3.6.07

El Candidato


Alto, delgado, de ojos claros, con cierta dificultad para pronunciar algunos sonidos, así era él. Apareció envuelto en una onda informal por entre los 600 profesionales que allí lo esperaban. Era una jornada de trabajo, de intercambio de opiniones.

Estaba allí porque lo quería ver todo con mis propios ojos.

Aquello había comenzado con la bienvenida, el desayuno y la separación por comisiones de estudio. Cada comisión discutiría temas y elevaría sus propuestas.

En la Comisión de Educación los del partido empezaron con “bueno, como dice el texto de la nueva ley de educación, buenos días a todas y todos. Había jurado no abrir la bocota para que no se notara mi identidad opositora, levanté la mano y dije “no se trata del lenguaje oficial, es una nueva norma internacional. La utilización del masculino es considerado: machismo.” El joven, me miró. Le había arruinado el chiste. Siguió explicando las bondades de todo lo realizado en la Legislatura. Luego se dio participación a los presentes. Un hombrecito delgado, con cara de exaltado, con ganas de tirar fuera su propia limitación con la lectura dijo “Es imposible que les guste leer a los chicos, le dan los mismos libros aburridos que me daban a mí.” Y siguió así por cinco minutos.

A partir de tal afirmación me fui dando cuenta del nivel de los que estaban a mí alrededor, pocos eran docentes. A simple vista se notaba una puja entre los de la fundación y los profesionales de la organización. Se dijeron un par de tonterías, por lo bajo alguien le dijo al compañero “después de comer, nos vamos.” No era para menos, habían pagado treinta pesos por la jornada. Por lo menos había que tomar el desayuno y el almuerzo.

Alguien dijo que nos habíamos pasado del tiempo, que todo había sido muy productivo y se leyeron un par de propuesta. Yo debí quedarme dormida en algún momento. No recordaba que se hubieran hecho las propuestas que se leyeron. Cuando me levanté para acercarme a la mesa vi que las propuestas estaban impresas. Nuestra presencia allí había sido una payasada.

Como era invitada no había pagado, pero por supuesto no me iba a perder el almuerzo. Junto a un par de conocidas me fui al comedor. El estiramiento de los profesionales se había ido al piso tras los pedazos de pizza, sándwiches y otras menudencias. Atemorizada de que me ensuciaran, al tomar por asalto la mesa, me quedé en un costado con un vaso de un líquido al que denominaban “jugo de naranja”. Creí estar viendo una vieja película donde ponían en las mesas la comida y de inmediato todo desaparecía y la escena se repetía una y otra vez.

Después del almuerzo, volvimos al auditorio. Esperaríamos al candidato para entregar nuestras propuestas. Y así fue como, por segunda vez, lo vi de cerca. Para mis adentro decía “a este basta acusarlo por portación de apellido.”

Habló, agradeció con una modestia que parecía hasta real. Las mujeres histeriqueaban, parecían perras alzadas. Puse mi mejor cara de nada y a la hora de los aplausos SE ME CAYÓ LA CARTERA y me puse a juntar todo. El jefe máximo del grupo de profesionales entregó, al vice presidente del partido, las propuestas. Este también había agradecido nuestro trabajo ¡tanto! que se levantó y dejó olvidadas las carpetas sobre la mesa.

El candidato se retiró en medio de los aplausos; mientras tanto, yo por el piso buscaba mis pertenencias. El acto había sido perfecto, sólo me faltaba verificar si detrás de la cortina, se limpiaba las manos con gel desinfectante y se pasaba una toallita por la cara.

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