22.11.11

De violetas y amistades

Amigas (en mapuche, tal vez, pu anay)

En diciembre de 2001 fui al aeropuerto a despedir a una amiga de esas con las que las palabras parecieran sobrar para decir el afecto que nos tenemos. Ella me dijo: ya sé que no te gustan los yanquis, vos no harías esto. No le contesté, no me importaban ni los yanquis, ni mi detestarlos o quererlos, me dolía que se fuera, que a los cincuenta emprendiera una aventura de ese tipo.

Cuando escuchaba las noticias sobre el país del norte solo me atraía lo que ocurría en La Florida, pensaba en los tornados, en la crisis, en el problema con los inmigrantes… En este tiempo intercambiamos mails, me llamó alguna vez por teléfono, nos mandamos fotos, pasó el tiempo y ella vino de visita a su país, a su lugar de nacimiento y luego a esta ciudad donde nos conocimos.

En una agenda apretada, la espera del nacimiento de un nuevo nieto, me llamó y acordamos en encontrarnos a tomar el té en Las violetas, sugerencia de su hijo mayor cuando la escuchó hablar por teléfono.

Decir Las violetas es decir un lugar donde va gente mayor a tomar té con tortas, sándwiches, masitas hasta no poder terminar lo que viene en una bandeja. Me puse a pensar en el significado de violeta como nombre, modesta, y en violeta como color de buen juicio de personas que buscan la realización espiritual, que aporta paz a la mente, que invita a la magia, el misterio y la fantasía.

Más allá del nombre, me preguntaba cómo sería el encuentro después de diez años, recordé otros encuentros con otras personas después de un tiempo sin vernos. Tenía miedo de encontrarnos. Y fue solo vernos y como si esos diez años no hubieran transcurridos, el afecto, el saber que no pensamos igual, el respeto nos llevó a contarnos una milésima parte de nuestra vida y fuimos hilvanando de nuevo aquello que nació cuando éramos dos chicas recién llegadas del interior de nuestro país. Y la miré a los ojos, vi algunas lágrimas cuando contaba algo que le dolió en esos 10 años, le hice un inventario de lo que me afectó para bien o mal en estos años. Se nos pasó el tiempo tan rápido, caminamos unas cuadras, llegó el tiempo de despedirnos y volvió a darme ganas de verla otra vez, de ir a Ezeiza y desearle un nuevo buen viaje a la espera de su regreso.