7.11.07

Los hermanos sean unidos…

LOS HERMANOS SEAN UNIDOS, PORQUE ESTA ES LA LEY PRIMERA, PORQUE SI ENTRE ELLOS PELEAN, LOS DEVORAN LOS DE AJUERA.

Si bien no soy fierrista ni partidaria de la tradición de Hernández, recuerdo que estos versos fueron tapa de revistas en alguna que otra revista cuando la guerra de Malvinas. Mientras esto aparecía en algunos discursos periodísticos (en algunos países de LA)por debajo aparecían los guiños con los ingleses y los yanquis. Más allá de ese hecho puntual, de los presentes griegos y otras menudencias, los latinoamericanos de hermanos unidos tenemos poco y nada. Cada uno cuida su quintita y a la larga el inversionista (local o foráneo) se lleva las “vaquitas” y nos dejan las penas.

En épocas de plata dulce, sobre todo después de visitar Cuba, recorrí la mayor parte de mi país. Los cubanos decían Primero Cuba. No sé si lo seguirán diciendo, ellos también se engolosinaban con las noticias del consumo, pero me enseñaron que primero hay que conocer lo propio.

Durante años pude visitar el vecino país uruguayo, pero tardé en hacerlo. Una vez que fui me gustó y los visitaba con afecto, una de las últimas, veces me sentí muy mal allí. Estábamos paseando en auto por Montevideo, íbamos por una avenida y doblamos hacia la derecha, ingresamos a una calle de doble mano. La luz del semáforo nos habilitaba para hacerlo. En la mano opuesta de la calle en la que ingresamos estaba parado un patrullero, oímos gritos, enojado uno de los policías nos mandó a parar. Según él habíamos cruzado con luz roja. Mi marido no quería que hablara, pero le expliqué que si él estaba parado era porque justamente la luz nos habilitaba para seguir y ellos no podían cruzar. El policía estaba muy enojado, el prejuicio era porque somos argentinos y no respetamos las señales de tránsito. Le hablé con cortesía, pero no puedo olvidar que por dentro tenía ganas de contestarle mal.

Aún cuando las ventajas del cambio nos lo permitían no deseé volver a Uruguay. Recuerdo que Colonia me parecía uno de los pueblos más bonito que había conocido dentro y fuera de mi país. No volví por allí. Las veces que salí de mi país sentí la marca de ser argentina. Así fue que en Chile me encontré con una chilena que había vuelto de sus vacaciones en Argentina y se sentía con la obligación de tratarnos bien. El prejuicio de la prepotencia de los argentinos se había diluido en el buen trato que los sureños le habían dado.

Entre dimes y diretes, protestas y piquetes entre los uruguayos y los argentinos se ha trazado un límite. No nos divide tanto el odio como la mezquindad del mercado.

Un señor que se ocupa de reciclado de “residuos sólidos” me dijo que si no queríamos pasteras teníamos que consumir menos papel. Por otro lado, una empresa “argentina”, cuyo dueño no es argentino, hizo un convenio para poner una pastera en Uruguay.

Y los de aquí y los de acullá dicen que la pasteras contaminan, que no contaminan, que todo es muy seguro, que si son los filandeses…

Convengamos:

Más allá de los recaudos que dice tomar la empresa, toda industria es contaminante. El hombre que usa en exceso (y aún en lo mínimo e indispensable) los elementos de la naturaleza es como una enfermedad que se extiende sobre el planeta.

Cuando estuve en Bahía (Brasil) vi cuadros de un artista llamado Totonio. En ellos se vi la representación de la agresividad del hombre blanco destruyendo la bella naturaleza. Recordé algún cuento de Bradbury en que el hombre iba a otro planeta producía el desequilibrio del lugar con solo pisar el suelo y dejar los residuos de su viaje.

Sean argentinas, uruguayas, filandesas o españolas las empresas, las seudo comodidades y el derroche de hoy serán la escasez y eliminación de nuestros descendientes.

El hombre ha olvidado que realiza la actividad económica porque los “bienes y servicios” son escasos, actuamos como si los recursos fueran ilimitados. Supongo que ilimitada es nuestra ignorancia.

En estos momentos pienso ¿de qué modo puedo estar contaminando el mundo al lanzar este mensaje? Tal vez deberíamos aceptar que ni el vuelo de una mariposa se escapa al caos en que estamos convirtiendo al mundo.

Y si dos hermanos que se aman son mucho más que dos, por esa fuerza llamada sinergia, vuelvo a pensar en el valor de los versos de un gaucho obligado a servir en una lucha que no deseaba.

Las pasteras (sin importar el origen del capital de sus dueños) nos van a dejar penas, vamos a tardar algunos años en tomar plena conciencia. Cuando seamos conscientes, lamentablemente, no vamos a poder volver atrás.

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