30.6.13

Mi querida Sofi

Hace casi tres años te escribía en este blog. Eran mis botellas al mar del ciberespacio tratando de decir sobre mis temores y mi esperanza de que salieras de la incubadora y crecieras.
Pasaron los días, y llegó el momento en que pude tenerte a upa, acariciarte y estrecharte contra mi pecho.
Pasó poco tiempo para que la alegría de verte caminar se nos estrellara contra el piso.

El diagnóstico fue Ema (epilepsia mioclónica atónica grave) y no estaban seguros si no era Dravet. Con el tiempo fuimos tratando de asimilar la situación, pero hace un año tuviste una crisis y hoy estás en otra.
 Esta vez te internaron, no puedo ir a verte. Tus papis están con vos.
Abu Pupú y yo (Mama, como me llamás) sentimos el dolor de tus papis y el dolor de saber que no estás bien.
En estos momentos en que no sé que hacer ni decir, recordé las cartas que te escribía esperando que salieras adelante. Siento el dolor haciéndose más grande que mi pecho, que no puedo llorar porque Quicolás (como llamás a tu hermano) está con nosotros y no lo quiero asustar.

Mi pequeña, mientras escribo recuerdo que antes escribía, tal vez, inconscientemente pensando en que la energía poderosas de alguien (o muchos alguien) que leyera(n) mis mensajes se pondría(n) a pensar en vos y te mandaría(n) una onda que te sanara. Era algo así como tener fe cuando la razón no me alcanza ni tan siquiera para aliviarte a vos y a tus papis.
A veces, me digo que esto es una especie remedio egoísta para mí, una forma de poner en palabras el dolor para ir quitándolo y transformándolo en garabatos inconexos.

Mi pequeña, no sé si alguna vez vas a leer esto, si te vas a enterar de lo que ocurre.
Simplemente quiero decir que te amamos y que deseamos verte bien.