22.9.07

Hace 19 años

Hace unos cuantos años, un 22 de septiembre me puse a cocinar unas masitas que hacía una de mis tías. Para mí eran las “princesitas” de mi infancia, las que me devolverían por unas horas los viejos recuerdos. Con ojos acuosos trataba de armar algo parecido a las masas de mi tía Pochola. Cuando las estaba sacando del horno llegó un compañero de facultad y me preguntó ¿qué te pasa? Mi respuesta fue: “Es 22, hace un año que mi mamá murió.” El me miró y me dijo ¿Hasta en estos momentos sos tan apegada a la literatura? Estas princesitas no son más que una variante de las magdalenas. ¿Ahora también sos proustsiana?

Y no quise contestarle, porque en ese momento no recordaba lo que habíamos leído de las relaciones intertextuales, ni de la bendita magdalena.

Le acerqué una mala traducción del libro y pedí que me leyera el párrafo donde estaba lo de la magdalena, imaginé al asmático escritor, sentado en su cama en uno de sus días de insomnio, trataba de recuperar su infancia a través del recuerdo del recuerdo del sabor de una confitura.

"Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba..."
(Marcel Proust. "En busca del tiempo perdido")

Resulta curioso, pero entre la magdalena de Proust y los reflejos condicionados de Pavlov hay demasiadas similitudes, son estímulos condicionados. Nos pasa lo mismo con un aroma, una canción, una imagen, una palabra, un rostro…

Sucede que Proust lo dijo poéticamente, para algunos de manera más bonita, a Pavlov se le ocurrió descuartizar las sensaciones entre estímulo y segregación de salivación y jugos gástricos. Uno evoca la infancia, él otro hace ciencia (eso dicen)

Cuando alguien escribe sobre esta cuestión de la memoria emotiva, de los engramas, de los recuerdos y las etc. se tiende a pensar que lo mueve la asociación con la magdalena; pero supongo que mucho antes que Proust las personas establecían esta suerte de amalgamas (positivas o negativas) a partir de un elemento x, en el instante presente, con hechos ocurridos en el pasado.

Aquel 22 de septiembre quise recuperar algo del tiempo perdido en el rito del alimento, pues mi madre era buena cocinera. Y me pasó ayer cuando buscando otra receta encontré otra largamente buscada. Sin saborear la comida, solo leyendo las páginas de mi libro de cocina me vi sentada con mis hermanos en mi casa. Era un hermoso día soleado de invierno, Mamá había preparado un montonazo de ñoquis a la alemana con estofado, temiendo que la comida no alcanzara agregó un pollo de los que criaba, lo cocinó al horno con papas. De postre: tarta de duraznos. Estaban unos tíos de visita. No sé bien qué pasó, pero comimos lentamente, nos mirábamos sonrientes, charlábamos de cualquier cosa y no dejamos más que los huesos del pobre pollo. Cuando elogiamos la comida mi madre se sintió orgullosa. Después de ese día pasaron muchas cosas, pero no me olvido de esa suerte de felicidad y no me importa si la experiencia a través de la lectura de una receta es un reflejo condicionado o la asociación proustsiana.

Hoy me llamó mi hermano, me dijo: “Es 22”. Entonces le conté que había encontrado la receta de los ñoquis a la alemana, que iba a practicar y cuando venga a Buenos Aires nos vamos a juntar en honor a mamá.

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Mi sobrina Caro me escribió:

mañana es su aniversario capaz que por eso me viene tan seguido el recuerdo de ese ritual del almuerzo con la abuela en Choele Choel, la mesa roja de la cocina añadida para los nietos a la mesa de los grandes en el comedor y la abuela con el delantal, porque nos cocinaba ella, sentada a la cabecera, erguida, y la voz, todavía recuerdo su voz, contándonos las aventuras de la coneja por la quinta de Juan, y las entonaciones que le daba a la narración, puedo recordarlas perfectamente, la abuela era una genia narrando.

3 Comments:

Blogger Elena Casero said...

Yo tengo claro que mi asociación de olores y sabores que me llevan a momentos del pasado no tienen nada que ver con la magdalena.
Pero Proust lo describió perfectamente.

Un saludo

24 septiembre, 2007 04:14  
Blogger Amy said...

¡Hola! supongo que esa facultad de asociar la tenemos todos, la cuestión está en cómo lo contamos. Al escribir ¡Hola! la asocié de inmediato con mi nieto, es la primera palabra que aprendió a decir, mejor dejo aquí mi comentario porque si empiezo con mi nieto no paro. Cariños

24 septiembre, 2007 09:10  
Blogger fractal said...

En mi caso, la familia nos llamamos el día 18...
Los recuerdos surgen ante el mínimo estímulo, se encienden con una pequeña chispa porque los llevamos muy dentro; son nuestra esencia más radical, de raíz.

Los respectivos Septiembres vienen cargaditos de recuerdos y emociones, ¿verdad Amalia?
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25 septiembre, 2007 05:03  

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