1.11.11

Gorilas, gorilitas, gorilotes, gorilones...

En mi bella Argentina, en medio de los dimes y diretes, de las corrientes subterráneas políticas, de las restricciones para comprar dólares, de 50 personas que protestan y cortan una avenida (calificada como protesta "mamarracho"), de los problemas de inseguridad, de la inflación, de la justicia que fallando y fallando diga que es excesivo reprender a una alumna por el uso del celular en clase, porque la niña no tuvo derecho a defensa... y el papá la justifica porque ¡pobre! estaba aburrida y merece ser abanderada... Dentro de este aluvión de noticias me atrevo a barruntar si, en el juego de palabras, terminan los "litigios" en el no acertar o equivocarse.

El zoo animal en mi país está compuesto por algo más que políticos o, tal vez, haya que pensar si no estamos todos camuflados de indiferentes y "prolijitos" ciudadanos mientras que por debajo se esconde un fascista (que no sé si es pequeño o gigante).

Después de las elecciones escuchando las altercadas réplicas de un lado y de otro, me miré al espejo pensando si no me estaría poniendo una piel de gorila. Pero, me confundo con el término porque gorila eran los antiperonistas y los montoneros sospecharon en el '74 que en el gobierno del mismísimo Perón había unos cuantos gorilas.
Como siempre sostengo: si no nos ponemos de acuerdo en el significado, las palabras confunden. Alguien dice cebollas y otro se va para el lado de los tomates.

Y aquí viene mi duda ¿qué es ser peronistas?, ¿qué es eso de justicia social?, ¿es el gobierno actual peronista?, ¿son herederos de los montoneros?, ¿a los montoneros nos los echó Perón de la plaza? ¿Y quién lidera a los trabajadores del campo? ¿Con qué parte del peronismo tiene que ver?
Internas. Sí, como siempre internas dentro de un partido, dentro de un club (sea Boca, River u otro más chico) se disputan el poder o el dinero y las barras bravas terminan en algo más que juego de palabras o empujones.
Y como escribiera un filósofo en cada organización, aparato de Estado o no, se ve reflejada la sociedad (con perdón de la ideología). En términos generales, a los argentinos nos encanta llevarnos a las "patadas" (y no es por el fútbol solamente), disputar por cualquier cosa, olvidarnos del todo y cuidar nuestra quinta. En el mundo entero hay problemas, cada vez más serios, en la administración de "recursos escasos". Las entidades parásitas (financieras o como se llamen) devoran todo lo que encuentran en el camino, no importa si hay hambre, enfermedad, sentimientos, necesidades... Hay quienes tienen más y quienes cada día tienen menos. La contaminación cada vez es mayor, el cambio climático no me parece natural, hay recursos naturales que se agotan, en Europa los países ya no tienen relaciones cordiales, en EEUU la situación no es la de antes, América Latina siempre bailó el ritmo que le impusieron desde fuera...
En medio de tanto punto suspensivo, en este seguir alterándonos los unos contra los otros -hay argentinos muy enojados con "este país"(1), les da asco como votamos, como somos y, como si fuera poco, los dólares se van fuera exprimiendo la única vaca que nos queda.

Me viene a cuento en este desencanto de indiferencia, de gorilas, gorilitas y algo más, "Yira... yira..." ["gira... gira..."] un tango, escrito durante la crisis del '30. Discépolo, fue su autor, quien más tarde fue un acérrimo peronista. Para reflexionar, un pedacito de este tangoque no sé si es burlón o compadrito:

Cuando la suerte, que es grela,
fallando y fallando
te largue parao....
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao...
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol....
Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.


(1) Y como somos tan poco originales los argentinos solemos referirnos a la Argentina como "Este país" en lugar de decir "mi país". Pero ¡Qué cosa! Larra - a comienzos del siglo XIX- escribió en España un artículo titulado "Este país" que comienza así

Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas que nacen en buena hora y que se derraman por toda una nación, así como se propagan hasta los términos de un estanque las ondas producidas por la caída de una piedra en medio del agua. Muchas de este género pudiéramos citar, en el vocabulario político sobre todo; de esta clase son aquellas que, halagando las pasiones de los partidos, han resonado tan funestamente en nuestros oídos en los años que van pasados de este siglo, tan fecundo en mutaciones de escena y en cambio de decoraciones. Cae una palabra de los labios de un perorador en un pequeño círculo, y un gran pueblo, ansioso de palabras, la recoge, la pasa de boca en boca, y con la rapidez del golpe eléctrico un crecido número de máquinas vivientes la repite y la consagra, las más veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución.
«En este país...», ésta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. « ¿Qué quiere usted?» -decimos-, « ¡en este país!» Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: « ¡Cosas de este país!», que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos.