9.1.08

La machi

La mujer se sentía afiebrada, le molestaba la garganta. Se preguntó si la dolencia no era una excusa para liberarse de la culpa de tener luz mientras otros estaban sin ella. “La garganta la región del cuerpo vinculada a la angustia”. Sonrió, su cerebro era tan complejo como cualquier otro, “carne de diván”, “preocuparse por el mundo era muy amplio, indefinido y una excusa para evadir los laberínticos recovecos de sus cabos sueltos, de los secretos acosadores de noches y días”.

Tocó la carcaza metálica del ventilador, estaba caliente, sintió que se le aceitaba la mano. “Se está derritiendo o licuando algún lubricante del motor” –se dijo. Olió su mano, le pareció aceite. Lo apagó. Buscó una remera limpia para cambiarse después de la ducha. La remera estaba caliente, como si recién la hubieran terminado de planchar. Abrió la canilla, el agua salía caliente.

Ella debía tener fiebre, pero no demasiada. No iba a tomar ningún antipirético, no quería saber nada con la acidez que le provocaba.

Fue hasta la heladera en busca de agua fresca, vio que de la unión de la tapa superior chorreaba algo gris, parecía plástico derretido, “algún aislante que no resiste este brutal calor,” pensó. Cerró los ojos y visualizó los relojes derritiéndose de Dalí, “es intolerable mi estupidez, mi tilinguería intelectualoide-se oyó decir.

Escuchó la radio, en varios lugares de la ciudad había cortes de luz y falta de agua.

Pensó en el nguillatun, pero ella, además de huinca, no era religiosa. Tal vez debería bailar alrededor del fuego, poner una bandera, resistir para ver quien duraba más. Se tiró en la cama, sus amigos no entendían cómo teniendo a su disposición un artefacto de aire acondicionado no lo usaba. Quizás quería sentir la privación de una comodidad y no sentirse culpable, quizá se inventaba todas las excusas para no gastar dinero, quizá vaya uno a saber que cabos tenía sueltos en su cabeza.

La noche siguió avanzando, la fiebre la iba arrastrando blandamente (…) era como si estuviera viendo una película aburrida (…) La fiebre la iba ganando despacio y hubiera podido dormirse, pero quería saborear el placer de estar despierta, entornaba los ojos, escuchaba las voces.

Abrió los ojos y era tarde, muy tarde, la noche había seguido avanzando, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla.

Se sintió incómoda, tenía los labios resecos. Volvió a sentir la tierra en sus pies, el olor a jarilla, el aire reseco le lastimaba la cara. Se abandonó en la oscuridad. Escuchó los gritos. No, no eran gritos, eran cantos.

Miró hacia los dos lados de la cama, ella no tenía un compañero que le aclarara:

-Es la fiebre. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.

Ya había tomado agua, pero no había conseguido calmar su sed. No podía dormir tranquila.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Era el tiempo de lo sagrado.

 
- No me aclaren nada, sé que como machi solo soy curandera,
que nada puedo hacer aquí, pero dejen que lo intente una
vez.

Nguenechen

Con todo mi piuqué
No quiero saludar del día el calor
Este calor nos está licuando 
Haz que rebase el mallin 
haré por tí el choiquepurún
más no deseo bajar la cabeza
ante el huinca
 
Nguenechen
escucha mi rogativa
escucha el cultrún
escucha mi piuqué
necesitamos la lluvia
necesitamos buen tiempo para la cosecha.
 
y comenzó a llorar hasta convertirse en lluvia y
derretirse
como los relojes de un cuadro que iba
olvidando.

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3 Comments:

Blogger fractal said...

Amalia, vengo de leer el poema de Borges en un post anterior, publicado en letras grandes.
Y ahora, encuentro aquí un poema que me parece interesantísmo, en letras tan tan pequeñitas que casi no las puedo leer. ¡Please!

Son tan necesarios son los cánticos para la lluvia... más que los relojes que se derriten, efectivamente, sin los cuales la vida transcurre exactamente igual.
Un abrazo

10 enero, 2008 15:19  
Blogger Amy said...

Hola, Frac. El poema intenta ser un remedo de un canto del nguillatun, la ceremonia más importante de los mapuches, pueblo originario del sur de mi país. Ellos creían en la relación profunda entre los seres vivientes y los espíritus de sus antepasados. Nguenechen es algo así como el Dios principal, padre creador, dueño y señor de la tierra. El nguillatún se festeja para rogar por el fin de las calamidades o para pedir prosperidad (sol en épocas lluviosas, lluvia en las sequías). Es una ceremonia llevada a cabo por hombres. La machi cumple la función de curandera, así es que no tiene lugar allí. No sé si te diste cuenta, pero es un cuento "apropiado" (me apropié la idea de La noche boca arriba de J. Cortázar. Hay tres frases en cursiva que pertenecen al cuento, Es prácticamente textual la que dice el vecino de la cama y la última antes de entrar en lo sagrado.
No sé si gracias a la machi o al cuento, pero hemos tenido lluvia y alivio. La letra pequeña o grande es un problema mío con la Computadora.
Cariños.

10 enero, 2008 23:36  
Blogger Loca xq sí said...

me encantó la combinación entre lo qu e te pasa y las leyendas mapuches!!!! muy interesante

12 enero, 2008 08:54  

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