17.3.09

Hernia hiatal:


Hace un par de años que la acidez estomacal me tiene loca. Mucho antes de eso comencé por dejar de fumar, de tomar vino blanco, de comer pizza con cerveza y otras cosillas. Sentía que el queso caliente me caía mal, que el tan apreciado jugo de naranjas aumentaba mi malestar estomacal, que el tomate, que los pepinitos en vinagre, que los condimentos picantotes, que acostarme ni bien había terminado de comer… Recuerdo que en diciembre del 2007 fui a Miramar, uno de esos días fuimos a almorzar a un restaurante en el que hacen comidas “polentozas” –mucha crema, condimentos, fritangas y todas esas cosas ricas que uno debe pensar dos veces antes de comerlas- Hice el desarreglo correspondiente y, pocas horas después, creí que me moría. Me faltaba el aire, me dolía el pecho, tenía deseos de vomitar. Fui a ver una médica y me aconsejó dieta, no le dio mayor importancia.

Creo que generalmente trato de comer sano, pero después del susto me dediqué a comer “sanito” con algunos permisos de tanto en tanto. En las últimas vacaciones me pasé de la raya y la acidez comenzó a ser mi compañera fiel, adherida a mis días y mis noches empezó a crecer hasta provocarme dolor. El viernes pasado me asusté un poco, el dolor era en el pecho. Fui al centro médico de la prepaga y le conté a una doctora lo que me estaba pasando. Ilusa esperaba una receta mágica que aliviara mis ñañas. Pero de mi relato surgió que aparentemente había tenido una pérdida de sangre en la parte superior de mi sistema digestivo. ¡Sí! le conté a la médica que había tenido “deposiciones negras” (Puaj! esto se está pateando pa’l lado escatológico. Lo cuento, por si alguien no lo sabe y tal vez le sirva, no sea cobarde y diga todo lo que tiene que decir.)

La médica me escuchó atentamente y me dijo que me tenía que hacer un par de estudios, porque podía ser que tuviera un úlcera sangrando, que no me podía ir, que me tenían que internar. A esta altura se me llenaron los ojos de lágrimas de bronca ¡¿cómo que no me puedo ir?! Le contesté. “No, porque si usted se va a su casa y tiene una hemorragia…” Ahí, no más, me arrepentí de haberle dado tantos detalles sobre lo que me acontecía, pero sé que ese arrepentimiento no es propio de una persona cuerda y medianamente racional, así que a duras penas me quedé esperando hasta que me trasladaran a un clínica.

¿Resultado? Me internaron con la promesa de hacerme una endoscopia ese mismo viernes. Porque la cuestión es que te internan un fin de semana y no hay especialista que te atienda y te dejan hasta el lunes esperando. En la clínica no me querían hacer la endoscopia; yo que tenía la presión baja, hasta ese momento, me empezó a subir y el malhumor también. Como para no aguantarme a las 10 de la noche me llevaron a quirófano para el estudio que terminó con el diagnóstico: HERNIA HIATAL + otras menudencias.

Algunas estadísticas dicen que cinco de cada mil personas la padece, otros aseguran que el 20% de la población tiene hernia hiatal y el “clarinete” (me refiero al diario que circula por aquí) exagera dando un 40% de personas con este chiche de estómago que se desplaza (en mi familia parece que estamos todos los casos juntos ya que somos 3 de 6).

Hace un tiempo, quería bajar de peso, bueno, bueno... lo estoy consiguiendo. Es el beneficio colateral de esta situación, puedo ponerme faldas de cuando era joven, que no me aprieten el estómago.

¡En fin! Escribo mientras espero que pase el tiempo suficiente para ir a la cama, es una de las indicaciones para soportar mejor la nochecita. La dieta aburrida y el medicamento no logran aliviar este ardorete que llega hasta mi boca y cuando estoy muy quejosa me acuerdo de dos personas de mi familia que la están pasando mal con la quimio y me pregunto ¿de qué me quejo? Ya pasaron como dos horas, mañana me debo levantar temprano.

¡Que tengan felices sueños! (los que pueden).