6.12.08

Un Árbol de Navidad

Hace unas cuantas Navidades, en el año 1976 –como para ser un poco más precisa en el uso del lenguaje- tuvimos un hermoso árbol cargado de afecto.
En aquel diciembre, que como todos los diciembres es época de fiestas y exámenes para los que estudian, no teníamos un árbol de Navidad.
Papi preparaba sus exámenes, le faltaban diez materias para recibirse, en aquel año se esforzó mucho para rendir la mitad, sobre todo si tenemos en cuenta que trabajaba ocho horas en una oficina.
Como el departamento era pequeño, solo dos ambientes, para los cinco, para darle un poco de espacio y tranquilidad a papi mientras estudiaba, mamá salía a dar largos paseos con las tres nenas.
Paulita tenía dos añitos, Maru y Celes eran muy bebitas. Con las melli sentadas en su carrito y Pauli trepada en la parte de atrás íbamos a mirar vidrieras. Como es costumbre en esa época del año había arbolitos de Navidad por todos lados. Falta poco para Navidad- le explicaba a Pauli que se quedaba mirando los “belolitos”.
La gente hacía sus compras contagiadas por el espíritu consumista navideño, pero se tomaba su tiempo para mirar ese carrito colectivo con las tres niñas empujado por mamá.
Pauli pidió un “belolito para casa” con Esús y Santa María. Lo hizo de tal forma que mamá se sintió triste.
Cuando llegaron al departamento mamá habló con papá, pensamos en comprarlo, pero después de sacar cuentas no era posible. Mamá sintió el sabor amargo de tener que decir que no, pensó en todos los papás que no podían comprar cosas más importantes aún para sus hijos, aún así no se consoló.
Papá dijo: No importa lo haremos.
Toda esa noche mamá pensó en cómo hacer el árbol sin gastar un solo centavo. Tras un intento fallido de forrar con papel unos alambres, resolvimos desarmar una rosca de Navidad (bastante grande por cierto) y utilizarla para hacer las hojitas. Un palito de un juguete roto sirvió de tronco, los alambres de un par de cajones que mamá pidió en la feria municipal fueron las ramas, las hojitas se hicieron con las de la rosca, la maceta fue una lata de cera con yeso que nos regaló el papá de un amigo. Faltaban los adornos y utilizamos el recurso de paquetitos forrados, la abuela Zulema nos regaló parte de los adornos de su arbolito (que conservamos hasta hoy) y una guirnalda de luces. Ese año mamá hizo muñecos de tela, papá dio clases y compró un par de juguetes…
Tuvimos una hermosa Navidad donde lo abundante fue el amor que aún nos une, aunque ya no estén con nosotros los abuelos…

Este año, cuando les pedí unificar regalos, gastar menos, buscar algo útil… tuve ganas de volver a escribir sobre esa navidad, más allá de todo sentido religioso, tomando en cuenta el rito de parar en el traqueteo cotidiano y celebrar el estar juntos como lo haremos mañana, tal vez, como dijo Pau “ya no vamos a celebrar el que haya recuperado las fotos, sino que salieron todos sanos del auto”. El viejo falcón, está cansado, humeó negro y terminó sacando algunas llamas por debajo del capó, en la semana veremos si nos seguirá acompañando en nuestro cotidiano desplazarnos de aquí para allá.


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Me puse a relacionar lo que escribí con los posibles significados de "árbol como símbolo".
El árbol es uno de los símbolos esenciales de la tradición. (...) el significado general del árbol es el eje del mundo y expresión de la vida inagotable en crecimiento y propagación. (Aunque no podamos olvidar que existen otras formas de simbolización del árbol como del bien, el mal o la muerte, me quedo con la primera parte :)