2.3.06

A propósito del nombre Choele Choel

Hace unos años cursaba Problemas de literatura Argentina, cuyo titular era David Viñas. Uno de los ejes de la materia giraba en torno a Rodolfo Walsh, Viñas leyó una cita sobre el significado que Walsh le daba al nombre Choele Choel. Como no disponía de documento alguno en ese momento, en la clase siguiente me acerqué con un libro y le dije: “Profesor, aquí hay otra versión del significado de Choele Choel. Además, Walsh nació en la localidad de Lamarque, una de las tres que están en la Isla de Choele Choel. A Choele Choel lo fundaron durante la Conquista del Desierto.”
Cuando le mostré el libro y le regalé la fotocopia de la página donde aparecía un significado del nombre, Viñas dijo:
- ¡Ah! Olascoaga, el segundo de Roca. Y ¿cómo te interesó lo del nombre?
- Nací allí. Una vez le pregunté a una anciana que había estado en los primeros tiempos de mi pueblo, ella me dijo que el nombre tenía que ver con las inundaciones y el río. Parece ser que el río desbordaba y la corriente producía mucho ruido, por la noche, cuando había luna, la espuma sobre las plantas que arrastraba el agua era visible y se asemejaba a fantasmas. El significado podría derivar de Chulchul, o algo así que decían los indios por el ruido, por los espantajos de resaca de río. Siempre creí que el significado era “ruidos extraños”.

He aquí que Omar Norberto Cricco me sorprende con una serie de variantes, en una Historia de Choele Choel, cuando dice:

El origen del actual vocablo Choele Choel parece perder su significado en aquellos lejanos tiempos en que la isla y su entorno eran frecuentados por aborígenes de origen pámpidos-patagónicos, muy anteriores a la llegada del hombre blanco (…)
Cricco sostiene que: ya en 1747 el padre jesuita José Cardiel atribuye el nombre Choleechel a una tribu. De igual modo, el padre Falkner, en una “Descripción de la Patagonia y de las partes adyacentes de la América Meridional”; aparecido en Inglaterra en 1776, hace mención a “unos indios Choelehechel”.
Villarino, en su diario el 6 de noviembre de 1782, dice “pasado el Choelechel, que es una loma que está en la cuchilla” (yo a esa loma la conocía como Pico Blanco y me enteré de esto recién el año pasado).
Rosas realiza parte de la Campaña al Desierto en la zona Chuelechel (forma en que escribe el nombre en sus cartas). Le obsequian la isla que luego permuta por unas hectáreas que le resultaron más convenientes en la provincia de Buenos Aires.
En 1879 Manuel Olascoaga propone una etimología derivada trolef (cáscara) y Chel (espantajos).
Después de las crecidas la resaca, depositada sobre los sauces, agitada por el viento provocaba “ruidos extraños”.
Otra versión dice que Choel es gritos y Chel, espantajos.
Hay quienes sostienen que Choelachel es “amarillo florido” o bien que se trata de “lugar de gente del sur” o de “hasta aquí llegué”
Hay muchas interpretaciones, incluida una de Perón que dice que se trata del nombre de un cacique, pero ninguna coincide con “corazón de palo” que propuso Walsh.

Cricco concluye el análisis sobre el nombre de esta forma:
“Y así, a través del tiempo, es como ha llegado a nosotros esta denominación sorteando lenguas y voluntades. No podrían ser otras las palabras que hoy se asocian en nuestra mente al encanto de este lugar; tierra en la que se conjugan el río y la planicie en un particular paisaje de bardas, costas e islas.”
Y así, sin quererlo, una vez más, me pregunto por la transformación y apropiación de la palabra y la cuestión de dar nombres. En La Conquista de América y la construcción del Otro, de Tzvetan Todorov, leí que muchos de los nombres, en toda América Latina, son cuestión de toma de posesión, de memoria, de transculturación y de fantasmas del pasado. Pero esto es harina de otro costal y de otro texto.