29.3.09

Mi percepción sobre una película

(ya sé que tuvo un montón de Oscar, pero...)

Vi la peli Slumdog Millionaire, en español ¿Quién Quiere ser Millonario? Gira alrededor de una historia de amor que se mezcla con un programa de televisión de preguntas y respuestas. El concurso televisivo existió (y quizás sigue existiendo) en diferentes países con similar formato. Mi marido, dijo cuando empezó la película “me recuerda a Ciudad de Dios”. Es cierto, en el comienzo vemos algo así, el retrato de la miseria de los “muchos” (como diría E. Galeano) apiñados en conglomerados humanos que trituran lo humano.

La fábula es al estilo Hollywood, del “hombre que se hace a sí mismo”, el afortunado que logra zafar del horror de la miseria humana, una historia de amor con happy end.

Normalmente, soy clasificada o calificada como alguien que “no piensa como la mayoría”, o me arrojan un: “su punto de vista es diferente a la mayoría” (la calificación más llamativa fue cuando un homosexual (¿?) dijo “no tenés el típico pensamiento femenino” y le pregunté si eso era bueno o malo para él, parece ser que mi “lógica” anda a contramano de la percepción común, pensar también se hace cargo de la cuestión de género). Tal vez sea así. Sigo con lo de la peli, salí del cine pensando que había mucho que me molestaba de la narración, de ese cuento de marginados que tienen escrito un destino diferente, como para no tomar en serio lo que en la vida real acontece.

La actuación de los niños es muy buena (si no estoy mal informada) son chicos que llevaban una vida muy parecida a la del relato (escribí “llevaban” porque después de algunas críticas sobre lo que les habían pagado, alguien les ofreció estudiar en un colegio inglés).

La gente sale reconfortada del cine, el baile del final feliz (no sé si tan feliz, digo por el hermano, pero tal vez para cierta mentalidad está bien porque “era malo” ¡ejem! –ironía de ciertos razonamientos), decía el baile distiende… pero mi memoria me trajo el recuerdo de un relato donde se le quebraban las piernas a un niño pequeño, se hacía lo posible para que quedaran mal unidos sus huesos. Ese niño iba a ser fuente de recursos para su "dueño". Su apariencia física provoca lástima, del mismo modo que el niño cegado de la película. A esto del final se me sumó el recuerdo de Un hombre de suerte con un carnaval donde los personajes se mezclan y nos purificamos del horror experimentado en el "entretenimiento" (el cine no cumple con la función de dar conocimiento). Me pregunté por el efecto extrañamiento brechtiano, la contracara fueron como las escenas del niño embadurnado en excremento para conseguir un autógrafo, el asesinato de la madre (junto a centenares de personas) por cuestiones religiosas -mientras la policía mira para otro lado-, el niño al que enceguecen para que pueda despertar mayor piedad, la tortura por ser sospechoso de fraude en el concurso, el hermano convertido en un adolescente asesino… etc. etc. se diluyen en el montaje de escenas del pasado y el presente. Como si fuera poco, los marginados de las bondades de un sistema de vida querían que Jamal (el concursante) se convirtiera en millonario. Pensé que Jamal representaba a un “otro” que es de los “nuestros” (para los marginados) y puede alcanzar el éxito.
Me quedé con el sabor de la trivialización de la miseria, la transformación de la miseria en un artefacto fílmico que no pueden ver los niños ciegos; que miran sin ver los que tienen “vista”, pero solo se quedan con las apariencias. En suma, supongo que debe ser porque fui adolescente en los ’70, aprendí a ver cine con las pelis de esa época y me sigo preguntando por los atrapados sin salida en las villas de cartón, de hambre, de violencia, de inhumanidad al igual que en Ciudad de Dios.