28.11.08

Caminante no hay camino…

(la escritura como confidente del rumiar interno, antes que andar hablando sola por la calle)

Otra vez los fantasmas del desempleo, en uno de los colegios donde trabajo vi a una profesora, con la que compartí un lugar de trabajo hace diez años, sentada fuera de la sala de profesores. Me acerqué y le pregunté ¿Qué te pasa que no venís? Me enteré allí que la echaron, que se mandó una metida de pata, pero en realidad la iban a despedir antes de eso. La metida de pata fue porque vio los papeles antes de tiempo y no debía revisar esa carpeta, ni entrar en esa oficina… La desesperación puede hacernos cometer actos estúpidos.
La recordé en el anterior colegio, más joven, más delgada, tenía los padres vivos aún… No perdió la costumbre de hablar, de decir lo que piensa… También vi a las que se dicen amigas, normalmente hablan, hacen chistes, dicen esto o aquello, en tonos superficiales y luego por detrás dicen “es una desubicada” con la lógica de dos más dos es cuatro. Recordé el otro colegio, donde alguna vez trabajamos, estaba agonizando por malos manejos directivos y las etc. En este caso las cosas pasan más o menos igual. Mi compañera de trabajo nunca terminó de parecerme compañera ni nada que se le parezca, pero no pude dejar de sentir pena por su situación.

En mis manos tengo un papel en donde me piden que haga una evaluación con respecto a mi trabajo, a la relación con la secretaría, con la dirección del colegio, etc… ¿Qué hago? ¿Digo la verdad? ¿Que la secretaria tiene solo ese trabajo y tiene al marido enfermo y tengo miedo de incomodarla? ¿Qué percibo que tiene miedo de quedarse sin trabajo o que no le paguen como corresponde? ¿Qué me he sentido mal tratada y humillada por…? ¡Bah! De tanto andar entre este tipo de gente uno aprende a no involucrarse y a practicar toreo. Después de todo fui a trabajar allí con el tiempo contado, hasta diciembre. Aunque el dinerillo no me venía mal, el año que viene podré pasear los fines de semana con más tranquilidad (esto me suena a la zorra y las uvas, mi otra rectora me dijo: ¡Largá ese colegio! No es saludable).

Buenos Aires hoy está templado, después de un día sofocante en que las personas gozaban transmitiendo su mal humor y culpando de todos sus males al gobierno (sic), por la falta de luz, de agua, de qué sé yo qué… también estaban los que hablaban solos/as; más de un vez miré por si tendrían un teléfono, pero no. Pensé ¿cuándo y por qué ocurre? ¿Por soledad? ¿Por qué la angustia es cruel y mucha? ¿Cuándo voy andar así?
De caminar por las callecitas del centro aprendí a agradecer el no tener que trabajar allí, a cada paso se me planteaban la duda si estaba caminando hacia el infierno, a cada paso las calles me parecían más calurosas, dignos almacenes de los rayos del sol + el calorcito de los aires acondicionados + el de motores de millones de automotores jadeantes por tanta frenada y arranque; también las sentía más ruidosas por casi las mismas razones anteriores a las que se sumaban los gritos e insultos de las personas, los bocinazos, las sirenas de ambulancias…
Y de caminar por la vida uno aprende que los caminos por los que andamos siempre enseñan nuevas salidas, nuevas formas de ver aunque todo se parezca nada es igual. La gente suele tener ese toque de diferencia que nos hace meter la pata. Del papel de la escuela debería hacerme la distraída, esperar a que me lo pidan, del calor y el malestar que me rodea, del infantilismo porteño de creer que la culpa siempre la tiene el otro (y sobre todo cuando es del partido político –o equipo de fútbol- opuesto) mejor ni hacerme eco. A veces me produce acidez sentir tanta tontería, pero he aquí que con nuestra única certeza prefiero entrar al infierno de manera apacible y tratar de acostumbrarme al calor, a los ruidos y a los golpes. ¡Ejem!

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Pasaba a saludar...

28 noviembre, 2008 23:30  
Blogger Amy said...

Hola, Sir...

29 noviembre, 2008 18:24  

Publicar un comentario

<< Home