30.1.08

Viajes al centro de uno mismo

(libros y películas por las que uno viaja hacia sí mismo)

Domingo –por la tarde-: tenía malhumor. Se notaba un poco. Tenía ganas de ir al cine. No tenía ganas de quedarme conmigo misma. Le propuse a mi maridito ir a ver Mi novia Emma. Una peli champú me vendría bien. Sucede que el viaje por el sur movió mucho en mí y tenía ganas de evadirme.

Fuimos al cine (uno de esos conjuntos de sala pequeñas de cine que detesto, a Víctor le encanta, a mí no). Discusión porque no había entradas para ver esa peli “Si hubiéramos ido al de Caballito” “Pero si es la misma empresa” “La gente, me molesta esta gente, en el de Caballito siempre hay lugar” “Seguro que hoy no” “Sí ¡por favor! ¿Cuándo fuimos y no había entrada?”

Resultado: entramos a ver Soy leyenda. No me disgusta W. Smith. No tenía ni idea de qué se trataba ni del libro al que remotamente hace alusión. Luego me enteré de las críticas, de los que rescatan la peli, de los que le dan con un caño. Por momentos, me sentí mal pensando que no tenía ganas de ver una peli preparada para hacerme sentir miedito. Nunca me pude sacar de encima el “pacto de recepción” por lo que la historia me resulta creíble, me hace pensar en lo que me rodea, en que el autor del texto es un humano que deja ver sus zapatos tras la cortina de lo que escribe, de lo que representa. Uf! SÍ!!! Siempre complico lo que veo. Transformo la ficción en real y los relatos (pretendidamente) reales en ficción (esto desde que era pequeña y no sabía ni el gramo de teoría que sé hoy). (1)

En el puzzle en que se organiza el relato, una mujer (supongo médica, bióloga o algo así) dice que han manipulado el virus de la viruela, la metáfora es “un auto con un mal conductor puede hacer un desastre, un auto con un buen conductor –un policía, por ejemplo- puede brindar un buen servicio.” Con este virus –dice- han tratado más de 10.000 casos de cáncer y han curado a todos. Luego se produce la catástrofe. (¡Puf! ¿Justo tenían que poner a una mujer como cerebro del comienzo del Apocalipsis? ¿Ya me salió el lado feminista?). La peli sigue y comienzo a pensar en la frase de mi cuñado –no por casualidad- él tiene cáncer, mi hermana menor también tiene cáncer, mi madre murió de cáncer, mi madre política… paremos de contar. En la visita que hice a mi hermana estábamos hablando con Gito, él no era muy hablador, ahora sí, hizo referencia a la carpocapsa y la dificultad para combatirla (Gito es agrónomo, doy fe que sabe). Una de las cosas que dijo “antes se la combatía con agua y jabón, ahora cada vez resulta más difícil combatirla, con que dos o tres individuos se salven, los que se reproduzcan van a ser inmunes a los nuevos plaguicidas. Están haciendo tantas intervenciones en la naturaleza que no sabemos dónde vamos a ir a parar. Los transgénicos…” Mi sobrino (que también es agrónomo) me había explicado algo al respecto el año pasado, el panorama no es alentador. Cada uno tiene un archivo de información que se activa en asociaciones paradigmáticas (en ausencia, diría de Saussure) que resignifican lo percibido. Salí del cine con esa sensación pegajosa de que la peli había reforzado en mí lo que me molestaba. Para colmo de males, dos libros leídos en las vacaciones (me gustaron mucho, hacía bastante que no leía un libro en un día) se actualizaron en ese instante: Historias de diván y Elena Sabe.

Historias de diván –ocho relatos de vida: el autor ficcionaliza a partir de datos reales extraídos de la terapia de ocho pacientes. Al igual que con El queso y los gusanos establecí con el libro un pacto de lectura en que lo siento como ficción. Razones tengo para ello, sobre todo después de haber leído sobre biografías y autobiografías. De todas formas esa visión del autor dejando ver sus zapatos hace que extraiga mis conclusiones a nivel personal, mis porqués, mis negaciones, mis dudas…

Elena sabe, me lo regalé para Navidad. Había escuchado un reportaje a la autora, ella tuvo una madre con Parkison. Entonces el personaje de Rita me sacudió, me hizo re-sentir mi lugar como hija frente a mis dos madres con cáncer; el relato, con visos del policial, me llevó a pensar en las complejas relaciones de madres e hijas, entre el ser y el parecer, entre lo que uno cree y lo que el Otro o los Otros creen, sienten y ven.

Y todo esto se enrosca con lo que estaba leyendo en Jasper sobre la Verdad.

Tengamos presente esta multiplicidad de la verdad: del existente, del espíritu, de la existencia.

Cómo saber y desear del existente, la verdad no tiene ni validez general ni certeza concluyente.

El existente desea, en cuanto tal, conservarse y engrandecerse: lo verdadero es aquello que fomenta al existente (la vida), lo que es útil; falso es aquello que perjudica, limita, paraliza.

¡Me cacho! ¿En qué lugar estoy tratando de adecuar lo consciente a lo inconsciente? ¿Será que en mí se hizo carne eso de la muerte está tan segura de ganar que nos da toda una vida de ventaja?

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(1) Aclaro: solo sé un gramo de teoría, no puedo decir que mis acercamientos a un libro o a una peli son ingenuos. Cierta vez, hice un trabajo escolar y el profesor me escribió algo así como "¡Por favor! tu falsa modestia es insoportable. Aceptá tu biblioteca." El hombrecito tenía razón, sobre todo porque se había pasado explicando sobre el significado del robo a la biblioteca de la escuela en El juguete rabioso (R. Arlt). Me hago cargo, he transitado por un pequeñísimo estante de la infinita biblioteca del mundo, nada más.

Soy Leyenda (I Am Legend) es el título de una novela escrita por Richard Matheson en 1954. Ubicación espacial del relato en Los Ángeles (otros dicen en Londres, no la leí, voy a ir comprarla en un ratito, sería una nueva versión de vampiros surgidos por una epidemia.

En la película hay una ubicación espacial diferente, Nueva York, muchos efectos especiales. W. Smith se banca casi toda la peli solo. No digo que sea la gran peli, pero me parece buena. No tiene porqué ser igual que el libro, peli y libro son dos objetos de arte diferentes, por lo menos para mí. En cuanto a lo religioso del final, no hay que exagerar, eso queda por cuenta de la muchachita del final. Si una mujer es la que desata el mal, otra puede ponerle fin o al menos colaborar creyendo en lo sobrenatural. ¡Ejem!

Historias de diván, de Gabriel Rolón Editorial: PLANETA 253 páginas (No es autoayuda, pero cada quien puede leerlo como se le venga en gana)

"Elena sabe", de Claudia Piñeiro, Editorial Alfaguara. Buenos Aires

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me detengo en algunas cosas del post:

La muerte está tan segura de ganar que nos da toda una vida de ventaja Yo creo que la vida le gana a la muerte desde el momento en que nos regala tantas cosas para disfrutar, tantos latidos, tantas sensaciones... La muerte sólo dura un instante; la muerte vive brevemente, quiere parecerse a la vida y sin embargo ¡es tan efímera! La muerte no termina con la vida: es el anochecer de un día cualquiera.
(Me fui al diablo, perdón)

Soy Leyenda: Leí la novela de Matheson hace veinte años y me pareció excelente; ví las dos versiones anteriores a ésta y me quedo con la de Vincent Price. SIq uiere se la presto y la compara con la de Will Smith, que me pareció mala, poco aprovechada una historia que tiene bastante de metaforica.
Cariños
SIr

31 enero, 2008 20:46  
Blogger Amy said...

No sé si vi la peli de don Vincent, actor que me gustaba mucho cuando adolescente. Al menos no la recuerdo. No puedo comparar, pero sigo insistiendo en que libro y peli pueden ser dos relatos diferentes. De allí que "Las babas del diablo" solo sea reconocido como base de Blow up y a mí me gusten los dos. Tomo los dos objetos por separado. En este caso cuento con ventaja de desconocer las versiones anteriores(o haberlas olvidado - si es así, el olvido está diciendo demasiado). En cuanto a la frase de la muerte es parafraseando una canción de la Renga (y en ella se me cruzó una leve ironía, ya que estaba mencionando a un existencialista como Jasper. Punto y dejo porque se hace largo)Cariños

31 enero, 2008 23:06  

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