26.7.12

Carta a Sofi, por 48 horas de larga espera

feliz, familia


Después de unas horas sabremos o no cuál es el diagnóstico. 

Mi querida Peque, en mi cabezota un martillo me golpea con "No sé si estamos haciendo bien al medicarla", dicho por tu mamá. Y como si fuera poco ese médico que fue a ver cómo te estaban haciendo el estudio y empezó a cuestionar la forma, que no debías caminar, que no debías esto o aquello... Y que diga que lo que te pasa no es una convulsión sino conductual abrió de nuevo la compuerta. Tu mami llamó y nos contó, luego dijo ¿Y si no tiene nada, si todo es conductual? Entonces ¿cómo decirle sobre la incompetencia de los médicos sin que deje de confiar en ellos? ¿Cómo darle tranquilidad y afecto a través de un celular? 
Mañana voy a ir a verte, a tratar de estar un rato con vos para que tu mamá se distienda un poco.

No me llevo bien con los médicos, no les creo demasiado. Eso de que te hablen en difícil como para que no entiendas y si le preguntás o cuestionás son un "neófito" que se atreve a ponerlos en tela de juicio. 
Te cuento: hace unos cuantos años, cuando tu mamá era chiquita, ella no se sentía bien. La llevé al pediatra y  me dijo que se estaba haciendo la enferma par ano ir al colegio. Seguí controlando a tu mamá y llamamos a otro médico. El segundo médico no se atrevió a decir que el pediatra de la obra social era un inútil para todo servicio. Le dije sobre el diagnóstico de un médico de guardia del Hospital de Niños y entonces nos mandó a hacerte unos análisis. Tu mamá estaba al borde de una peritonitis. La operaron de urgencia. Las enfermeras me preguntaban cómo la había dejado llegar a ese punto. Sentí ganas de ahorcar al médico, pero luego las cosas se fueron poniendo en su lugar.

De este tipo de sustos mi Peque tengo una serie para contarte cuando seas más grande, pero tal vez no sea interesante. Solo me gustaría que esta vez todos se hayan equivocado y que vos estés bien.

Un abrazo mi cielo.
Abu mama

23.7.12

Mi querida Peque:



Cuando naciste comencé a escribirte para cuando fueras grande y luego dejé. Hoy las circunstancias me lo recuerdan, cierro los ojos y veo tus dos hoyuelos en las mejillas cuando sonreías tan  a menudo. Ahora es difícil verte sonreír, cuando vi la grabación de tu crisis no podía soportar verte de esa manera.
Los días pasan y recuerdo cuando tu otra abuela me dijo “los dos chicos tienen lo mismo” y se me estrujan las palabras; no es metáfora si te digo que el dolor se me hace pecho, es como un puño  aplastándome, hundiéndome en un mar sin esperanzas. Por momentos una chispa en alguna de tus sonrisas me ilusiona, nos ilusiona y de un plumazo todo cae como castillo de naipes.
La razón se me escapa,  no entiendo, no sé cómo se puede hacer algo, no está en mis manos; no sé si la chapucería médica puede hacer algo. No tenemos un Dr. House que se dedique a indagar o que venga con su descarnada ironía a decirnos “No hay nada por  hacer”.
La vida de Pupú y la mía se tejieron alrededor de ustedes en este último tiempo, no nos atrevemos a maldecir, a descreer, a insultar a lo que sea por lo que les está pasando, ni tan siquiera preguntamos ¿Por qué nos tenía que pasar a nosotros? Simplemente esperamos que todos estén equivocados y ustedes vuelvan a sonreír y nos iluminen con sus ojitos felices…
Estamos tiesos,  nos duele el alma y el cuerpo. Pupú casi no se puede mover por dolor en la espalda y yo por ahí ando, tanteando el mundo de “lo real” o  lo intangible; repito un mantra como si me deslizara en una cinta sin fin, quisiera  desconectarme, ser diferente… Me digo “Así  no sirve. No ayudás en nada”.

Tal vez, para que todo sea diferente debamos tener fe en aquello que no califica como razonable.