5.7.10

Un hombrecito de cuatro años

Hace cuatro años el peque Nicolás me dio el título de abuela y me sentí distinta, tal vez, una persona buena frente a ese hecho casi incomprensible de una nueva vida. Jugué y juego con él, como quizás nunca jugué en mi vida. Rió, me tiro al suelo aunque después me cueste un Perú ponerme de pie.

Cada vez que él tiene una nana a mí se me paraliza el mundo. La fiebre es un trastorno, más allá de mis exagerados temores.

Anoche el celular fue el medio que me acercó la noticia. Primero el mensaje, luego las llamadas “tiene 38 y medio, no soporta la luz, habla y no tiene sentido lo que dice, tenemos que esperar al médico, cuatro horas” “¡¿CUATRO HORAS?!” “Es posible que sea gripe A, no hay que llevarlo a ningún lado”. Y el mundo se detiene, y se me viene la avalancha de cosas posibles, el miedo a las convulsiones, los remedios que no puede tomar, los remedios que ya toma, y luego médicos que no aciertan con el diagnóstico, que es una angina fuerte, que otitis, que faringitis, que durante cuatro días va a tener fiebre… El paseo del fin de semana se transforma en molestia, quiero estar cerca del peque, tengo ganas de correr más de cien km y estar en mi casa, estar lista para ir a ver a Nicolás cuando me lo pidan. Con la noticia el abuelo se enojó conmigo como si yo tuviera la culpa, no pude decir nada, en esos momentos no me sale nada, me quedo sin palabras, sin lágrimas… No dormí bien, me dolía cada centímetro de mi cuerpo, me tranquilicé cuando me dieron la noticia de que por cinco horas no tuvo fiebre.

El encuentro con mi segunda nieta -una muñeca de cara redondita, ojos verde-gris claro, cachetes rosados, nariz perfecta, pelo castaño oscuro y con muchos rulos, en síntesis: una muñeca- no me alcanza para mejorar mi ánimo. Ella es linda más allá de nuestro parecer, la gente le dicen que es hermosa cuando va por la calle y ella está empezando a comprender “qué es ser hermosa”.

Ni jugar con la peque me alcanza, pienso en Nico. ¿Llamo o no llamo? Tuvieron una mala noche ¿y si los despierto? Miro el reloj una y otra vez. Bueno, llamo, si me mandan al diablo tienen razón, pero la acidez me está matando, tengo que tranquilizarme; entonces me dicen que el peque está mejor y me recuesto a tomar un poco de sol.

Volvemos del paseo y vamos a verlo, son las ocho de la noche le llevo una revista y las bananas para el licuado. Lo veo, está jugando con tía Tití y me siento en una silla y no puedo dejar de mirarlo, estoy enamorada de este hombrecito de cuatro años, es tan hermoso nuestro pequeño, lentamente me dejo estar, siento que estoy muy cansada, que tengo sueño. Me digo “esta noche voy a dormir de un tirón”. Aflojo cada centímetro de mi cuerpo, cada neurona se disciplina para reprocharme mi estado de ánimo. “No hay que ponerse así porque no ayudás a nadie.”

Mi querido Nicolás, espero que esta noche duermas bien.