6.4.12

Ser padres

Una de mis hijas espera su primer bebé, alguien dijo que el bebé era lo mejor que le podía pasar a uno en la vida. Dije que no a todas las mujeres les pasaba lo mismo, que el instinto materno no existe, que tener hijos es una decisión en la vida, que hay mujeres que no quieren tener hijos y las respeto. Esto suena mal en boca de una madre con cuatro hijas. Sucede que una de ellas decidió no tener hijos.

Mi marido se enojó por lo que dije. Para mí cierta melosidad y hacer creer que todo es maravilloso y lleno de mariposas no es mi estilo. Los hijos no son juguetes que nos divierten, no son propiedad de los padres… son esos pedacitos de nuestro ser que adquieren vida propia y aprenden a manejar sus vidas, nos vamos al asiento de atrás y los miramos transitar por la carretera de la vida. A veces queremos decir, opinar pero no podemos meter baza en ese juego de cartas.

Víctor y yo nos casamos pensando en tener hijos. Eso que, cuando fui adolescente y más crecidita aún, mi papá me veía como una solterona sin hijos. Víctor se veía con hijos varones, perros dálmatas y un Torino. Yo no me veía. Cuando me preguntaban durante los embarazos si quería tener nenas o nenes decía como todo el mundo: Espero que sea sanito o sanita”. Me contestaban que fuera sincera, que dijera mi preferencia. ¡Caramba! ¿Por qué tenía que preferir? Cuando nació Paula lo primero que dije fue ¡Qué linda y qué feíta! Para cualquiera podría ser un horror lo dicho. Para mí era poner en palabras que era hermosa aunque estuviera moradita, pegoteada, con el pelito adherido a la cabeza como si le hubieran pasado fijador… Siempre creí que los bebés eran feítos hasta que nació Celes y Rocío. Cuando el médico me dijo que Pauli era una bebé de diez porque estaba Muy Sanita, me sentí tranquila. Había hecho bien los deberes. Estaba ejerciendo el título que más quiero: el de mamá. No sabía criar un bebé, tuve que aprender. Si ella lloraba, también lo hacía yo. No soportaba que tuviera alguna nana o que le pasara algo por más chiquito que fuera. Al poco tiempo vinieron las mellizas Euge y Celes. Lloré por Celeste semanas cuando me dijeron que tal vez no iba a vivir. Cuando las melli tenían como un año, una mujer me vio con las tres y me preguntó ¿Cómo podés estar tan tranquila con tres criaturas chiquitas? Tengo dos y no las aguanto. Le expliqué que una de mis hijas había estado muy mal y en agradecimiento a que ella había sido una de las pocas personas que se salvaban de la hidrocefalia me olvidé de los enojos, la tristeza y de mi misma. Después vino Rocío; la mimé, malcríe y disfruté hasta de su llanto porque a esa altura ya esta canchera en el cuidado de bebés y niñas.

Mis hijas me cambiaron la vida.

Aprendí que no podía hacer todo, debía dejar algo de lado para siempre o postergarlo. Aprendí que cada cosa que hago o dejo de hacer la hago porque me gusta y puedo hacerla, quiero hacerla porque en definitiva mis hijas son parte de un amor incondicional que puedo tener sumado al que tengo por mis nietos (obviamente, este amor puede no ser correspondido de igual forma, pero eso ¡Qué importa!)

Para mí tener a mis hijas significó y significa: tener miedo de que les pase algo malo, y en el paquete viene noches sin dormir, desasosiego, nerviosidad, inquietud y el extrañarlas cuando no las veo. PERO TAMBIÉN SIGNIFICAN

Mi alegría cuando ellas están alegres.

Son el resultado del amor de Víctor y del mío.

Son mi esperanza cuando las veo esperanzadas.

Son mis dioses en la tierra.

Son mi posibilidad de estar en este mundo, aún cuando muera.

Siempre creí y creo que lo que más vale es lo que más cuesta, lo que requieren mayor esfuerzo y trabajos.... Mi familia es lo más valioso que tengo, por eso la disfruto y la sufro en cada cosa que nos pasa.

PERO respeto y creo que no todas las personas puedan creer lo mismo que yo respecto de los hijos. Creo que no hay instinto materno, solo hay un proceso cultural en el que aprendemos ser padres e hijos. Algunos no eligen la carrera de padres y es como en todas las cosas, es porque no les interesa el título de “papá” o de “mamá”.