15.9.09

Línea de frontera

Ivana salió con el sobre del laboratorio en la mano, pasó frente al bar ubicado en el mismo lugar del que frecuentaba cuando era joven, no quedaba nada más que la ubicación. Se le apelotonaron algunas imágenes de aquel tiempo y calculó cuánto le saldría un pequeño desarreglo en su presupuesto de salud y dinero. Sonrió, mejor era no sacar cálculos y entró. Recordó un mail que le mandó una ex compañera de trabajo sobre la conveniencia de hacer cosas interesantes, de tener una vida interesante en lugar de perder tiempo fregando la casa. Si te dicen “que tengas una vida interesante” parece ser que alguien te está mandando un buen deseo. Ivana sonrió, no se trata de un buen deseo, sino de una maldición como escribió Ana María Shua, sobre todo cuando agrega: “¿a quién le interesa la felicidad ajena?"
Ivana se sentó en una mesa con vista a la calle, abrió el sobre y se fijó en los numeritos referidos al colesterol, a los triglicéridos y volvió a sonreír. Lo hacía convencida que bastaba con la mueca de una sonrisa para que el cerebro se confundiera y reaccionara “en positivo”.
En la vereda un par de mujeres pitaban desesperadamente un cigarrillo, seguro que habían salido del edificio con mármol negro en el frente. ¡Qué ganas de arruinarse la vida! Antes se podía fumar en los bares, en espacios cerrados, en las oficinas. Recordó algo de los tres años pasados justamente en ese edificio. ¿Cuántos cigarrillos fumaba? Hubiera sido un problema para ella la prohibición de fumar
Ivana ojeó el titular del diario que le habían obsequiado en el subte: Alerta por inédita ola de suicidos de trabajadores de France Telecom. Leyó: “Después de 23 suicidios, el último de ellos el pasado viernes, el de una mujer de 32 años que se arrojó por la ventana de su oficina (…)”. Conjeturó si esto de los suicidios sería contagioso, había muchas formas de autodestruirse, unas eran más evidentes que otras. Siguió leyendo sobre los despidos, sobre la famosa palabreja “restructuración” cuando los números no son como los empresarios desean. Ella solía o suele verse trabajando en cualquier organización “como tornillo descartable, donde hoy estás; mañana no te necesitan y te reemplazan.” Estaba y está contaminada por una visión kafkiana en que los individuos son números, tal vez un nombre de pila sin apellido como José K. Se ganó más de una mostrada de dientes, había gente que creía en las bondades de las empresas, fundaciones, instituciones varias donde había trabajado.
En la barra del bar estaban atareados, supuso que iban a tardar en atenderla. Tenía algo de tiempo. Si no se hacía tarde, tal vez fuera al cine después de ver a la médica. Miró como le llevaban una generosa porción de torta con crema y un café a una mujer “rellenita”, no pudo dejar de asociar el aviso de la tele en que todos se fijan en lo que hace el otro maltratando su salud. Están los que fuman, los que comen mal, los sedentarios, los que se amargan por cualquier cosa… Sonrió y se pregunto ¿qué de todo eso no soy o no hago? Se acercó la camarera y le ofreció la carta con el menú. A Ivana le resonó el sermón, de la anterior visita a la médica: “tenés que mejorar tu dieta, no puede ser que los triglicéridos estén tan altos, lo del colesterol vamos a ver cómo lo solucionamos. Los triglicéridos son por los hidratos… bla! bla! En un mes tenés que repetir el análisis”. Había pasado un mes y estaba peor. ¿Qué le estaba pasando? En el laboratorio había leído en una revista sobre ciertas personas, en su mayoría jóvenes, que sufren de una especie de desorden en su comportamiento, que a veces les lleva a poner en peligro su vida. Personas en estado de confusión, como si no tuvieran una identidad propia suficientemente constituida que les sujete en la vida. Personas que viven en una permanente inestabilidad emocional, como en una especie de "montaña rusa", de la cual, y esto es lo grave del problema, pueden salir despedidos en cualquier momento.
Ivana guardó el diario, imaginó una línea, un borde, ella situada en el borde. Sintió fastidio no tenía ganas de pensar, sacó de la cartera un libro de cuentos. Durante un mes había tratado de cumplir con la dieta y el resultado era peor. Tal vez no tenía que ver con la comida, era el estrés, esa sensación de estar en el borde aunque ya estaba vieja para tales síntomas. Mientras esperaba que viniera la camarera tomó en cuenta lo que había leído y la serie de asociaciones que había hecho. Todas tenían un sentido, iban hacia un mismo camino, el fastidio empezaba a ganar terreno, abrió el libro y empezó a leer el primer cuento, quería huir de sus pensamientos. La camarera se acercó y le pidió disculpas por la demora. Ivana pidió un té con limón. Siguió leyendo, una frase la sobresaltó “nunca había pensado que se podía querer a alguien de esa manera, dándole poder absoluto sobre su felicidad.” Ivana quería y quería, quería a sus hijos, a sus hermanos, a sus amigos, a los compañeros de trabajo, a su trabajo (aunque en las organizaciones la trataran mal) y hasta quería a la médica; era probable que ninguno se diera cuenta de cuánto los quería. Solo una persona merecía una parte de su felicidad y sintió que era justamente la persona a la que menos daba el lugar que merecía. Ella se dijo “de eso se trata, del poder que doy sobre mí a quien no debo”. Estaba harta, ese estúpido temor al abandono, a que no la quisieran y moverse en el parque de diversiones de la vida subida a una calesita, jamás se decidió por una montaña rusa, un pararacaídas o un parasubida, “sobreadaptada” le habían etiquetado. Abrió el diario y se fijó en el horario de la película que quería ver, tenía cuarenta y cinco minutos para llegar, el cine estaba a cinco cuadras. Sacó el celular para llamar al consultorio y lo volvió a guardar. Calculó el tiempo. Contó el dinero que tenía en la billetera. Se paró rápidamente, fue hasta la barra, se sentó en un taburete y pidió cambiar el té con limón por una torta de chocolate con crema y merengue más un jarro de chocolate caliente.

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2 Comments:

Blogger Loca xq sí said...

continuará?

17 septiembre, 2009 10:57  
Blogger Amy said...

No sé... Si sigo leyendo el libro y se combinan frases...

17 septiembre, 2009 17:40  

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