19.11.09

Líneda de Frontera Cap. VI

Ivana miró el cesto de mimbre y pensó en otra semana que se le pasó. En su cuaderno había anotado fragmentos: “En un bosque de cien mil árboles no encontrarás una hoja igual a otra. La vida de cada quien, como cada una de esas hojas, es única. Haz de tu vida lo mejor posible. Escribe la mejor historia.”
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“La vida como un puzzle, es un enigma. En el arte del puzzle cada elemento no preexiste al conjunto, es el conjunto el que determina sus partes. Podríamos decir que no se trata de un juego solitario, el gesto que hace el que rearma las partes ha sido hecho antes por el creador del mismo. Eso sí, esto era cuando el puzzle era armado en madera y pieza por pieza. Hoy son un simulacro de cartón con piezas todas iguales. ¿Quién habrá determinado los movimientos que debo realizar? ¿Qué jugador detrás del jugador estará moviendo los hilos para que hagamos nuestros movimientos, reconocimiento y colocación de cada cosa en su lugar?”

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Miro, veo, escucho, junto detalles. Hay tanta historia para contar, tantas en relación a la familia. El enredo como un puzzle se proyecta en el fondo de la caverna que habito. Sonrío, sonrío.
Recuerdo una técnica para el olvido: contar, contar de diferentes modos aquello que se adhiere a mi cerebro y a mi corazón. El repetirlo lo diluye, lo licua, no tiene la sustancia que tenía. Sonrío. Sonrío.

Tal vez deba usar otra técnica. Cierro suavemente mis ojos y armo paquetes con lo que quiero olvidar, los coloco en una mochila, subo a un largo tren, camino con mi mochila cargada de paquetes y voy hasta el último vagón. Abro la puerta y arrojo uno a uno los paquetes. Pero no sonrío, lloro. Estoy de duelo por lo que abandono, poco a poco dejará de pesarme el arrojar mis lastres.
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Sí, podría empezar, así de un modo poco pensado y lento, en un lugar de todos y de nadie. Donde todo y nada se cruza. En una hoja de papel. Escribir con el lápiz tiene sus beneficios y no necesariamente se trata de analfabetismo tecnológico. Siento que debo tener un poco más de inteligencia de la que pienso o de la que alguna vez midieron en múltiples test. Kitty Burns Florey, escritora norteamericana, ha escrito con tanto énfasis sobre la importancia de escribir a mano que, según el Financial Times , ‘podría provocar un renacimiento de la escritura a mano’. Ella nos cuenta que Paul Auster, Carlos Fuentes, Joyce Carol Oates, Doris Lessing, y hasta JK Rowling y Steven King hacen por lo menos sus primeros borradores a mano, y la explicación no siempre es una cuestión de edad o de costumbre. Mirá vos, si gente importante escribe a mano ¿igual costumbre me convierte en escritora? Mejor no pienso, los pinceles no me convierten en pintora ni el cincel en escultora.”
UHAUUUU!!!! ¿O Guau?