26.12.13

Un viaje de palabras alrededor de eso que llamamos Navidad

Celebraciones y sincretismo del cristianismo con otras religiones

“Entre los dioses de origen oriental (…) se encuentra el antiguo dios persa Mitra. La popularidad inmensa de su culto atestiguan los monumentos que nos ilustran de ello y que se iban encontrando con profusión por todo el Imperio romano.”
Tiene muchos puntos de semejanza con el cristianismo. Cuestión que no agradó demasiado a los doctos cristianos.
“De igual modo, a lo que los conquistadores españoles de México y Perú les pareció que muchos de los ritos paganos nativos no eran más que falsificaciones diabólicas de los sacramentos cristianos. Con más probabilidades, el investigador moderno de religiones comparadas señala tales semejanzas en el trabajo independiente y semejante de la mente del hombre (…) [al intentar] profundizar en los secretos del universo (…) y sus misterios.
La religión mitraica posee también “un ritual solemne con aspiraciones de pureza moral y esperanza en la inmortalidad.”
Dentro de estas semejanzas, se puede decir que la Iglesia Católica se apropió de la fiesta de Navidad de otras religiones.
El 25 de diciembre, se consideraba como la natividad del sol, por razón de comenzar los días a alargarse, acrecentándose su poder desde ese momento crítico. En Siria y Egipto, en el ritual de la Navidad los celebrantes salían a medianoche gritando: ¡La Virgen ha parido! ¡La luz está aumentando! Aún más, los egipcios representaban al recién nacido sol por la imagen de un niño que sacaban al exterior para presentarlo a sus adoradores. Si duda, en el solsticio hiemal la Virgen que concebía y paría un hijo el 25 de diciembre era la gran diosa oriental que los semitas llamaron Virgen Celeste o simplemente la Diosa Celestial; en los países semíticos era una forma de Astarté.
Mitra era identificado con el sol.
“Los evangelios nada dicen respecto a la fecha del nacimiento de Cristo, y por esta razón la Iglesia no lo celebraba al principio. Sin embargo, pasado algún tiempo los cristianos de Egipto acordaron el día 6 de enero como fecha de Navidad y la costumbre de conmemorar el nacimiento del Salvador en este día fue extendiéndose gradualmente hasta el siglo IV, en que ya estaba universalmente establecida en el Oriente. Pero la iglesia occidental , que hasta finales del tercer siglo o comienzos del cuarto no había reconocido el 6 de enero como día de la Navidad, adoptó el 25 de diciembre como verdadera fecha y esta decisión fue aceptada después también por la iglesia oriental. En Antioquia el cambio no se introdujo hasta el año 375 aproximadamente.
¿Por qué las autoridades de la Iglesia tomaron el 25 de diciembre como fiesta de Navidad? Dice un escritor sirio cristiano: “La razón de que los Padres transfirieran la celebración del 6 e enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los paganos celebrar en el mismo día 25 de diciembre el nacimiento del sol, haciendo luminarias como símbolo de la festividad. En estas fiestas solemnidades, tomaban parte también los cristianos. Por esto, cuando los doctores de la iglesia se dieron cuenta de que los cristianos tenían inclinación a esta fiesta, se consultaron y resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día, y las fiesta de la Epifanía en el 6 de enero. Por esa razón, y continuando la costumbre, se siguen encendiendo luminarias hasta el día 6”

El objeto de esta transferencia claramente obedece al deseo de transferir la adoración al sol hacia Cristo.



De La rama dorada - Sir James George Frazer
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En estos tiempos que miramos la superficie y nos olvidamos de las raíces, en que la palabra “cambio” aparece ronroneada suavemente como si fuera a convencernos con su gesto felino de la necesidad de olvido y rechazo a todo lo pasado; en que la palabra “cambio” es cacareada por los avisos publicitarios para llevarnos a cambiar el televisor, el celular, la máquina fotográfica, la ropa, etc., etc. a pesar de estos cambios, nos enlazamos con nuestros ancestros en un sinnúmero de festividades de las cuales hemos perdido los orígenes. Es así que las celebraciones y festejos de estos días no son más que restos de un pasado metamorfoseado, desconocido y los símbolos se han vaciado de contenido en el afán del consumo, pero quiero suponer que siempre hay otra vuelta de tuerca, un resto que hace a la diferencia.
A partir del solsticio de invierno la luz solar alumbra más tiempo en el hemisferio norte, hasta el solsticio de verano que el sol alcanza su cenit en el punto más alto para comenzar los días a acortarse nuevamente. (He aquí que vivo en el hemisferio sur, donde ocurre lo contrario.) Para las culturas agrícolas este acontecimiento alrededor del 21 de diciembre era un acontecimiento vinculado con el renacer de la vida. Esta simple observación dio lugar a grandes festejos desde tiempos remotos, se celebraba la fecundidad, la vegetación, el vino. Así en Grecia el culto a Dionisios marca un ciclo que comenzaba el 24 de diciembre hasta la Pascua de Resurrección en primavera (más o menos a fines de marzo o abril). El mundo subterráneo controlaba la fertilidad y se tomaba un descanso para primavera.
De la fecundidad celebrada por los campesinos, con el avance de la vida en grandes ciudades, inclinamos la balanza al deseo de prosperidad y riqueza, el último paso es el incremento de compras y ventas, fieles a la mitología del consumo.
La permanencia de los mitos y rituales en la vida de los hombres es harina de otro costal, quizás en algún momento pueda elaborarme una transitoria explicación, pero como en esos temas para los que no tenemos una respuesta última prefiero el ritual de las fiestas, aunque pueda sonar frívolo. Eso sí, me gustarían sencillitas, bajarme del enredo en que me confundo con los demás.
De este modo el árbol en mi casa es esperanza, generación y regeneración del de la vida. Por su forma vertical une los tres planos del mundo: lo subterráneo, terrestre o de manifestación y lo superior. Sus luces son por analogía fuego, tienen sentido mediador entre formas en desaparición y formas en creación.
Frazer recoge muchos ritos en los que las antorchas, hogueras, ascuas y aún cenizas se consideran con virtud para provocar el crecimiento de las mieses y el bienestar de hombres y animales, y la luz o el fuego tienen finalidad purificadora. Y si en tiempos remotos en el rito se recuperaba el tiempo sagrado, bueno sería que la luz nos librara de las tinieblas que los propios hombres nos procuramos. Y si los dioses del Olimpo, del cielo o de vaya uno a saber de dónde, nos han abandonado, o creemos que los hemos abandonados, reemplazándolos por otros llamados: poder, fortuna, fama, profesión, competencia, éxito… como en tiempos de guerra, me gustan las treguas. Esas que nos hacen reflexionar, que nos da el valor vital de un gesto, de un abrazo, del alimento compartido, de sentimientos en común…





23.12.13

Despedida del año

Entre objetos y afectos
Hace poco en una de las redes circulaba una foto de dos ancianos que habían cumplido como sesenta años de casados, en el epígrafe se leía que eso había sido posible porque habían aprendido a vivir en un tiempo en que las cosas se arreglaban.
Sonreí, no sé si la foto era un armado para una frase o si los personajes eran reales. Y me quedé pensando en el porqué esa foto y esa frase me provocaron tal sentimiento que no la olvido. Conjeturo que debe ser porque no me gusta sentirme un bicho raro, cuando encuentro alguien (aunque sea un perfecto desconocida/o) me siento acompañada y me doy cuenta de que no soy una anomalía en la naturaleza.
Así es que entablo con los objetos materiales cierta relación afectiva a partir de las circunstancias que llegaron a mis manos. Una pollera duerme en placar porque  me la compró mi segunda mamá, unos aros rotos, porque eran de mi madre, un libro destartalado, porque fue un regalo de mis padres al poco tiempo de nacer, en mi mesa de luz está una Biblia (que no leo) que amaba mi madre  y una parte de una honda que usaba mi papá… También están los objetos que compramos en circunstancias especiales y, a veces, me digo “debería regalarlos”. Hay otros objetos acumulados para hacer esto o aquello, están los papeles y libros amontonados por el trabajo (y que ni bien me digan que me jubilé llevaré a recicladores urbanos, regalaré a personas o bibliotecas que los acepten y, tal vez, venda alguno).
No soy partidaria del “comprar, tirar, comprar” ni de gastar porque sí (algunos pueden considerarme miserable, pero en mi cabezota repiquetea la voz del profe de marketing: el porteño es gastador por naturaleza). Además estoy aprendiendo que la única forma de NO CONTAMINAR es reduciendo el consumo, el consumo debe ser consciente TANTO PARA LO QUE NOS COBRAN COMO PARA LO QUE NO (así, aunque no me cobren más o menos por el consumo de agua la trato de cuidar lo más que puedo porque el tener agua potable en mi casa cuesta energía y otro elementos que tarde o temprano contaminan). Cuando veo los residuos que quedan en casa (tanto los húmedos como los secos no me siento cómoda), separo y trato de contribuir con los recicladores urbanos. Por otro, lado pienso en el bendito consumo de km. cero y comprar algo que viene de lejos me da urticaria (y no es metáfora).

Así, en la familia tenemos un auto que nos acompañó casi un cuarto de siglo, posiblemente siga andando aunque ya está por cumplir 30 años desde que salió de fábrica ¿y…? Pues bien, hace un tiempo empezó con achaques, que esto, que aquello, que dejarnos en el camino un par de veces… y lo remplazamos. El nuevo luce impecable, lleno de botones, amplio es el sucesor de nuestro Falcon. Dicen que es el Falcon de ahora. Me siento en él y le huelo a plástico, me resulta antipático (y a pesar de las pocas veces que despotriqué sinceramente contra el Falcon, pues otras fueron teatralizadas para que mi compañero se decidiera a comprarse un auto que le hiciera renegar menos) añoro el Falcon  en que me abanicaba para calmar el calor o me tapaba con una manta para atenuar el frío, en que renegaba con el cinturón de seguridad, etc., etc. Y no sabía cuánto tenía incorporado el Falcon,  hoy vino el abu a buscar a dos nietos con su mamá y me preguntaba…  ¿Dónde está el FALCON? Estuve a punto de decir ¿Dónde está el auto? Cuando vi al intruso estacionado a unos pocos metros y me cayó la ficha, me pregunté por lo descartable, por el usar y tirar que se traslada a otros ámbitos pues creo, sinceramente, que el cerebro es uno y las conexiones entre neuronas se mezclan y contagian.

Y de este año que se nos va nos queda que Sofía sigue adelante después del gran susto de julio, que los demás están bien, Yael camina junto a su prima Mariana por toda nuestra casa, Emma fue abanderada en el jardín y NICO RECIBIO EL PREMIO AL ESFUERZO EN EL COLEGIO. Y lloré mientras volvía a casa cuando me llamaron para contarme y no podía parar...
Feliz año para todas/os y que tengamos paz, que los ríos subterráneos de violencia (atizados por intereses contrapuestos) se calmen y no desborden en nuestro querido país.

4.12.13

Y el 2013 se va...

Cuando llegamos a diciembre, en esa costumbre que tenemos algunos humanos de pensar en el tiempo que se nos fue, hacemos el arqueo de los días y terminamos con un balance. Supongo que esto debe ser por cierto lenguaje que aprendí cuando empecé a estudiar contabilidad cuando tenía 13 años (¡Que horror! ya pasaron 51 años).
Decía que llegada está época me pongo a barruntar sobre qué pasó, que no pasó, qué pude hacer y no hice, cuál es mi activo y a cuánto asciende mi pasivo... Recuerdo cuando les hacía escribir a los alumnos la fórmula de balance aplicada a la vida personal y cuando me preguntaban cómo hacerlo les explicaba: yo escribiría:
Activo
el amor de mis padres, mi marido y mis hijas
Amigos incondicionales como....
Pasivo:
Deudas no comerciales: con mis padres por todo lo que me dieron: amor, consejos y el estar ahí cuando los necesito.
Patrimonio neto
Acciones suscriptas impagas: por lo que no hice y me había comprometido a hacer.

Algunos escribían cosas brillantes, me sentí feliz de que  superaran mis indicaciones al detallar los componentes de activo y pasivo con aquello que se refería a sus vidas.

Y heme aquí repasando el año, en el juego del debe y el haber siento que debería de haber y no hay en muchas cuentas de mis registros, en otras sobra lo negativo y por eso siento que no quisiera volver a pasar esas experiencias. Y llegado a este punto una imagen perdida a fines de octubre de 1998 se desliza en un balance de ejercicios comparados con otras personas. Allí está la imagen de Lili, cae de rodillas en la vereda y su madre la abraza. Es la imagen de un dolor que no se puede narrar. Pocas horas antes se había enterado que sus dos únicos hijos -Mariano y Julia- han muerto en un accidente. La madre la sigue abrazando y me mira con los ojos enrojecidos por el llanto. En otro momento me dijo: si tan sólo nos hubiera quedado uno.
Seguí viendo a Lili durante un tiempo. En uno de esos encuentros me aconsejó: Nunca digas ¿qué más nos puede pasar? Te aseguro que siempre hay algo peor. Lo dije antes del accidente de los chicos. 
La situación económica de ellos era bastante crítica, habían tenido que cerrar el negocio y habían quedado con deudas. Mariano se levanta temprano y antes de ir al colegio repartía diarios. Iba toda la mañana al colegio y luego se iba a una veterinaria a bañar perros. Julia había terminado de estudiar hotelería y había ganado una pasantía en un hotel de Bariloche para el verano del '99.

A partir de esa experiencia ajena siempre repito: Basta de pálidas! Siempre todo puede ser peor. Tal vez porque algún verso de César Vallejo me recuerde que el peor día puede no haber llegado aún.

Disfrutemos del presente, Sofía pudo salir de la gripe A, cuando todos creímos que se nos iba... Ella y su hermano pelean contra  la EMA grave (que no es su prima  EMMA) y, a veces, ante cualquier comportamiento nos asalta el temor ¿será síntoma de...? y la palabra epilepsia se convierte en lo innombrable porque tenemos que empezar a dar explicaciones del porqué el miedo. Allí aparece la imagen de los papis, de mi hermosa Cel llorando y, seguro, temiendo que el primer diagnóstico tenga algo que ver y no sea EMA, sino peor.
Y los días pasan, en el libro diario se registran lágrimas y un rayito de sol pensando en que si Sofi pudo salir adelante, tal vez no todo está tal mal. Y sí, también hay otras cosillas no tan buenas. Pero no tan graves.

2013 te vas  dentro de unos 26 días, danos paz y otras noticias que nos fortalezcan como cuando vemos felices a Nico, Emma, Sofía, Yael y Mariana.