26.5.08

A Gail Kastner

Me impresionó tanto el relato alrededor de Gail Kastner que quise expresar, de alguna forma, mi solidaridad con ella.

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Estoy leyendo el libro de Naomi Klein sobre La doctrina del shock que debería ser objeto de intenso debate público en nuestro país, aunque sea en función de ver apenas poco más allá de nuestras narices. Hace unos meses tuve una discusión con amigos, era sobre Oriente y Occidente. Mi postura era el papel que le cabía a EEUU en la guerra en Medio Oriente, en la responsabilidad de una política donde los ciudadanos son simples consumidores (aquí se me filtro un argentino que me parece brillante: García Canclini) Uno del grupo, supongo, ha pasado del “fundamentalismo del socialismo” al “fundamentalismo capitalista”. Como se trataba de una reunión donde la profundidad de los temas es lo de menos, antes de ponerme a explicar una serie de temas (sobre los cuales tengo cierta noticia) guardé prudente silencio.

La política monetarista de Milton Friedman (Qué lo parió, era cierto no más lo que pensé cuando la empecé a leer, esto me aterra. Mientras mantuve todo en meras "especulaciones" mías, me sentía más tranquila. Que alguien confirme el diagnóstico, que me ordene lo que tenía en una especie de nebulosa, no me hace para nada feliz.) No sé si toda Latinoamérica ha sido víctima de la política económica hegemonizada por los Chicago Boys -los discípulos favoritos de Milton Friedman- pero son el punto de arranque de una verdadera contrarrevolución que modeló el mundo que hoy vivimos.

El rediseño radical de nuestra economía, llevado a cabo gracias a la supresión, vía manu militari (y ya creo que, de otras más sofisticadas, a través de los medios de comunicación), de cualquier forma de oposición a esa reconversión es la que se ha ido dando desde fines de los sesenta hasta nuestros días. Klein (hasta donde leí) trata de demostrar que el capitalismo emplea constantemente la violencia, el terrorismo contra el individuo y la sociedad. Lejos de ser el camino hacia la libertad, se aprovecha de la crisis para introducir medidas que nos dejan turulatos y después de eso aceptamos lo que venga.

Así, los defensores del capitalismo, fieles de los mercados desregulados son el único camino que conduce a la libertad, a la prosperidad el respeto por los derechos humanos. Una de las cuestiones de la discusión entre amigos fue que me dijeron que los talibanes no me iban a dar opciones por ser mujer. Me pregunto ¿QUÉ OPCIONES TUVIERON LOS PACIENTES DE EWEN CAMERON? Lo leí y no me puedo despegar, sacar ese fragmentario relato de mi cabeza.

Ewen Cameron, un siquiatra de la Universidad McGill, llevó adelante en los '50, con el auspicio de la CIA, un experimento destinado a demostrar que era posible lavar el cerebro de las personas.


Klein entrevistó en su departamento de Montreal a Gail Kastner, quien sufría un leve trastorno sicológico en su juventud, cuando tuvo la desgracia de caer en manos de Cameron.

Gail, tiene problemas de memoria, sufría (sufre) ataques de pánico frente a un destello eléctrico, le temblaban las manos cuando enchufaba el secador de pelo. Su hermana gemela se quejó diciéndole “no tienes idea de lo que pasé”. “Te orinabas encima, en medio del salón, te chupabas el dedo y parloteabas como un bebé. ¡Querías el biberón de mi bebé! Eso es lo que tuve que pasar.” La familia de Gail la terminó abandonando.

A los cuarenta años formó pareja con Jacob, un sobreviviente del Holocausto, a quien le interesaban las pérdidas de memoria y de identidad. En 1992, Gail junto a Jacob leyó en un diario un titular sobre “lavado de cerebro.” Compraron el diario y prestaron atención a los síntomas: “parloteo de bebé”, “pérdida de memoria”, “incontinencia urinaria”. Allí descubrió el origen de sus males, quién la torturó y le provocó daños irreparables en su columna vertebral (por la técnicas de electroshock a la que fue sometida), que la confinan, hoy, a una situación de invalidez y dolor permanente.

Gail pidió que le mandaran su historia médica. Primero se la negaron y después se le mandaron: 138 páginas. El doctor que la había ingresado era Ewen Cameron. La describe inicialmente como un individuo razonablemente equilibrado, que sufre episodios de ansiedad causados por su padre, un hombre perturbador que la ataca sicológicamente. Las enfermeras la pintan como “alegre, sociable y simpática”, meses después cambió de personalidad. Después de unas semanas “mostraba signos de comportamiento infantil, expresaba ideas extrañas y aparentemente estaba en estado de alucinación.”

La metamorfosis tenía que ver con los tratamientos que le habían aplicado dosis de electroshock 8 veces más de las recomendadas, cócteles de drogas experimetnales como psicodélico LSD y el alucinógeno PCP (polvo de ángel), aislamiento de todo contacto humano (ni siquiera podían tocarse el cuerpo) se les enfundaba las manos en cartones, se les impedía todo visualización de tiempo, de luz, se les impedía recibir sonidos fuera de ciertas grabaciones monótonas y vaya uno a saber cuántas cosas más. (A los presos se los encierra en celdas pequeñas plagadas de cucarachas, ratas...)

Estos experimentos fueron financiados por la CIA. ¿La finalidad? Nuevo método de tortura, borrado de la personalidad, de la memoria y de la identidad. Cameron no era ignorante del uso de que se iba a dar a sus experimentos. Esto figura en manuales de instrucción a militares de Latinoamérica.

A los argentinos ¿esto no nos resulta conocido? Los de la CIA fueron “excelentes” maestros. Pueden decir que eran terroristas -aún así no lo justifico. Y ¿qué me pueden decir de Gail Kastner y de los otros tantos pacientes para justificar tanta barbarie? ¿Daño colateral, tal vez?

La CIA fue condenada a pagar 750.000 dólares. El gobierno de Canadá dio 100.000 dólares a cada paciente. (Los experimentos se hicieron allí, porque en EEUU se podía levantar la perdiz). ¿El dinero es suficiente para devolverle los tramos de vida perdida a Kastner o a las otras víctima? NO. Ni la reparará por las pesadillas que hasta el día de hoy sufre cuando recuerda sus padecimientos a manos de este siniestro médico que creía que, a punta de electrodos, podía reconvertir, como él quisiera, la mente humana.

Estos métodos ensayados en Gail Kastner y muchos pacientes (de algunos no se habrá tenido noticia) son los que hoy se aplican en EEUU a quien es declarado combatiente enemigo. De esto puede dar cuenta José Padilla, a quien no le pudieron probar ningún cargo, pero lo convirtieron en incapaz de defenderse. (Esto después de la caída de las torres).

Klein, que alcanzó el puesto undécimo, el más alto logrado por una mujer, en el Sondeo Global de Intelectuales, lista que confecciona la revista Prospect, junto con Foreign Policy, se remite a las pruebas que le entrega la historia reciente.

Si tienen ganas visiten www.naomiklein.org o, mejor aún, lean el libro.