9.7.06

Adolescencia

Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
Vicente Aleixandre, 1924-1927


Hace casi 40 años me enredé en esto de trabajar con adolescentes, llevo más de 30 trabajando como docente y, aunque más de una vez lo sentí, en este momento por varios flancos me atacó, seriamente, el deseo de abandonar este terreno.
Con algunas referencias teóricas sobre lo qué es la adolescencia, cierta vez, estando en la sala de profesores (en un colegio del que preferiría no acordarme) tenía en mis manos La conquista de América y la construcción del otro de Todorov. Un grupito de profesores estaban despotricando contra los alumnos, como si se tratara de dos bandos enemigos. Se me ocurrió decir “si la adolescencia es el período en que un individuo se cuestiona su identidad, si la identidad es entendida como proceso relacionado con el yo; el yo se construye en confrontación con los “no yo” ¿Cómo se hace en una sociedad adolescentizada? Europa construyó, según este fulano su identidad a partir de lo otro, los otros. ¿Cómo hace un chico cuando el adulto juega a imitar a un adolescente? Si el adulto viste como adolescente, habla como adolescente, juega a ser “amiguito” y no señala límites (mucho menos los pone porque le resulta trabajoso) ¿Cómo hace un adolescente frente a un adulto que actúa como adolescente y le festeja al chico un montón de cosas que tarde o temprano van a perjudicarlo”. Un par de las quejosas casi me devora, se sentían atacadas, con sólo mirarla se veía que el planteo en general (mi crítica) las estaba pintando de cuerpo entero. Me respondieron que de tanto leer estaba chiflada (no me decían nada nuevo, solía escribir en ese entonces con el seudónimo “Elqui Tejo” que era un anagrama de El Quijote, como todos saben personaje enloquecido por la lectura.)
En estos días, en el colegio que trabajo, la moda es decir que cómo somos profesionales tenemos la obligación de entenderlos, que no nos podemos quejar, que no les podemos decir nada, etc. etc.
Para los exámenes de marzo, un alumno fue reprobado, bien reprobado. Se quejó y su mamá insinuó hacer un planteo legal sobre si la profesora (que corrigió el examen y le había dado clases durante todo el año) estaba o no de licencia como para tomar ese examen. Es decir, no importaba si el niño no sabía. Sentí algo así como cuando un tipo cometió un crimen y hubo un error en el procedimiento al apresarlo y se lo deja libre. ¿Resultado? La mamá no pudo probar nada de la licencia porque no había sido efectiva y el papelerío fue posterior. Supongo que si hubiera sido yo la que evaluaba al niño, le iba a hacer un examen mucho más complejo que el que había realizado.
Entonces los miro, todo “se igual”, “la Biblia junto al calefón”, Cambalache ¡Sí señor! Y los papás merecen un capítulo aparte. Cuando están divorciados hay una competencia en que el trofeo es el hijo (no necesariamente por amor al hijo). Uno de los padres se muestra complaciente, permisivo raja tabla le dice al hijo o hija “todo está bien” (Habría que ver la influencia de B. Spock en todo esto). He escuchado tantas veces “todo está bien” que me empaché; me dan ganas de vomitar. Si los adolescentes sienten el abandono, creo que: LA FALTA DE LIMITES ES EL PEOR DE LOS ABANDONOS.
Las adicciones, la violencia, las formas clínicas del malestar de hoy; como la depresión, con un incremento significativo del suicidio; las crisis de ansiedad y angustia, los trastornos de la alimentación son algunos indicadores, que sin ser especialistas, podemos ver todos los días.
He visto alumnos con serios trastornos, desde la institución no se puede hacer nada. Los padres hasta te pueden hacer juicio por lo que decís. Hace diez años daba dos horas (a la semana) de clase en un tercer año (en una materia de relleno). Entraba, daba la clase y salía. Había un alumno con trastornos de conducta. Lo comuniqué a la rectoría, me parecía que el chico no estaba bien. Cuando salí a la calle lo vi discutiendo con su noviecita. Esa noche se suicidó.
En otra oportunidad, en la primera hora de clase (7,45 horas) detecté que un alumno estaba mal. Pedí auxilio a la preceptora. Estaba totalmente drogado. No era el primero ni fue el último. En una oportunidad trabajé (gratis) dando contención a los alumnos de una escuela parroquial, pero eso no sirve cuando la comunidad no coordina la tarea ni toma conciencia de la importancia de los límites y del lugar que debe ocupar un padre. He escuchado a padres festejando la “borrachera de sus hijos”, inducirlos a beber, dejar que en su casa se reúnan y tomen hasta vomitar; además, dejarlos hacer cualquier cosa por “mejor en casa y sé donde está”.
Cierta vez una mamá me pidió que una de mis hijas no abandonara a la suya. La niña tenía problemas de conducta, ella suponía que mi hija podía ser un buen ejemplo. Más de 20 años después se encontraron. La joven había pasado por distintos estados, vinculación con la droga fue uno. Me pregunto ¿qué hubiera sido de mi hija a solas con ella? Mi propia hija me reclamó, más de una vez, el que no le exigiera que ser responsable de sus hermanas. (Aquí debería aclarar que yo tenía en mi cabeza Adolescencia en Samoa -un libro que circulaba en los ’60- donde decía que había que ir dando responsabilidades a los hijos mayores y continuar con los menores para disminuir la crisis de la adolescencia. Supongo que el contexto es tan fuerte que lo único que hice fue demorar la crisis, no me dio resultado, más tarde me lo recriminó.) Así que esa confianza que tienen algunos padres en la formación que le dan a los hijos -y que le va a servir para evitar ser llevados de la nariz por otros, más de una vez, hace agua.
Dentro de las influencias del contexto he observado que:
Muchas de las conductas arriesgadas de los jóvenes y las travesuras que a veces dan dolores de cabeza a la familia, por falta de límites, por ser propias de un individuo que actúa totalmente inconsciente, etc. etc. suelen no tener consecuencias graves. Pero morir por sobredosis, matar a la novia de 113 puñaladas, asesinar a los compañeros del colegio, o al padre en un rito esotérico (algunas de las noticias que recuerdo), no tiene la misma lectura.
Siguiendo lo que plantea la Lic. María Teresa Gómez de Giraudo tomo lo siguiente:
¿Qué diferencia operativa podríamos establecer entonces entre una conducta de riesgo propia de la adolescencia y las conductas con consecuencias graves? La diferencia estaría en que estos jóvenes de los hechos mencionados
– No actuaban decidiendo con libertad (Esto es un cuento que la publicidad incentiva sobre qué es ser libre)
-No ajustaban su conducta al principio de realidad. (La realidad virtual es algo más que un cuentito de ciencia ficción o un jueguito de computadora y el pibe creer que después se puede apretar una tecla y GAME OVER)
- Tampoco se adaptan activamente, con sus acciones, al contexto sociocultural
- No están convencidos, a nivel conciente, que lo que hacían era congruente con su sistema de creencias o valores.
Es decir que desde lo individual, desde lo subjetivo, serían respuestas emergentes ligadas a trastornos de personalidad relacionados con baja autoestima, sentimientos de tristeza, soledad, aislamiento, impulsividad, etc. que, sumados a esa conducta de riesgo habitual en la adolescencia, configuran un patrón de respuesta patológico.
Cuando a las doce del medio día veo que un par de alumnas no va a comer y observo su físico, tengo la sensación de estar viendo a una sobreviviente de un campo de concentración.
Cuando un alumno se pone en pesado y empieza con lo del aburrimiento… Me pregunto ¿Cuál es mi papel aquí y ahora? Cuando escucho que una mamá es cuestionada por poner límites, me enoja. Hay mucho más amor en una puesta de límites que en un irresponsable “dejar hacer y dejar pasar” de un mal padre.

El pediatra Benjamín Spock (padre de la permisividad) dijo que no debía corregirse a los niños cuando se portaran mal, porque truncaría sus personalidades y su autoestima. Frente al autoritarismo extremo tenía razón.
Décadas después, el propio Spock afirmó que padres y madres habían seguido con demasiado celo sus pautas de permisividad y que eso había dado por resultado la crisis de autoridad, falta de control, adicción a sustancias, sexualidad inadecuada y otros males de los jóvenes norteamericanos.
El hijo de Spock se suicidó.
Jaime Barylko planteó en su libro “Los hijos y los límites” que “los límites son delimitaciones del camino, cercos protectores, marcos contenedores y referenciales. No son un fin en sí, son un instrumento para realizar fines. Cuando están uno puede actuar y elegir. Hasta, si quiere, puede salirse del camino. También para salirse hay que conocer los límites”. En suma, para que haya libertad tiene que haber límites. O dicho de otra manera, no se puede dar libertad sin enseñar responsabilidad.

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Texto pensado para mi sobrina mayor que tiene la valentía de criar una hija adolescente.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este post no tiene desperdicio.
Gran Elqui Tejo

10 julio, 2006 02:45  
Blogger Amy said...

Gracias liter, esto lo escribí al borde del enojo.

10 julio, 2006 13:02  
Blogger Amy said...

Hola pili luna.
Encantada de recibir un comentario desde Chile, lugar de poetas como Pablo, Vicente o Gabriela, de escritores como Donoso o Allende.
Lo esencial... también es una de mis frases favoritas de El Principito.
Amor es opuesto a la muerte, pero muchas veces no alcanza en una sociedad que parece no tener sentido de supervivencia. Cuando el sábado pasado vi a un adolescente en estado lamentable, posiblemente en coma por alcohol, sentí un puñetazo en el estómago.
Cuando le advierto por más de un año a un alumno que está comiendo mal y termina con una dieta esctricta como para alguien de mi edad me pregunto ¿qué está pasando? y si me asomo a internet me doy cuenta que no es sólo patrimonio de la decadencia de mi país.
Cariños

11 julio, 2006 14:01  
Blogger TOTA said...

hola mami!!
Voy a tener que releer tu post. Esta muy bueno, bah EXCELENTE y tengo para decir 1000 cosas (bueno, no tantas pero si varias)que ahora no las digo porque es un recreito que tengo y sigo estudiando =) Besitos

11 julio, 2006 15:35  
Blogger Amy said...

Sir: que le cuento que cuando miro a mis hijas y pasa algo: siempre me pregunto ¿Qué hice mal? ¿Qué dejé de hacer? Mis hijas me contestan varias cositas como "no somos un desastre para que digas eso", "en el mundo hay más influencia que la tuya", alguien me dijo una vez "no te creas omnipotente, sé más humilde" con lo cual vuelvo a sentirme más culpable por no haberme expresado bien, etc. etc. Eso que mis hijas ya están dejando la adolescencia, como una vez me dijo un sicólogo "ya perdiste el tren". Es así no más... En otra oportunidad voy a pasar al blog parte de mi aprendizaje sobre la adolescencia trabajando con adolescentes (dando clases y tratando de tener un contacto más cercano). A veces, fueron experiencias muy duras.

11 julio, 2006 21:36  
Blogger Chiara Boston said...

Muy bueno tu texto. La revista La Nación del domingo pasado trajo un artículo sobre los límites, que junto a éste, me han redondeado la idea que sospechaba.

Yo también soy de las que se preguntan qué hice mal, y en mi caso, al tener hijos chicos, la ecuación generalmente cierra. Una vez que pasan la frontera de tu casa, supongo que las influencias son variadas y menos controlables. Pero, por experiencia propia, los límites (lógicos) son un fuente de contención. Es saber qué esperar, qué no esperar, qué resignar, qué anhelar. Es contar con un árbol sólido que no se tuerce ni se ablanda fácilmente en temas importantes. Un árbol que, con la fuerza de sus raíces, también puede evolucionar hacia sitios desconocidos.

Un beso, Amalia...Dios me ayude a la hora de la adolescencia!! (el cuco de todo padre)

13 julio, 2006 08:45  
Blogger Amy said...

Hola Laura. No leí la revista de La Nación. En realidad no soy una gran lectora de diarios. Leo lanaciónline y el Clarín, edición tradicional los domingos, aunque me gusta algo de Le Monde (una vez al mes). Compenso escuchando mucho la radio. El tema de límites se está revisando en algunos lugares académicos. Lo cierto es que: mis alumnos han sido los mejores libros para aprender sobre el tema, ni te cuento mis hijas. Lástima que la experiencia "es como el peine a un pelado" Je! Mis hijas podrán decir que no fui la mejor madre del mundo, pero traté de hacer lo mejor que podía. Lo de los límites me lo reprocharon mucho… supongo que lo de crítica también (y hasta ahora).
Cariños

14 julio, 2006 13:23  

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