29.8.07

Yo manipulo, vos manipulás, ellos manipulan…

En el anterior post escribí sobre cierto periodismo. Como decía cierto filósofo “no me pidan que sea objetivo porque soy un sujeto” (un conocido mío protestaría y diría que no puede perderse el reconocimiento de… bua! No jodamos, podemos ser más o menos subjetivos, tal vez disfracemos esta cuestión. Nada más).

Bien, en mi subjetividad interpreto lo que otros dicen. En LANACION.com, leí lo siguiente:

Esta vez no fue tanta la paciencia oriental. La respuesta china a las restricciones argentinas a la importación de algunos de sus productos (calzado, juguetes, textiles y electrónicos, principalmente) no se hizo esperar: en los últimos días el gigante asiático comenzó a controlar con mayor celo fitosanitario los embarques de soja y sus derivados, principal producto argentino que cruza medio mundo para llegar a China.

Al menos tres barcos cargados en conjunto con 150.000 toneladas de la oleaginosa, vendidas por Cargill, Louis Dreyfuss y la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), fueron revisados con una puntillosidad que sorprendió a los exportadores. Desde 2004 no se registraban episodios similares. Esta vez, luego de los análisis fitosanitarios adicionales (ante la supuesta presencia de una maleza tóxica en el cargamento), las cargas continuaron su recorrido sin otros contratiempos.

En Continental llamaron a gente Dreyfus y dijeron que había habido un control el mes pasado, pero no habían tenido otro inconveniente. Ya estaba todo solucionado.

Un defensor de la gente del campo (no quiero poner el nombre porque no estoy segura) dijo que esta cuestión era por la protección a cierta industria argentina que es ineficiente, que es de mala calidad, que era un error poner en peligro las exportaciones a nuestro mayor comprador, etc. etc.

¡OTRA VEZ SOPA! Diría Mafalda manifestando su disgusto por la comida.

Los argentinos no aprendemos más, en la división internacional del trabajo seguimos con el menor valor agregado posible y, además, cuando se le exige su “colaboración” a cierto sector del campo ponen el grito en el cielo.

Recordaba lo que decía Scalabrini Ortiz sobre ser esclavo de Inglaterra enviando materia prima que luego nos vendía industrializada mucho más cara, o la cuestión del deterioro de los términos de intercambio “cada vez necesitamos más toneladas de trigo u otro cereal para comprar un tractor o cualquier producto manufacturado” (no hablemos del “know how” o de los servicios que nos cobran las empresas extranjeras). En los ’90 importábamos galletitas y budines de Alemania, duraznos al natural de Grecia, choclo en lata de Tailandia, zapatos de cualquier lado, juguetes de otros tantos lugares, hilados y ropa… Tanto venía de afuera que cierto formador de opinión dijo “los argentinos somos libres de importar vinagre francés” (¿¿¿¿vinagre???? ¡Qué manera de seguir tirando manteca al techo! Como a comienzos del siglo XX. Eso sí, en el 2001 más de uno se hacía el sorprendido “porque en este país todo está pata para arriba” – ah! ¿Y vos no tuviste que ver salame, cuando comprabas todo importado y las empresas cerraban? me daban, me dan ganas de decir.)

En mi rudimentario archivo mental visualicé cierta protesta de los chinos en los ’70 porque en varios embarques de trigo había ratas, mugre y otras cuestiones. Recordé a un francés indignado en mi pueblo porque se había hecho el esfuerzo de exportar miel y le habían agregado agua… Recordé muchas guachadas hechas por los exportadores, eso había equivalido a la pérdida de mercados, a controles mayores sobre los elementos utilizados en la producción (agroquímicos prohibidos en los países centrales, por ejemplo).

Así, jugando de víctimas los unos y los otros nos olvidamos de que sería más interesante si cooperáramos, si pensamos en la posibilidad de crecer juntos, en el valor de la honestidad porque perjudicamos a todo el país. Es inmoral que en nuestro país muera gente de hambre o haya chicos desnutridos. Pero ¡claro! Estoy cerca de los 60 y pienso con el idealismo de una adolescente del siglo pasado (digo, porque ahora los chicos piensan de otra forma). Además ¿qué hago realmente para cambiar la situación? Puaj! No me salvo.

Y esta mañana me sorprendió en la radio el conductor que dijo “Restituyeron a la madre biológica los mellicitos. La verdad, en este caso no me atrevo a dar la más mínima opinión.” Reconoció la complejidad del problema. Lo comparé con su colega eufórica del programa anterior, un poco más y pedía la cabeza de la madre “desnaturalizada”. Esa misma “formadora de opinión” que pedía que en Tucumán se cultivaran flores para vender, del mismo modo que lo hace Colombia. Recordé el problema de contaminación y el problema de suelos en África a raíz del cultivo de flores… Pero bueno, soy alguien del montón viendo el mundo desde un limitado punto de vista, con algo de adolescente, con algo de cansancio.

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Sigo tirando botellas al mar, con la esperanza de Sherezade. A propósito del escribir algo cada noche, leí en un blog esto:

Sherezade. Una metáfora de la literatura: un cuento cada noche a cambio de no morir.

La derrota de la muerte siempre es parcial, al final ella siempre llega. Mediante la literatura le arrancamos apenas un día más, pero que merece ser contado. Que esta sea nuestra noche, la de nuestras palabras, que nos mantendrán vivas y vivos.