16.4.08

Socorro!!! Necesito Buenos Aires para respirar.

Cierto decoro me impide utilizar palabrotas, pero ¿QUIÉN o QUIÉNES son los responsables (para decirlo finamente) del humo que invade Buenos Aires?

Y no solo es una cuestión literal lo del aire, hay otros aires que hacen que vivamos mal.


Hoy fui al consultorio médico ubicado en el centro de la ciudad. Era mediodía cuando, después de mi trabajo mañanero tomé el Subte línea D. De repente avisaron del tránsito condicional, salí a la calle para tomar un colectivo, menos mal que tenía una guía para fijarme qué colectivo me dejaba más o menos cerca. Esperé 2,30 horas para que me atendiera el médico pues había osado ir sin turno. A decir verdad, me faltaba el aire, un fuerte resfrío agravado por el humo, unos bultitos en mi cuello y la sensación de fiebre me convencieron de la necesidad de visitar al médico. Salí de allí, fui a tomar el subte línea C que decía “circula con demoras de 10 minutos”, cuando estaba en el andén dijeron "línea suspendida". Fui a reclamar mi boleto, mientras hacía la cola una “mina” se enojó y entró a revolear cosas y la “ligué en el pecho”. Le dije "pará ¿qué culpa tengo yo?" La gente estaba muy loca, yo había sufrido dos inconvenientes con el subte en el mismo día, pero hay otros que los sufren todos los días. Una joven me empezó a contar que había perdido el presentismo porque había llegado una hora tarde a la mañana, un joven le decía a la cajera que le diera un comprobante de que el subte no funcionaba, otra “mina” se puso a insultar a medio mundo porque no llegaba a horario al jardín de su niño. Sentí la imperiosa necesidad de salir rápido de allí, pero sin abandonar mi boleto. No tenía ganas de dejarle los 0,90 a Metrovías. Salí, la calle era una mugre, una “mina” retó a una chica que repartía volantes porque nadie había ido al local, me dolió, la chica estaba haciendo su trabajo. Se fue antes de que le dijera algo. Me quedé mal, porque tenía ganas de decirle que por más que la retara la gente podía ir o no a su local de no sé qué.

Fui hasta una parada de colectivo que me sacara de ese ladrarse y morderse de diferentes formas, peor que en una jauría de perros famélicos, tomé un colectivo que me dejó lejos de casa. Caminé un poco y ya que estaba pasé por la farmacia. De repente me informaron que a la receta le faltaba el sello de la doctora. Me había olvidado de pedirle a la secretaria que lo pusiera.
Menos mal que el antibiótico me lo dio la doctora. Llegué a mi casa, en el piso de abajo siguen los arreglos, siempre hay mugre, polvo, arena, pintura. A veces tengo que tener todo cerrado y lo mismo se filtra el polvillo de no sé qué, hace meses que no tenemos portero eléctrico por culpa de los especialistas -no tan especialistas- que derivan la culpa a la antigüedad de la casa y no reconocen que el cableado nuevo lo hicieron ellos, además pusieron una reja en el balcón de atrás que es una escalera a mi departamento, el ruido a cualquier hora y cualquier día (sábados, domingos inclusive, a la hora de la siesta, a veces hasta la noche tarde). Siento la sierra de mosaicos o madera serruchándome la cabeza.

Y como si fuera poco no sé cómo ni quién quema pasto u otros elementos de manera que nos estamos ahogando. En el colectivo una mujer no podía ni hablar, le faltaba el aire... Solo me queda pensar que dentro de todo: tengo una hermosa familia, afecto de aquí y de por allá, trabajo, comida, una cama donde dormir y sobre todo haber estudiado algo que de alguna manera me ayuda a vivir, a enfrentar, sin mayores riesgos, este cotidiano desafío que nos impone la Argentina. Y por sobre todo dos soles: nuestro hermoso Nico que va a cumplir dos años y Emma, aunque todavía faltan cuatro meses para que nos veamos cara a cara.