digiere
Si el silencio es un muro
agujereado en las junturas de su materia.
Y sí,
si tomás conciencia de ello
DUELE
Quizás fue necesario
no llegar al centro del laberinto
y sentir en el latido de lo no dicho
la lucha del sí mismo.
Si cierras las puertas
por lo menos dejá abierta alguna ventana.
Aún cuando quieras a esa persona
(mucho más de lo que ella se imagina)
si aún en lo no dicho sientes
que te invade la tristeza
que fuiste parte de esa arquitectura
de ese entramado de hostilidades
Es imposible que entienda hoy
Deja que libre el combate con su contrafigura
No aclares porque oscurece
Simplemente, sigue fiel a tu idea
Quizás un día pueda entenderlo
y pueda compartir un camino diferente
Quizás pueda decírtelo para que la herida cierre
Quizás sea bueno que pueda hacerlo antes de que partas
Digo,
como para que sea libre de la sombra de lo que calla.

Liter!!!!!!!!!!!

¿Qué dirían ustedes si comentan que quisieran encontrar un libro y alguien se toma el trabajo de conseguirlo?
Bueno, desde hace un tiempo una persona que vive en Barcelona, de quien no tengo más que su seudónimo, le comenté sobre un libro y ya lo compró!!!!!!!!!

No sé cómo se hace para mandar un libro, nunca mandé un libro a otro país. Además, nunca me pasó de tener un deseo y una Maga (que no es la de Rayuela) me lo cumple.

9.7.06

Adolescencia

Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Vicente Aleixandre, 1924-1927


Hace casi 40 años me enredé en esto de trabajar con adolescentes, llevo más de 30 trabajando como docente y, aunque más de una vez lo sentí, en este momento por varios flancos me atacó, seriamente, el deseo de abandonar este terreno.
Con algunas referencias teóricas sobre lo qué es la adolescencia, cierta vez, estando en la sala de profesores (en un colegio del que preferiría no acordarme) tenía en mis manos La conquista de América y la construcción del otro de Todorov. Un grupito de profesores estaban despotricando contra los alumnos, como si se tratara de dos bandos enemigos. Se me ocurrió decir “si la adolescencia es el período en que un individuo se cuestiona su identidad, si la identidad es entendida como proceso relacionado con el yo; el yo se construye en confrontación con los “no yo” ¿Cómo se hace en una sociedad adolescentizada? Europa construyó, según este fulano su identidad a partir de lo otro, los otros. ¿Cómo hace un chico cuando el adulto juega a imitar a un adolescente? Si el adulto viste como adolescente, habla como adolescente, juega a ser “amiguito” y no señala límites (mucho menos los pone porque le resulta trabajoso) ¿Cómo hace un adolescente frente a un adulto que actúa como adolescente y le festeja al chico un montón de cosas que tarde o temprano van a perjudicarlo”. Un par de las quejosas casi me devora, se sentían atacadas, con sólo mirarla se veía que el planteo en general (mi crítica) las estaba pintando de cuerpo entero. Me respondieron que de tanto leer estaba chiflada (no me decían nada nuevo, solía escribir en ese entonces con el seudónimo “Elqui Tejo” que era un anagrama de El Quijote, como todos saben personaje enloquecido por la lectura.)
En estos días, en el colegio que trabajo, la moda es decir que cómo somos profesionales tenemos la obligación de entenderlos, que no nos podemos quejar, que no les podemos decir nada, etc. etc.
Para los exámenes de marzo, un alumno fue reprobado, bien reprobado. Se quejó y su mamá insinuó hacer un planteo legal sobre si la profesora (que corrigió el examen y le había dado clases durante todo el año) estaba o no de licencia como para tomar ese examen. Es decir, no importaba si el niño no sabía. Sentí algo así como cuando un tipo cometió un crimen y hubo un error en el procedimiento al apresarlo y se lo deja libre. ¿Resultado? La mamá no pudo probar nada de la licencia porque no había sido efectiva y el papelerío fue posterior. Supongo que si hubiera sido yo la que evaluaba al niño, le iba a hacer un examen mucho más complejo que el que había realizado.
Entonces los miro, todo “se igual”, “la Biblia junto al calefón”, Cambalache ¡Sí señor! Y los papás merecen un capítulo aparte. Cuando están divorciados hay una competencia en que el trofeo es el hijo (no necesariamente por amor al hijo). Uno de los padres se muestra complaciente, permisivo raja tabla le dice al hijo o hija “todo está bien” (Habría que ver la influencia de B. Spock en todo esto). He escuchado tantas veces “todo está bien” que me empaché; me dan ganas de vomitar. Si los adolescentes sienten el abandono, creo que: LA FALTA DE LIMITES ES EL PEOR DE LOS ABANDONOS.
Las adicciones, la violencia, las formas clínicas del malestar de hoy; como la depresión, con un incremento significativo del suicidio; las crisis de ansiedad y angustia, los trastornos de la alimentación son algunos indicadores, que sin ser especialistas, podemos ver todos los días.
He visto alumnos con serios trastornos, desde la institución no se puede hacer nada. Los padres hasta te pueden hacer juicio por lo que decís. Hace diez años daba dos horas (a la semana) de clase en un tercer año (en una materia de relleno). Entraba, daba la clase y salía. Había un alumno con trastornos de conducta. Lo comuniqué a la rectoría, me parecía que el chico no estaba bien. Cuando salí a la calle lo vi discutiendo con su noviecita. Esa noche se suicidó.
En otra oportunidad, en la primera hora de clase (7,45 horas) detecté que un alumno estaba mal. Pedí auxilio a la preceptora. Estaba totalmente drogado. No era el primero ni fue el último. En una oportunidad trabajé (gratis) dando contención a los alumnos de una escuela parroquial, pero eso no sirve cuando la comunidad no coordina la tarea ni toma conciencia de la importancia de los límites y del lugar que debe ocupar un padre. He escuchado a padres festejando la “borrachera de sus hijos”, inducirlos a beber, dejar que en su casa se reúnan y tomen hasta vomitar; además, dejarlos hacer cualquier cosa por “mejor en casa y sé donde está”.
Cierta vez una mamá me pidió que una de mis hijas no abandonara a la suya. La niña tenía problemas de conducta, ella suponía que mi hija podía ser un buen ejemplo. Más de 20 años después se encontraron. La joven había pasado por distintos estados, vinculación con la droga fue uno. Me pregunto ¿qué hubiera sido de mi hija a solas con ella? Mi propia hija me reclamó, más de una vez, el que no le exigiera que ser responsable de sus hermanas. (Aquí debería aclarar que yo tenía en mi cabeza Adolescencia en Samoa -un libro que circulaba en los ’60- donde decía que había que ir dando responsabilidades a los hijos mayores y continuar con los menores para disminuir la crisis de la adolescencia. Supongo que el contexto es tan fuerte que lo único que hice fue demorar la crisis, no me dio resultado, más tarde me lo recriminó.) Así que esa confianza que tienen algunos padres en la formación que le dan a los hijos -y que le va a servir para evitar ser llevados de la nariz por otros, más de una vez, hace agua.
Dentro de las influencias del contexto he observado que:
Muchas de las conductas arriesgadas de los jóvenes y las travesuras que a veces dan dolores de cabeza a la familia, por falta de límites, por ser propias de un individuo que actúa totalmente inconsciente, etc. etc. suelen no tener consecuencias graves. Pero morir por sobredosis, matar a la novia de 113 puñaladas, asesinar a los compañeros del colegio, o al padre en un rito esotérico (algunas de las noticias que recuerdo), no tiene la misma lectura.
Siguiendo lo que plantea la Lic. María Teresa Gómez de Giraudo tomo lo siguiente:
¿Qué diferencia operativa podríamos establecer entonces entre una conducta de riesgo propia de la adolescencia y las conductas con consecuencias graves? La diferencia estaría en que estos jóvenes de los hechos mencionados
– No actuaban decidiendo con libertad (Esto es un cuento que la publicidad incentiva sobre qué es ser libre)
-No ajustaban su conducta al principio de realidad. (La realidad virtual es algo más que un cuentito de ciencia ficción o un jueguito de computadora y el pibe creer que después se puede apretar una tecla y GAME OVER)
- Tampoco se adaptan activamente, con sus acciones, al contexto sociocultural
- No están convencidos, a nivel conciente, que lo que hacían era congruente con su sistema de creencias o valores.
Es decir que desde lo individual, desde lo subjetivo, serían respuestas emergentes ligadas a trastornos de personalidad relacionados con baja autoestima, sentimientos de tristeza, soledad, aislamiento, impulsividad, etc. que, sumados a esa conducta de riesgo habitual en la adolescencia, configuran un patrón de respuesta patológico.
Cuando a las doce del medio día veo que un par de alumnas no va a comer y observo su físico, tengo la sensación de estar viendo a una sobreviviente de un campo de concentración.
Cuando un alumno se pone en pesado y empieza con lo del aburrimiento… Me pregunto ¿Cuál es mi papel aquí y ahora? Cuando escucho que una mamá es cuestionada por poner límites, me enoja. Hay mucho más amor en una puesta de límites que en un irresponsable “dejar hacer y dejar pasar” de un mal padre.

El pediatra Benjamín Spock (padre de la permisividad) dijo que no debía corregirse a los niños cuando se portaran mal, porque truncaría sus personalidades y su autoestima. Frente al autoritarismo extremo tenía razón.
Décadas después, el propio Spock afirmó que padres y madres habían seguido con demasiado celo sus pautas de permisividad y que eso había dado por resultado la crisis de autoridad, falta de control, adicción a sustancias, sexualidad inadecuada y otros males de los jóvenes norteamericanos.
El hijo de Spock se suicidó.
Jaime Barylko planteó en su libro “Los hijos y los límites” que “los límites son delimitaciones del camino, cercos protectores, marcos contenedores y referenciales. No son un fin en sí, son un instrumento para realizar fines. Cuando están uno puede actuar y elegir. Hasta, si quiere, puede salirse del camino. También para salirse hay que conocer los límites”. En suma, para que haya libertad tiene que haber límites. O dicho de otra manera, no se puede dar libertad sin enseñar responsabilidad.

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Texto pensado para mi sobrina mayor que tiene la valentía de criar una hija adolescente.

3.7.06

No tiene quien le escriba...

Miró el frasco de café instantáneo no quedaba ni una cucharadita, destapó la lata de café de filtro y sólo quedaba el olor; en una caja encontró café en saquito, listo para introducir en la taza, el último. Debería traer el frasco que tenía en su casa o, quizás, resignarse a tomar mate cocido. ¿No era más sano? Tenía vitamina B y antioxidantes. Sí, debería hacerle caso a la doctora Ailin, ella había explicado sobre las bondades de la yerba mate. Mientras esperaba que hirviera el agua se preguntó porqué no usaba el microondas. Quizá, calentaba el agua a la antigua para escapar de la computadora y del sillón que le sujetaba los brazos y piernas como si estuviera cumpliendo con su sentencia de muerte. En realidad siempre sentía que el trabajo en la oficina le quitaba su vida, estaba harta de anotar cantidad inventadas en papeles que no le servían para nada. Pensó en la pirámide de las necesidades de Maslow ¿Qué la movía a permanecer allí? ¿Sus necesidades primarias? No tenía sentido, era ese continuo enredarse en devolución de favores lo que le impedía tomar decisiones terminantes. ¿Quién sabía quién era Maslow? ¿Acaso importaba?
“El hombre es un ser para la muerte según Heidegger”, dijo en voz alta. En realidad, pensó que todos, tarde o temprano, estaríamos bajo tierra con el mismo tapadito de madera, con manija más o menos de bronce o de otro metal más barato, con algún adorno diferente sobre la tapa, pero todos estamos (de algún modo) sentenciados. Pensó en releer algo de Montaigne sobre la educación para la muerte. Sentía que era una sobreviviente que había pasado el medio siglo y esperaba el correo. Estaba probando, sin quererlo, parte de su propia medicina.
Normalmente, cuando se enojaba con alguien elegía el silencio como muro que definía territorios. Probablemente lo hacía ante la imposibilidad de decir algo inteligente, de saltar sobre su propia estupidez, su temor al rechazo o la influencia del dejar hacer y dejar pasar en un aparente liberalismo de lo cotidiano. Ella sabía que dentro suyo cabía algo de fascismo, aún cuando le pesara. Generalmente no se había preguntado por el otro, le habían enseñado algo sobre la empatía, pero le era la materia más difícil en el aprendizaje de la vida. Brechtiana no confesa, prefería la lectura desviada del “distanciamiento”, racionalismo bloqueado en un barniz de intelecto que ella sentía que no poseía, pero que los demás le endilgaban. Había tenido largas discusiones cuando sostenía a brazo partido que “era una perfecta ignorante”. El colmo fue cuando le respondieron “la falsa modestia no te sienta”. Ella sabía que sus conocimientos eran insatisfactorios, que la masa amorfa de pensamientos tardaba en tomar forma y traducirse en expresión, justamente, por saber que sabía casi nada. ¿Debía quitar el casi? Solía decirse: “Debí ser actriz, las tablas se perdieron conmigo algo. En la comedia de la vida los papeles que represento son una máscara, son mi persona. Todos creen lo que no soy. Después de todo, debería sentirme feliz de mi fidelidad con la palabra, llevo al máximo el significado de persona”. Interiormente era un rejunte, un simulacro de Frankenstein y le dolía todo. Entre sus costumbres estaba el tratar de comunicarse con las personas por las que sentía verdadero afecto. Todos los días abría el correo y esperaba que alguien, a quien amaba entrañablemente, le hubiera escrito.
Terminó su horario de trabajo, nuevamente revisó su casilla de correo. No había mensaje.
Pensó si tenía una excusa para llamar por teléfono. Desvió la mirada, en un estante del armario descubrió El Coronel no tiene quien le escriba. ¿Quién lo habría dejado allí? El día anterior no estaba, pensó que podría releerlo con ojos nuevos, habían pasado muchos años desde que lo leyó por primera vez. Lo bajó, iba a ir a la casa de unos amigos, pasaría con ellos el fin de semana; seguro que dispondría de unas horas para leer.
Antes se esperaba al cartero, las cartas podían perderse, no creía que pasara lo mismo con Internet ¿o sí? Una frase le carcajeo una respuesta: “A mí que no me jodan. Me joden y no les hablo más. Estoy cansado de escuchar lo mismo.” Supo entonces que del mismo modo en que analizaba prosa o poesía podía trazar paralelismos en la escritura de su vida. Titubeó, recordó la palabra que cerraba la pequeña novela. Eso la llevó a pensar en el esposo de una conocida. Habían estado hablando de las clases de filosofía, del enojo de la madre judía porque su hijo se declaraba nietzscheano. A ella se le ocurrió pensar sobre eso del bien y del mal, estúpidamente dijo en voz alta parte de lo que se le cruzó por la cabeza. “¿Quién podía decir lo que estaba bien o mal?” Justo ella, que siempre era acusada de rígida, se puso a dudar para existir. La contestación del marido de su conocida fue “creo que a vos te volcaron en la cabeza algo marroncito y con mal olor sacado de algún tachito”. Él nunca podría entender lo que había dicho, del mismo modo que no podía captar las implicaturas del discurso de su mujer. Ella una vez le confesó “¿Cómo no va a ser un amargado? Siempre en el PC, dándose manija, amargándose como si eso fuera a solucionar los males del mundo, etcétera, etcétera.” Dos años después, él murió de cáncer. La mujer parecía que lo escuchaba, pero no. Después se suicidó el hijo y con la hija algo no funcionaba ¿o sí? ¿Extraña relación familiar? Subió al auto, miró por la ventanilla, otra vez llovía ¿él se habría dado cuenta? ¿Estaban separados como le había contado un compañero de la facultad? Era extraño cómo ella se enteraba de cosas sin preguntar ni indagar, eran esas informaciones que le confirmaban ciertas sospechas.
En este caso ¿la falta de respuesta terminaría con una excusa? Le dirían que no se habían podido comunicar con ella, inventarían una pequeña mentira.
La mujer le dijo al Coronel: “Dime, qué comemos.”
Ella pensó si ella comería también lo que dijo el Coronel, lo del tachito, lo que dijo el marido de su conocida. Todo cerraba perfecto. Por eso se había acordado de él.
El coronel y su mujer habían perdido su único hijo, tuvo la imagen precisa de otros padres sin los hijos y de muchos hijos sin padres. Se podía ser huérfano de padres o de hijos, también estaba la ausencia de los amigos, las relaciones superficiales, ese todo está bien, por las dudas, no vaya a ser que se ofenda. Ella comenzó a sentir como una hiedra el abandono que le iba creciendo desde los pies y se enraizaba destrozando su piel, su carne, sus huesos.


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Segundos afuera


(he cambiado de lugar este texto para ver si me dejan de mandar comentarios en inglés, a los que no le encuentro sentido)

Una mujer, de esas tantas que circulan por una de las ciudades del mundo globalizado, miró el noticiero de la noche y vio a la Tigresa hablando de su profesión de boxeadora.
Esa mujer pensó que se encontraba bastante lejos de la boxeadora, ella solo hacía alguna actividad física por obligación y racionalización operativa. Los médicos le habían dicho que tenía que caminar y caminaba, leyó que la actividad física le proporcionaba naturalmente la química del “buen humor” y peleaba con las depres y otras yerbas moviéndose de aquí para allá. Ella se enredaba en libros que le resultaban “cortinas que dejaban ver los zapatos de seres humanos” con las mismas grandezas y ruindad de tantos que circulaban por el mundo.
Miró a la Tigresa y pensó en cómo sería sentir dar golpes, cómo sería recibir golpes que le tajearan la cara.
Al día siguiente la mujer, mientras bajaba la escalera de su casa miró hacia abajo y se vio caída en el piso, se acordó de una foto de un artículo de violencia familiar. “La cara, nada menos que la cara” se repitió la mujer. “¿Por qué uno se tiene que romper la cara?”
Un compañero de taller, hacía más de veinte años, le había dicho que cierta gente traslucía en la cara lo que era en la vida. Fue por eso que se sintió horriblemente mal cuando con el rabillo del ojo espió a una mujer con la que se cruzó en la calle. Tenía la mitad de la cara color borravino, con esa textura que hace que los estúpidos se sientan como ella.
Recordaba otras caras, la conciencia de belleza que tiene cada uno, el poder de la apariencia, El Hombre elefante (algo más que un relato), la oposición “modelo / forma de pensar”, “las modelos son huecas”, recordaba, recordó que alguien le había dicho “Pasan los años y seguís igual”. Ella había sentido que si se veía como cuando era adolescente, teniendo más de cuarenta, era por esa costumbre de poner distancia con los sentimientos para que no la arrastraran.
Hasta ese momento guardaba rasgos adolescentes, pero la vida comenzó a sacudirla cada vez más fuerte y la expresión levemente lánguida pasó a triste y por momentos a inexpresiva.
Ella pensaba en que todo lo sólido se desvanece, que en la vida nada era seguro y para siempre. “Las personas se van o se mueren y las cosas se rompen o se oxidan” había leído esas palabras cuando tenía veinte años, sentía que nada era para aferrarse, que debía andar por la vida siempre emprendiendo adioses y eso le dolía. Sentía todavía el adiós del abuelo a los siete años, el de las dos madres, la de su padre… y sabía que habría más. Hubo otros dolores en el medio de estos adioses, la mujer los escondía pero de noche eran los fantasmas de “si hubiera hecho esto o aquello, si no hubiera sido así”.
La mujer se había levantado aquella mañana, se había vestido con un trajecito verde, un disfraz para simular lo que no sentía, de aquello que había sido parte de su amor por la profesión, pensó mucho en que a las 17,15 tenía que ir a un lugar que no le interesaba, que ella era un relleno, iba por compromiso para una actividad no elegida. Como siempre, mientras se preparaba para salir pensaba en todo lo que le deparaba el día. En la cabezota le rondaba ese continuo representar el papel de obediente, quería quedarse en su casa, disfrutar de hacer nada, miró para atrás y se dio cuenta que llevaba más de cuarenta años trabajando. Hacía mucho que pensaba sobre el camino recorrido y lo que quería hacer en adelante. Le gustaba aprender a dibujar y pintar, quería tener una casa con huerta y animales, estaba cansándose de los libros, del trabajo fuera de casa. Quería un mundo pequeño junto a su familia, a ella le gustaba “volar bajito como a un gorrión”, extrañamente cuánto más se empeñaba en jugar cooperativamente en la vida y en su rol de “maestrita” le surgían competidores y críticas.
Las charlas con un adolescente, que a ella le parecían interesantísimas, un día se cayeron cuando la mamá del joven le comentó “A mi hijo le encanta charlar con vos. ¿Sabés que dijo? No le puedo ganar.” A partir de ese día ella se decidió por el silencio, lo último que quería era competir con aquel chico, ella se maravillaba de lo mucho que él sabía y por eso le respondía. Esas charlas eran para ella “comunión” y no competencia.
Bajó las escaleras, pensó que era posible que se pegara un golpazo, todo estaba asquerosamente húmedo, resbaloso. Las botitas no eran las adecuadas, pero eran lo más cómodo para ese día en que debía lucir “presentable”.
En la puerta estaba el santo varón que la acompañaba desde hacía 34 años, con su paciencia, con su amor. A ella no terminaba de gustarle que él se levantara más temprano sólo para llevarla, del mismo modo que hacía más camino para pasarla a buscar por las noches. Ella quería que él fuera un poquitín más libre, que saliera alguna vez con sus amigos sin ella. Pensándolo bien, tampoco ella hacía demasiadas cosas sin él. Eran dos insoportables pegotes. Él no tomaba vacaciones si ella no tomaba vacaciones, ella tomaba vacaciones porque él tenía vacaciones.
Fue al colegio, dio clases, no le gustó como había hecho su trabajo. Se acordó una sentencia cercana “Si das la clase con ganas van a aprender con ganas. Vos sabés dar una clase así, pero si la das para el culo van a aprender para el culo.” Sentía que la chatura la invadía. Había dado un curso de cuatro clases para adultos y los alumnos dijeron en las encuestas que fueron clases buenísimas, que sería bueno tenerla como profesora más tiempo. Ella se sintió como una prostituta barata. Esas cuatro clases habían sido preparadas como los avisos publicitarios, pura emotividad y poca racionalidad, había vendido un producto, se había vendido ella para tapar agujeros que el curso no preveía y que ella no podía dar.
Cuando terminó de dar las clases pensó en que no tenía el número de teléfono para avisar si no iba a las 17.15. Calor, humedad, cielo gris. Pensó que tal vez debía almorzar algo antes de ir a la oficina, comprarse una carterita presentable o hacer otra cosa, pero no. Vio que el colectivo se acercaba y se fue para la oficina. Se sentó, sacó el libro Amor líquido y comenzó a leer, a dialogar con un autor ausente y la memoria del Arte de Amar. ¿Tendría que ver otra vez con que todo lo sólido se desvanece?
Después de veinte minutos de viaje, pensó en si se bajaba allí o seguía para leer tranquila y comprarse la carterita, pensó que ese día se iba a ir más temprano de la oficina. Para ella era bueno cumplir con cierto horario, pensó en la carterita y se levantó con su humanidad y el peso extra del portafolio, la cartera negra descocida, la campera y el paraguas; tocó el timbre para que el colectivero parara y al bajar no supo bien si fue el tobillo que se le dobló, si fue un mareo, si fue el piso resbaloso lo que hizo que su cabeza diera contra el asfalto. Sintió como si algo la hubiera empujado de tal forma que no le pudo sostenerse, los brazos le fallaron. Cuando su cabeza estaba contra piso lo primero que pensó fue: “No es necesario darse un golpe para no ir a caretear a un encuentro de docentes”, sonrió, debía aprender decir NO. Siguió enganchada en las reflexiones sobre los golpes en la cara, en las mutaciones de la cara, en lo que las caras reflejaban, todo en segundos. Se sentó. Hizo una mueca que se parecía a una sonrisa y le contestó al colectivero: “Me caí solita. No tenés nada que ver y no voy al hospital”. A mil revoluciones por segundo se vio en el hospital, deambulando de una salita a otra hasta que le dieran algún diagnóstico, como había sido golpe en la cabeza la iban a tener en observación, como había sido en la calle iba a intervenir la policía y si realmente le pasaba algo ¿quién iba a avisarle a su familia? Tres personas se acercaron y ella pensaba en cómo hacer para no preocupar a la familia “¿Cómo iban a recibir la noticia: la señora tal tuvo un accidente en la calle y se encuentra internada en el hospital X?” Por la distancia seguro que era el Pirovano, había estado allí una vez, eran vuelteros. “Ni loca voy al hospital” se dijo. Un hombre con infinita paciencia se le acercó para ayudarla, una jovencita le dio un par de gasas para que se limpiara la sangre que le brotaba de la cien, el colectivero insistía, pero la mujer se paró, levantó sus cosas, miró sus anteojos en el pecho intactos, respiró aliviada y se dirigió a la vereda. Se sentó en el umbral de una puerta que le abrieron, el hombre de la infinita paciencia le ofreció el celular e hizo las llamadas que la mujer le indicó, primero a la oficina, pero como no obtuvo respuesta terminó por llamar a sus hijas, sabía que las iba a asustar y se aborrecía por ello. “Los padres cuidan a sus hijos y no a la inversa” se repetía cuando hacía alguna tontería de ese tipo.
Ingresó en la casa de la puerta abierta y fue hasta el baño y allí se vio la cara en el espejo. Sonrió, se dijo “ahora sí podés sentir algo parecido a un golpe de boxeo. Ceja abierta, párpado cortado y mejilla morada”. Como pudo se empezó a lavar la sangre y esa mancha oscura que le había tatuado el asfalto. La mujer se sintió mareada y apretó los dientes; se dio ánimos: “Minga que me voy a desmayar”. Ella tenía bronca consigo misma por esa extraña costumbre de boxearse, “los accidentes no son porque sí” se recriminó. Volvió a la calle y se sentó a esperar a la ambulancia, a sus hijas.
Cuando la vieron hubo llantos y abrazos, subió a la ambulancia sin ayuda aún cuando le dolía el pie y dijo “Al papá le avisan cuando todo esté tranquilo”.
Ella sabía que esos segundos habían sido mucho más que una simple caída.