3.5.08

Grajeas sueltas

Una viejecita caminaba por las calles de mi barrio sosteniéndose del brazo de un joven.

Ella dice:

-No voy a mirar más esa novela. Me pone muy triste.

-¡No! Mejor mire los noticieros- le aconsejó el joven.

(¡En fin! Cada cual interpreta como puede, yo leí El queso y los gusanos casi como una novela. Me olvidé del análisis del discurso del dominante para desentrañar el del dominado)

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El 25 de abril fue una nueva conmemoración del genocidio armenio.

Las vueltas de la vida me llevaron a trabajar, por este año, en un colegio armenio.

Antes de ingresar al colegio conocía a armenios, conocía algo sobre sus costumbres, sus comidas (tan parecidas a las que hacía mi abuelo). Además, vivo a unas pocas cuadras de la calle Armenia de mi ciudad, donde se concentra gran parte del movimiento cultural armenio local.

Alguna vez escribí en el blog sobre el genocidio armenio.

Y por extraño que parezca, en le colegio me siento fuera de la comunidad. Tal vez tenga que ver aquello que me dijo la rectora: Esta es una comunidad muy cerrada, te pediría que todo ejemplo que des en las explicaciones estén lejos de tu persona.

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Durante mucho tiempo me pasé buscando base teóricas para escribir un cuento que vinculara al ser humano con las “marcas” de una cultura materialista. Quería escribirlo de manera que apareciera en primer plano el desequilibrio emocional, la urgencia del tener, la vida basada en la apariencia que da la posesión de los objetos. Distinto textos me iban llevando hacia esa interpretación, pero no quería escribir nada teórico, no tengo las herramientas para ello. Simplemente pretendía cierto conocimiento superficial para escribir ficción… Cuando pedí ayuda recibí cierto comentario que me descolocó. Más tarde otros intercambios comunicacionales me desalentaron. Después encontré o una de las personas me dio algo de lo que estaba buscando, pero las explicaciones, las “marcas” de otro tipo me alejaron del tema, de las ganas de escribir… Y de tantos rodeos, de tantos dimes y diretes, creo, lentamente se me va perdiendo la ganas de escribir… Tal vez, porque no tengo nada para decir. Pensaba en Oesterheld y su maravillosa forma de elaborar una metáfora sobre la dominación de unos sobre otros, en eso que parafraseé sobre Juan Salvo.

Tal vez, en todo esto ni me queda el panfleto…

Dijo un periodista: cuando no se sabe, mejor guardar silencio…