10.5.07

La construcción del otro

Con bronca por las muertes en una fábrica en el día de ayer.

otredad.
1. f. Fil. Condición de ser otro.
(DRAE)

Una simple mirada a la historia de la humanidad nos revela la existencia de una constante diferenciación entre un nosotros/otros. Hombres, seres humanos legítimos, somos siempre nosotros y “los ‘otros’ son relegados a la condición de ‘subhumanos’. La existencia de los otros supone la existencia de un “nosotros”, por ejemplo: “nosotros los argentinos”. En ese caso también se da la diferencias, están los que tienen poder, generalmente económico, y aparece un “nosotros los de cierta clase” y los “otros”. En ese caso nos encontramos con los “dominadores” y los “dominados”, los explotadores y los explotados. Nosotros los “argentinos” o lo “latinoamericanos”, por ejemplo. Nosotros sí, pero no todos iguales, hay algunos más “iguales” que otros (Como en Rebelión en la Granja de Orwell). Quien tiene poder económico puede manipular el poder político, el poder así relacionado puede poner en práctica ciertas formas de opresión para mantener el orden de la sociedad. Hay estamentos, clases, “segmentos” establecidos dentro de una cultura que se refuerza en la tradición de la desigualdad.
Quien se ponga en contra de esa situación hace peligrar a los grupos hegemónicos, revisemos la historia argentina: el tratamiento de ciertos “indeseables extranjeros” que trajeron ideas “raras”, que juntando pesito tras pesito se infiltraban en la crema y nata de la sociedad. Algo así como “cohesión y coherencia” + consenso da por resultado la hegemonía de un grupo (Si alguien hace análisis del discurso o de un texto diría que coherencia y cohesión son de la teoría del análisis textual. Y sí, la sociedad es un entretejido de relaciones simbólicas -signos más o menos complicados, tal vez-) a la vez que expulsa a los otros del nosotros, mantiene a los grupos hegemónicos internos de cada sociedad. Ese “nosotros” selecto decide por esos “otros” (sin duda los nosotros que votamos) que delegan el poder en ellos o porque no tienen más remedio que aceptar la situación.
En tiempos de relativismos culturales, el desgaste de los derechos fundamentales de los hombres ha tenido sus consecuencias en nuestro país, como en otros tantos lugares. Así el “otro” es tratado por un “nosotros” (que no puede ni siquiera quererse a sí mismo) con desprecio. Su vida no vale, su dignidad no vale, sus deseos no son tomados en cuenta. El otro desea y quiere un trabajo, que si en algún tiempo fue un castigo, la norma constitucional lo transformó en un “derecho”, pero ¿a quién le importa el derecho del otro? El “otro” es obligado a trabajar en negro, es reducido en su derecho, no se toma las medidas necesarias para protegerlo en sus tareas porque ¿quién es el otro? ¿un descartable fácilmente reemplazable? ¿alguien que tiene que estar al servicio de otro sin chistar? ¿un número en una nómina? ¿un consumidor que nos trae beneficios?...
Entonces, un día el otro va a trabajar, como tantos otros días, y la fábrica vuela en pedazos y la puerta esta cerrada con cadena y candado, la fábrica es una trampa de fuego que asfixia y quema, o entonces la pared de la casa que están construyendo o derrumbando se cae estrepitosamente sobre los hombres que están trabajando, o la zanja se derrumba y lo aplasta la tierra. El “otro” es el que atropellado por un joven insolente, tal vez demasiado soberbio como para respetar la vida del “otro” (ya que puede no sentir el mínimo respeto por la vida propia). El “otro” es al que se maltrata en el trabajo, en el hospital, en la oficina pública, en la calle; es al que no se le paga “el mentado salario mínimo vital y móvil” (por presión de las empresas y los arreglos de los sindicatos)…
Esas prácticas en relación a los “otros”, muestran erosión de los llamados derechos básicos por todos los rincones, tienen como contrapartida: el cacerolazo (paquete o no), la protesta, el corte de ruta, el paro, la apropiación compulsiva… Los que no encuentran otra forma ponen en la protesta buena cuota de devolución de la agresión de la que son víctimas.
Muchas veces recuerdo una olla, que ya se dejó de usar en las casas de familia, la olla a presión. Siento que la sociedad es como una olla a presión que “recocina” viejas prácticas de exclusión. Por un lado, ofrece “productos”, induce a la compra, le dice a los otros que no son si no tienen tal o cual piripipi con el último poropopo, por otro, les priva de fuentes genuinas de recursos, les niega el trabajo o lo lleva a prácticas ilegales.

Los malandras, los comunistas, los cabecitas, los payucas, los subversivos, bandidos comunistas que pretendieron (o pretenden) “extranjerizar” nuestras costumbres y la economía (1) , los narcos peruanos, y las etc. son los estereotipos de las miradas hacia los otros, este lenguaje marca el cuerpo de los otros y la “solución final” es la desaparición del otro que incomoda.
¿Qué puede ocurrir cuando el espacio de la protesta se reprima? Cuando la gente pone la bronca en la palabra evita la acción ¿esto no es pensado por quienes dejan hacer y pasar? Me recuerda a la aplicación de las prácticas del pescador para cansar al pez que no quiere rendirse.


Aquel que avasalla, que coloniza, se quiere imponer sobre los otros a la manera de un “invasor cultural”. En la relación nosotros-otros “el primero actúa, los segundos tienen la ilusión de que actúan, en la actuación del primero; este dice la palabra; los segundos, prohibidos de decir la suya, escuchan la palabra del primero. [...] El invasor prescribe, los invadidos son pasivos frente a su prescripción” (Paulo Freire) ¿Qué pasaría si el invadido patea el tablero?

Hoy una mujer dijo “¿Es necesario que mueran para ser vistos? ¿Quién controla estas fábricas?”

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(1) Me gustaría que el mismo análisis de “extranjerización” fuera dejado en claro para todo lo hecho durante el menemato, o con la venta de empresas compradas con créditos blandos otorgados por bancos oficiales para favorecer el desarrollo de empresas, venta –digo- a otras empresas de otros países. Luego miramos con envidia a Brasil, pero los empresarios “brasucas” dejaron su dinerillo en Brasil o compraron y dominan hoy empresas que eran de nuestro país y ahora echan gente como se les da la gana.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Y una idea que afirma más ese "nosotros" que tan bien describe, es que todo lo malo, toda la culpa de todos "nuestros" males siempre es de "los otros"...

10 mayo, 2007 13:08  
Blogger Amy said...

De acuerdo, había un monólogo del Gran Tato que terminaba con la culpa la tiene el otro

10 mayo, 2007 21:15  

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