14.1.09

Percepciones

Una abuela le entregó a su nieto de dos años y 7 meses una bolsa de lienzo, tiene pintado un tren y al pie dice “juguetes de Nico”. La abu le dijo “es para poner los regalos que te va a traer Papá Noel”. El niño miró el tren y siguió jugando.
Al día siguiente la mamá le dijo al niño “Guardá los juguetes en la bolsa que te regaló la abu”. El niño respondió “me la trajo Papá Noel”.

Que un niño junte la entrega de los regalos realizado por un hermoso Papa Noel (muy temeroso de que su nieto le reconociera) con el regalo de la abuela es justificable, lo tremendo es ir por el mundo y escuchar los “errores” de percepción de gente que se supone ha madurado la facultad de percibir (entre las que me incluyo).
Aquí van algunos ejemplos:

Los integrantes de un matrimonio me dijeron por separado “nos casamos porque ella estaba embarazada”, “nos casamos para que no fuera a hacer el servicio militar y le mentimos a…” Supe después que las suegras de cada uno tenía una de esas versiones. Quiso el pudor que no los enfrentara y les hiciera la pregunta el uno frente al otro y me quedé con la duda sobre la “mentira” –si la había- o si eran verdades parciales para evitar la oposición de las madres.
(¿Se trataba de eso o de relatos empañados por mi percepción? Debo agregar: ese matrimonio ya no es tal.)

Una mujer de más de 50 creó una explicación para su mala relación con los padres donde ellos tenían la culpa de todo. Después de la muerte de la madre dijo “Y murió sin pedirme perdón”. (Conjeturo que ella debió de pedirles perdón a sus padres, por lo mal que los trató durante muchísimos años. El tiempo hizo que la novela familiar se continúe en la relación con sus hijos.)

Una joven le dijo a la madre de su novio que él le ha dicho “vos no me preparás las galletitas con mermelada como mi mamá”. La madre del novio se levantó y fue buscar galletitas y mermelada para que se las lleve al hijo. “No, no. No es que quiera comer ahora galletitas. Él me lo dice para pelear.”
(Siempre que hablamos ¿nos entendemos así?)

Le dije a un arquitecto “Esos electricistas no saben nada” Me contestó “es su percepción, hicieron perfectamente la instalación en un edificio nuevo”. Con mucho enojo toqué el teléfono del portero eléctrico y le dije “De esto no sabe nada, de nada” Y empezó a atacarme con el estado de la instalación eléctrica de mi casa. Le iba a explicar la larga historia que supongo que conocía a medias, pero decidí callarme. Que alguien coloque cables nuevos no implica que sepa resolver el estado del cablerío que desarreglaron dos electricistas que no tenían ni idea (que habían sido mandados anteriormente por el mismo arquitecto). Además, uno de los que había venido me había confesado que había venido a ayudar al otro porque él no tenía ni idea de la parte eléctrica (él era albañil) y el otro no se había dado cuenta que el color de los cables era diferente entre el segundo y el primer piso y que habían sido conectados al revés. Estuvieron haciendo ensayos durante toda una mañana, 1º pensaron que era el aparato, después mal los cables y luego no sé qué.
(El arquitecto ¿me quiso sobrar?, ¿no quería reconocer la ineptitud de la gente con la que trabajaba? o ¿me vio cara de necia?)

Una joven dijo que su abuela, treinta años atrás, le había dado un par de consejos para su vida y el tener un marido. La joven los comentó con innegable desdén sobre el valor de aquello. Cierto es que la joven buscó marido, tal vez, lo más parecido que encontró no era lo esperado. (Ojalá, me equivoque sobre el embrión de marido.)

Y no importa cuántas veces uno trate de consolarse en ejemplos pasados propios o ajenos, y del error de percepciones, embrollos y otras yerbas, algunas son como una patada en el hígado, una pesadilla. En esos momentos quisiera dormir y despertar cuando todo esté tranquilo, decir “fue una vez más, nada más”