El regreso de Will(h)ard
-¿Cuándo fue? -preguntó el oficial de policía.
- A la madrugada, supongo. Era de esperarse, aunque no se la veía mal es natural que fuera así, esto empezó hace algunos años.
- ¿Cómo que empezó hace muchos años? ¿Cómo dice que es natural?
-Hace unos veinticinco años vivíamos en una casa prestada, una casa que debió tener su historia. Nosotros le atribuíamos todo los sucesos extraños de la casa a Willard, una entidad de nuestra fantasía. El nombre se lo puso mamá.
- ¿Cómo?
- Cuando vivíamos en esa casa mis hermanas y yo, una vez, creímos ver una figura borrosa en la escalera, nosotros éramos chicas y muy afectas a creer en fantasmas, la escalera crujía bajo nuestros pies como en las películas de miedo. Unos meses después mi abuelo dijo ver a alguien en la escalera, él y mi padre bajaron con un palo para correr al intruso que se podía haber escondido en la puertita de abajo, pero no encontraron a nadie. Para mi madre esas visiones eran sombras producidas por las luces de los autos que salían del garaje de la casa de enfrente. Ella dijo que éramos como los prisioneros de la “alegoría de la caverna” de Platón. Creíamos ver como real lo que eran sólo sombras. El chiste se siguió repitiendo hasta que un día se tapó el desagüe del techo en la planta baja y se empezó a inundar nuestro piso. Mi padre fue a buscar la llave de la casa de los vecinos ausentes para destapar la cañería de la planta baja. Mi madre metió un alambre que se doblaba porque había algo duro en el caño. En el colmo de la desesperación grito ¡Willard, prometo creer en vos! ¡Ayudame! Y como por arte de magia el agua empezó a correr por aquel bendito caño. Cuando mi padre volvió a la casa ella estaba secando el piso y le contó lo que había pasado. El fantasma de Willard siguió con más fuerza, dos por tres veíamos cosas un poco extrañas, pero Willard –según mi madre era un espíritu pacífico y debíamos estar tranquilas. A esto se le agregó que ella hacía un dibujo de las cosas que quería conseguir, decía que era para no perderlas de vista e ir hacía ellas sin importar el tiempo. Mis padres querían comprar una casa, habían ahorrado con esfuerzo algo de dinero. Era posible ver en muchos papelitos un dibujo naif de una casita con chimenea. El préstamo de la casa llegó a su fin y mis padres comenzaron a buscar desesperadamente la casa. Pasaban los días, pasaron meses y por una u otra causa la compra se demoraba. Llegó el día en que mis padres cansados de tanta búsqueda fueron a ver un departamento grande, a mamá le dolía la cabeza, ya creía que no iban a conseguir nada con el dinero que tenían. Al llegar descubrieron que era posible vivir allí. Acordaron ir a la inmobiliaria esa misma tarde, mi madre casi se desmaya cuando le dieron la tarjeta de la inmobiliaria. ¿Sabe cómo se llamaba? ¡Willard! Y tenía un dibujo como el que mi mamá hacía.
Cuando nos mudamos de la casa dijimos que era hora de abandonar a Willard. En el segundo piso habíamos dejado una pelota y cuando estábamos hablando del fantasma la pelota empezó a caer por la escalera como si alguien la fuera conduciendo hacia la puerta. Nos reímos bastante, pero todo quedó allí.
Resulta que después de comprar nuestra casa la inmobiliaria cerró, nos enteramos que estuvo abierta ese verano, nada más.
Pasó el tiempo, un día papá no podía encontrar un calzador que cuidaba mucho. Al tiempo apareció y no supieron cómo. Tiempo después ella dejó un pullover que estaba enganchado y apareció arreglado. Así fueron ocurriendo las cosas y ella le dijo “es como…”, pero se calló; papá terminó la frase con “que regresó Willard.”
Mamá estaba nerviosa, ella decía "tal vez, si no es el fantasma estoy enloqueciendo, es la edad, de manera inconsciente o sonámbula me levanto por las noches y hago las cosas, luego no me acuerdo, también puede ser que quiero desesperadamente creer en los espíritus, en una vida más allá."
No sé, no sé que vio, si vio algo. Nunca le vi una expresión más dulce a mi madre, oficial. Mi padre no tiene consuelo, tenía insomnio, se levantó y se puso a trabajar en el tallercito, a las siete de la mañana fue a despertarla con el desayuno. Ya no había nada que hacer, ella había partido en paz. Ella diría que la clave debe estar en el nombre, que aunque no lo creamos los nombres son connotativos, tal vez ella tenía razón ¿Willard será un derivado de will hard?
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