4.12.09

Línea de frontera Cap. IX

Notas borroneadas al final del cuaderno
Me resulta difícil escribir
Hoy releí el final de Altazor, el verso final me sigue pareciendo un ¡ay! camuflado en ese “Ai a i ai a i iii o ia”.
No he volado ni alto ni bajo en un poema que no es, ni será, ni debió ser, y como un Ícaro (más torpe que soberbio) se me quemaron las alas por un sol que un día me dijo “Felicidades hoy has pasado a ser…” Y mi aventura de vivir, que no es de lenguaje, nuevamente me indica que no hay palabras para nombrar ciertos dolores, ni para cercarlos, entibiarlos o adormecerlos.
Y no sé si irme en un camino de apariencias, en una sonrisa estúpida o si debo arrancarme los ojos y caminar en el exilio comunicando ¡Ea! Miren cuanto sufro. Pero el dolor se me hace pecho, no tengo lágrimas, no tengo forma de quitármelo de encima.
Entonces me castigo, digo “es mi sino que viene a cobrarse mis días felices, es mi culpa que viene a castigar mis pecados por lo que hice o dejé de hacer, por lo que dije y por lo que me callé, también.” Cuando eso no me alcanza cometo actos tontos, de una extremada tontería, para que otros me castiguen y el castigo no caiga donde no debe.
Parafraseo las palabras de Vicente:
(…) qué desgracia me persigue
En la urna de las flores impacientes
Se encuentran las emociones en ritmo (in)definido