5.1.12

¿De qué podemos hablar? ¿Todo es relativo?



Desde hace mucho tiempo me pregunto: si las personas se pueden liberar de su cotidianeidad y de su historia, cuando intentan traducir una masa amorfa de pensamiento en una masa convencional de sonidos que la llevan a hablar.

En mi niñez vi a mi abuelo llevando las cuentas de su negocio, en un clavo ponía las facturas que estaban impagas y en otro las que iba pagando. Mi abuelo tenía un almacén de esos que abastecían de “casi” todo a la gente del pueblo sin importar si podía o no pagarle (Anécdotas que fuimos recibiendo con el tiempo a través de aquellos que fueron beneficiados con la generosidad del abuelo). Mi abuelo murió cuando yo era muy chica y el negocio quedó en manos de los hijos y un yerno. (Craso error, como en todos los negocios de familia la sociedad duró poco y fueron unos cuantos los inconvenientes, los tejes y manejes). El dolor que esto me produjo me impulsó a querer ser perito mercantil, como para entender algo de ese llevar las cuentas de un negocio. Con el tiempo entendí que el inventario que le habían dejado a mi padre hacía agua por todos lados; la mercadería que le dejaron era invendible y el precio un escándalo, eso sin contar las deudas por cobrar que ya estaban cobradas.

Aprendí entonces que la contabilidad era una herramienta por la que las personas a partir de documentos se clasifican, registran y resumen las operaciones mercantiles de un negocio con el fin de definir sus resultados e interpretarlos. Los datos que estos registros proporcionan se convierten en información útil para la toma de decisiones.

Pasaron los años y, aún sin proponérmelo y sin ser contadora, acumulo datos que en algún momento se transforman en información útil para “x” decisión o simplemente para sospechar algo sobre el mundo que me rodea.

Y no sé dónde ni cuándo se me dio por suponer que los consumos contaminan nuestra forma de pensar y de actuar, tal vez porque leí Los buscadores de prestigio de V. Packard cuando se estaba terminado la década de los '60. Terminé mi adolescencia en los ’70, eran años donde todavía no nos había atacado el consumismo de lo descartable, ni la marca era lo importante. El papá de Mafalda tenía un auto “donde lo importante era la persona.” Ese autito o un “fitito” eran los modelos de auto que podría llegar a tener, si laguna vez me compraba uno. En los ’70 tratábamos de estar en el mundo informándonos de lo que ocurría, hablábamos con la mayor seriedad posible sobre lo que acontecía, opinábamos de esto o de aquello -e ilusos o no- suponíamos que podíamos cambiar el mundo. Creo que el “mundo” prácticamente nos pasó por arriba y, unos más, otros menos, hemos ido cambiando (algunos cambiaron muchísimo -como cierta profesora de la benemérita facultad de Filosofía y letras- y a más de uno le cuesta creer que sea la misma persona y no otra).

Antes del 2000 le escribí a un joven en una carta (¡qué antigüedad! Carta de papel manuscrita), decía escribí algo así como que de tanto ocuparnos por las dietas light, se nos habían adelgazado las neuronas y nuestra forma de pensar había enflaquecido. De ahí en más presté atención a las reacciones que tenían las personas cuando en una reunión intentaba hablar algo serio. Recordé que, mucho antes, había hecho un comentario sobre una canción del carnaval en Brasil y mi interlocutora se sintió molesta por mi comentario “intelectualoide” sobre la abolición de la esclavitud…

Tal vez, ese comentario no fue el primero que me hicieron. Lo recuerdo por la forma en que me fue dicho, fue una lucecita que se sumó a otros comentarios por el estilo, sobre todo uno muy reciente. Así, por una suma de experiencias pensé en mi forma de contar y la pertinencia de ese contar, en el si debo o no debo hablar acerca de datos que almaceno, proceso y me dan una visión del mundo que ya no sé si es válida.

El día que tuve en mis manos un ejemplar de El hombre light (fue a comienzos del 2000) me pregunté si fatalmente me convertiría en una persona más a la que (...) Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Como consecuencia de los múltiples cambios que ha observado en su vida "todo vale," "qué más da" o "las cosas han cambiado". Me pregunto si mi pensamiento se ha adelgazado y es débil, si hay firmeza en mis convicciones, si me ha invadido la indiferencia y el relativismo cuando me callo, cuando escucho y dejo que el otro diga, haga chiste desvirtuando la posibilidad de una charla seria.


1 Comments:

Blogger Flor Val said...

Muy bueno!!Me encanto!!!Me hizo pensar y reflexionar mucho!!Como todo lo que nos decis!! jajaja :D
Flor! :)

05 enero, 2012 19:58  

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