26.7.09

Brrrrr ¡qué ofri!


“Hace tanto frío, en una de esas tenemos otra vez nevada”. A la inversa de lo que sentía hace dos años traté de ponerme el traje de festejar el acontecimiento ¡Ojala que nieve! (No vaya a ser que me tilden de aguafiestas y malhumor pensando en la gente que está en la calle, en los resfríos, el barro, los problemas de tránsito y las etc.) Esta vez dije en voz alta “¡Qué bueno! Sea lluvia o nieve, las dos traen el agua que tanta falta hace al campo.” Y no sé bien porqué pensé en el campo, porque apenas tengo unas macetas en el balcón donde vivo. Y de repente me topé con un texto escrito por alguien que parecía ser el eco de lo que yo pensaba, me sacudió y me hizo poner los píes en la tierra fría y sin nieve. Coincido que sobre gusto no hay nada escrito, a unos les gusta el calor y a otros el frío. Además, “cada cual tiene frío según el poncho con que se abriga”.

Mientras leo recuerdo a mi padre poniendo leña en la salamandra y diciendo sobre lo afortunados que éramos de tener ese fueguito en el crudo invierno sureño. “Hay gente que en este momento está bajo la helada, que no tiene cama, ni comida.” El “poncho” es más que poncho la comida, la casa, el rancho o la casilla, el fueguito o la calefacción con caldera. (Y aquí es clara la cuestión de $$$ si le viene una factura de gas cinco veces más cara que la del bimestre anterior y la de la luz otro tanto, entonces se tiene que apagar las estufas y las luces y la tele y…)

Si hay nieve, algunos festejan. Los noticieros de la radio o de la tele convierten la nieve en noticia donde mucha gente feliz saca fotos, filma y le hace de notero gratuito a los diferentes canales… y en medio de tanta insignificancia, que no me lleva a calzar un par de esquí y tirarme a casi 100 ph de una bonita montaña, mirando hacia atrás recuerdo algunos días de julio del ’88 en un pueblo de mi sur. Durante quince días, bien tempranito, caminaba unas seis o siete cuadras, el piso congelado crujía bajo mis pies, era la escarcha de la helada blanca. El termómetro debía marcar unos cuantos grados bajo cero, tal vez 10 o más. Apenas si podía respirar bajo la bufanda, pero si tomaba el aire puro de aquel pueblo sentía como agujas congeladas que penetraban por mi nariz y se metían en el centro de mi cuerpo. Sumado al frío estaba el motivo por el que yo hacía el recorrido + las noches de insomnio. A mil kilómetros mis hijas y mi marido, al final de las seis cuadras: mi madre internada, sus últimos días.

Es cierto que hay lugares más fríos, donde el termómetro marca hasta 40 grados bajo cero y allí vive gente, pero para quien no está acostumbrado al frío y, no tiene con que atemperarlo, el frío puede poner punto final a nuestra vida.

Es cierto, señor O. B., "El frío enfría los píes y enfría y enfría, a veces hasta lo que ya estaba frío sin frío. Y está el frío del alma, el frío del desamor y el frío del desaliento.”

23.7.09

Savia sabia

A Su, que me mandó un mensaje de vida Quechua

Cierta vez un poeta me preguntó “¿Y vos qué hacés?” Lo miré y pensando en que nada inteligente podría decirle, se me ocurrió contestarle simplemente: “vivo”. Él me miró y me contestó: “¿todo eso?”.
Supuse que me estaba tomando el pelo. Sonreí y toqué mi pelo ensortijado. Era una mata enmarañada que solía llamar la atención a más de uno y pensándolo bien, con una pila de años menos, al señor le llamó la atención esa joven lindita que le contestaba con aparente seguridad y sin ningún deslumbramiento.
Con el tiempo reparé que la tarea de vivir no es tarea simple, se necesita sabiduría.
No sé cuando nació mi deseo de ser sabia, creo que siempre lo consideraron una falta de modestia de mi parte, pero he aquí que el problema estaba en el significado que daba a la palabra. No se trata de información, de datos o elucubraciones universitarias que pueden o no aparecer en un título. Aún sin saber el origen latino de la palabra sabio o sabiduría, para mí ser sabia se relaciona con saborear la vida, tal vez se me enreda o asocia con la homófona savia que nutre, da energía y vivifica.
Había leído por ahí que los loqueros estaban llenos de gente inteligente, de gente que no disfrutaba de la vida. La lectura me inquietó bastante, me veía mustia (debería decir maniáticamente tristona), ni qué decir cuando alguien reforzaba mi ser o mi apariencia melancólica, como esa compañera de trabajo que me dijo:
“siempre te vi tan oscura, tan triste” o cuando una jovencita, que escribía bellos poemas y caminaba por el cordón de la vereda como si fuera por una cornisa, me reprochó: “Vos, siempre ¡tan tétrica!” por lo que escribía en el taller.
Y de aquí, de allá, desde hace un tiempo y de mucho antes también
“cuidé que los demás no hablaran mal de mí, traté de comportarme como los demás querían que me comportara”, dejé de hacer o de decir para que no me criticaran. Aunque tenía claro que siempre hay alguien dispuesto a pensar y a hablar mal de cada quien, no lograba desprenderme de “mi buena educación para complacer” por temor a que alguien hablara mal de lo que dije, hice o dejé de hacer. (Lo peor es la duda de no haberme liberado totalmente de ese temor, ese mandato de portáte bien” y que “los hermanos sean unidos”).
Recibí en estos días un mensaje que me sirvió para acomodar las ideas en un estante cualquiera de la memoria.
“No, la vida no tiene porque ser una comedia o una tragedia en un escenario esforzándome por ser una farsante en el tránsito cotidiano, soy lo que soy. Dolida por una historia que no logro cerrar y que –como una piedra en mis zapatos- me molesta al caminar mi presente.”
Y ¿a dónde voy con todo esto? Ya llevo seis décadas caminando. Tal vez la vida sea solo eso, un camino que no debo convertir en cárcel.

Hace diez años me dijeron que tuviera una visión sobre mi futuro y que la representara en un papel; a raíz del mensaje recibido reparé en que parte de la visión estaba cumplida. Sólo una pequeña parte se me había esfumado, el irme a vivir a la cordillera. Entonces sonreí, agradecí a mi compañera de “calidad de vida” dadora del mensaje, puse los pies en la tierra. No sé que es la felicidad, pero no me parece sospechosa o inalcanzable, tampoco me incomoda decir: A pesar de algunos contratiempos me siento feliz, estoy enamorada de la vida. Camino al lado de: un buen hombre que amo (el abuelo que mis nietos miman), cuatro hijas, dos nietos, cuatro yernos (que no sé si me quieren, pero por lo menos me toleran) y un puñado de amigos.
Una de mis hijas me dijo hace dos días “gracias por haberme dado la vida, amo a mi familia. En la vida lo más importante son los afectos y yo los tengo.” Creí alguna vez que ella nunca me iba a decir eso, fue como sentir que aquella visión de papel estaba completa fuera de todo teatro.
Si estas palabras resultan cursis, insoportables o aburridas, lo siento. Como decía el mensaje recibido
“no hice de la cordura mi opción”, tengo la edad que tengo y soy lo que soy. Soy humana. Me declaro culpable de vivir.

15.7.09

Un día de sol

Suelo sentir que cuando todo está bien es un día de sol, cuando las cosas se ponen tristonas digo o pienso “día de lluvia”. Me puse a pensar en que a mí no me disgusta la lluvia, además siempre reconocí la ventaja del agua de lluvia como lo que favorece las cosechas. Viví mi niñez en un lugar donde el río desbordaba por deshielo y no por lluvia. Recuerdo que aspiraba con placer el olor a tierra mojada, era un alivio para la tierra reseca, para mis pulmones, para las amas de casa que se desesperaban ante el viento que invadía las casas con fina tierra.
Y poco a poco ciertos días de lluvia se asociaron a recuerdos tristes y en un curso de calidad de vida me regalaron “mensajes para los días de lluvia”.
Y de esto y aquello, uno se nutre de marcas que quedan almacenadas y clasificadas en un archivo inconsciente.
Y de “pálidas” de un lado y del otro, el lunes llamó mi hija más pequeña y noté en ella el llanto. Le pregunté alarmada qué pasaba y me dijo “mataron a un compañero del trabajo, el fin de semana. Acabo de venir del entierro”. Luego me contó que se llamaba Sebastián, que era un buen tipo, que ella hablaba y bromeaba con él durante los descansos en que podían cruzar palabras más allá del teléfono. Lo atacaron cuando llegaba a su casa con la novia, tiró la llave dentro de la casa y cerró la puerta. Los ladrones al ver que no podían entrar lo mataron. Todo hace suponer que quiso salvar a la familia.
Y nos juntamos en casa, sin decir palabra sobre el hecho y poco hablamos de otros temas que nos sacuden. Una a una se sumaron las cuatro hijas y los dos nietos, hice bizcochitos y dulce, tomamos la merienda. Nos dimos un abrazo, hablamos de esto o aquello.
Imaginé que había subido a un tren y uno a uno había ido tirando los paquetes que me pesaban. Un martillito golpeaba mi cabeza una y otra vez con “disfruta el día”, “disfruta el día”, “disfruta el día”. Una sonrisa, una imagen que llega a mi cerebro y que parece cambiar la química de mi ánimo. Y no fue para mí sola. Al día siguiente una de mis hijas me mandó un mensaje de texto que decía “¡qué hermosa tarde pasamos ayer!”. Ya no miré si había nubes o si había sol, simplemente sentí el calorcito y la luz que me faltaba cuando estaba en la oficina hace ya más de cuarenta años.
Acostumbrada a ver la luz del día por la ventana, cuando empecé a trabajar en una oficina que daba a un hueco entre dos edificios ni me enteraba si había sol, si estaba nublado o si llovía porque el aire acondicionado o la calefacción determinaban que las ventanas estuvieran cerradas.
Mi amiga Victoria, ante mis comentarios sobre el agujero en que me confinaba la empresa de capitales italianos, me llamaba por teléfono y me decía “salí a comer o andá a la plaza. Hay sol”
Y me iba con un sándwich y un yogur a pasar una hora en la plaza, de espalda a la avenida miraba las palomas, las palmeras y fantaseaba que estaba en otro lugar.

9.7.09

Una buena noticia

A mi nieto le dieron el alta médico, aunque los papis tendrán que cuidarlos muchísimo…
Si normalmente toma medicamentos, cada resfrío o gripe (con el nombre que tenga) le suma lo suyo, a la familia nos agrega sustos y llantos.
A pesar de otros pesares, hoy es un día de sol. No importa si aún es noche. Todo tiene otro sabor, otro color, otro sonido.

2.7.09

GRIPE PUERCA!!!!!!!!!!!

Si alguien dice: Chile tiene 14 millones de habitantes y tiene 14 muertes por gripe A, la Argentina tiene más de 40 millones y tiene 44 muertes, se mantiene la proporción…
La estadística, los números, como las películas de miedo los soportamos cuando los hechos ocurren LEJOS y SON IMAGINARIOS, resulta entretenido, hasta divertido, no importa quién es, como sufre el protagonista.

Por otro lado, cuál es el valor de lo que nos dan las noticias…

Orwell dijo “Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. (...) En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas ‘líneas de partido.’”
(Me tienen harta los noticieros, los tipos que hacen de esto una cuestión política, una cuestión de mercado, una cuestión de opiniones).

Fuera de todo eso ¿QUÉ PASA CUANDO LA GRIPE PUERCA ENTRA EN TU FAMILIA? El dolor, el pánico, la depresión, la impotencia, las ganas de pegarle a alguien y mucho más se mezclan.

Y mucho más, mucho más cuando la gripe empieza por los más chiquitos.
Siento dolor, bronca… y mucho más. No puedo hacer nada. Mi nieto tiene gripe, de la prepaga lo mandaron a un hospital estatal para que lo mediquen, está dentro de los grupos de riesgo, no le hicieron el hisopado porque no hay reactivos. ¿A cuántos contagió? La estadística, los números ¿A quién importa?