23.5.11

Comprar, tirar, comprar…


El consumo debería servirnos para pensar…

Comprar, tirar, comprar. La historia secreta de la obsolescencia programada es el título de un documental que nos invita a pensar sobre lo que consumimos, las maquinaciones del marketing y las etc. (lo pueden buscar en Internet, dura un poco más de 50 minutos)

Leyendo (textos locales y de otros países, técnicos y no tan técnicos sobre la materia), mirando lo que ocurre en el supermercado, escuchando lo que dicen las personas a mi alrededor -sobre todo porque vivo en medio de un centro comercial a cielo abierto- y mezclando todo en mi cabezota termino por aceptar que consumimos sin pensar lo que se nos ofrece mediante múltiples técnicas de comunicación de marketing (o mercadotecnia si gusta más en castellano).

Ahora bien ¿El consumo nos hace más felices?

Podemos escuchar a un/a locutor/a que nos dice comprá tal o cual marca porque “vos lo valés”, nos merecemos tener un champú, una crema o cualquier baratija, o que nuestra completud está dada por el auto tal (así alguien se va a olvidar que tiene una nariz grande o va a ser acompañado por una bella mujer –los autos se publicitan para hombres, raramente se dirigen a mujeres)… etc. etc.

Como un pájaro carpintero picoteando mi cerebro vuelve a mí pensar en esos hombres o mujeres (de cualquier edad) preocupados/as por el último modelo de cualquier objeto con el último piripí, botón o tecnología ¿Son más felices?

Lo cierto es que hay quienes sostienen que las personas viven en un descontento permanente, que a muchos el dinero no les alcanza para llegar a fin de mes, que tienen que pagar las tarjetas de crédito, que los intereses, que esto o aquello. Ni hablemos de quienes no tienen ni siquiera un trabajo que les dé dinero para lo indispensable y que todo el tiempo se ven bombardeados por avisos y modos de comunicación que le hacen deseable una catarata de productos que no pueden tener.

García Canclini dice: Algunos autores posmodernos se fijan en los sectores para los cuales el problema no es tanto lo que les falta, sino que lo que tienen se vuelve a cada instante obsoleto o fugaz.

Así es que vivimos una cultura de lo efímero, todo se vuelve obsoleto, más allá de si está o no programada esa obsolescencia, y somos o nos merecemos “objetos” descartables.

Por otro lado, hay quienes sostienen que deberíamos zafar de las trampas del marketing, más otros nos aconsejan sobre la forma de ahorrar.

Para zafar de todo eso algunos compran libros para ver cómo se puede llegar a fin de mes, cómo se hace para no endeudarse, o cómo se puede tratar de comprar vivienda…

Me compré un par de libros, un poco como material para dar clases y otro poco para confirmar mi maltrecha posición frente a la cuestión de ser consumidora despierta y no dormida por la manipulación del mercado. Mientras los leía me preguntaba sobre la utilidad de los mismos para mí. Muchas de las recetas que me ofrecen hace más de 30 años que las aplico, aunque para algunos es una tontería.

Mi padre decía “cuando no se tiene, no se tiene” y me empeñé más de una vez de demostrarle que un ingreso medio (o normal) con una buena administración puede ser más importante que uno excelente, pero no logré convencerlo.

Suelen preguntarme ¿cómo hiciste para manejar el dinero de la familia y comprar X? ¿Cuánto gastás por mes? Cuando intento responder, no sé si trata de mi incapacidad para hacerlo, si es que se mueven algunos resortes internos en mi interlocutor o qué, algunos llegan enojarse por lo que digo, otros lo consideran inviable, otros un chiste.

Llegué a la conclusión de que la utilidad de algunos de esos libros es no sentirme sola y ridícula, por lo menos hay unos cuantos que se están replanteando el tema del consumo.

Nada personal:

Los días fueron se sucedieron y las ganas de escribir se redujeron a casi nada. Alguna vez me pregunté qué iba a hacer con el blog, qué sentido tenía este contar o escribir las cartas a Sofi y todo lo demás; ninguna respuesta me pareció adecuada.

¿Todo está bien? Bueno, no sé si decir bien, pero bastante bien puede cerrar la cuestión.

Entonces será cuestión de tomar otro camino, escribir sobre otra cosa. Borrar la etiqueta de literatura en el blog, cambiar la forma de poner los títulos.

Tal vez para todo esto deba pedir ayuda porque sigo siendo un dinosaurio frente a la tecnología.

¡En fin! Cambiemos de tema.