16.3.09

Hay gente que…

Debilucha, un poco atontada por el 2º fin de semana con problemitas de salud y de relaciones complejas con mis semejantes, me encontraba esperando el comienzo de una nueva hora de clase. Un par de alumnas, muy felices me acercaron un libro con un “que usted no leyó” (creo que había cierto orgullo en que una de ellas sí y yo no). Scott Adams, es el autor del libro en cuestión.
Adams comienza diciendo: “En estos tiempos que corren parece que cualquier imbécil con una computadora portátil es capaz de parir un libro y hacerse de oro. Y esto es lo que yo espero hacer. Sería una auténtica decepción que esta moda cambiara antes de que mi obra maestra llegue a la imprenta.” (No sé si me gusta que sea tan directo, pero sería bueno que yo adquiriera parte de esta destreza en mi competencia comunicacional.)

Más adelante agrega: “Todo el mundo es imbécil, no sólo la gente que no aprueba los exámenes finales de secundaria. Lo único que nos diferencia es que somos imbéciles con respecto a diferentes cosas, en momentos distingos. Por muy inteligente que uno sea, se pasa la mayor parte del día siendo imbécil.”
Bien, me incluyo en esta descripción. Debo reconocer que soy una perfecta imbécil (alelada o escasa de razón) en el trato con ciertas personas, por temor a ofenderlas guardo un silencio revelador de mi falta de inteligencia.

Supongamos que alguien es agresivo y en una charla te larga un insulto (directo o encubiero) y por no devolverlo te comés hasta las lágrimas ¿es estúpido eso? Bueno, en el 99,9 % de los casos me comporto así. Difícilmente me sale una ironía, una frase como latigazo o una tranquilizadora para aliviar las penas que mueven a mi agresor. Convengamos, los agresores gratuitos se presentan tal cual son en palabras que revelan que algo no les funciona; están tan mal que si no vomitan lo que sienten, se indigestan.
Están otras personas a las que, por ejemplo, les decís “no puedo ir porque en este momento me estoy sintiendo muy mal.” (Es más, te están viendo, con tu cara pálida, cierto sudor y temblor.) La respuesta es una serie de lamentaciones por el lugar vacante que dejaste, por la reserva que pagó o las etc. Como realmente te estás sintiendo mal (como a mí me pasó) sentís que esa persona no valora ni tu palabra ni cómo estás. No decís nada y, días después (cuando estás un poquitín mejor como para razonar), confirmás tu imbecilidad en el uso de las palabras. ¿Por qué? Simplemente porque lo allí acontecido no es una novedad, es la confirmación de muchos diálogos anteriores, de la falta de competencia para aceptar mandar al “otro/a” al cuerno.
Y después de tantos rodeos te llega un mensaje por el celular y contestás dando ánimo a otra persona, con la cual tuviste un encontronazo, pero a la que te une un lazo familiar y surge un intercambio en que al final te agradece que estés del otro lado dándole ánimo… Titubeas y ya no sabés si sos tan imbécil, si sos inteligente, si sos mala o buena persona…
Simplemente asumís que sos parte de esos debiluchos que andan por el mundo tratando de no agredir demasiado a sus congéneres.

4 Comments:

Blogger Loca xq sí said...

Ahá... De la última parte no me contaste nada...

21 marzo, 2009 08:25  
Blogger Amy said...

De qué última parte?

21 marzo, 2009 14:40  
Blogger Loca xq sí said...

desde que empieza "están otras personas a las que..."

22 marzo, 2009 09:11  
Blogger Amy said...

Hay tantas que no conté...

22 marzo, 2009 17:40  

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