15.5.07

Como con bronca y junando

Cuando había tormenta, mi padre miraba los relámpagos, disfrutaba del ruido, de las amenazas de la naturaleza. Le gustaba el viento fuerte y decía palabrotas frente a la arena que arañaba nuestra puerta y se filtraba debajo de la puerta. Mi padre veía eso y tenía buen ánimo. Cuando veía la tele se enfurecía con las noticias, los políticos, “los degenerados”, el fútbol...

Me pregunto cuanto quedó de mi padre en mí. Me desanimo frente a las noticias (sin embargo, no dejo de informarme) recuerdo las reflexiones de Mafalda y apenas me sonrío. Hace mucho tiempo que me visualizo en la gran olla a presión de una sociedad que vaciamos de contenido. Me duele mi país, me duele la violencia que pareciera manifestarse con cualquier excusa. La gente ve y protesta contra el manifestante, el desbordado, el enloquecido usuario de tren que hoy es uno más en la sumatoria de broncas. Me pregunto cuántos saben lo que es viajar a Quilmes o a Lanús en el Roca. Hace treinta años viajaba hacia Remedios de Escalada. Me tocaba viajar parada en el estribo, me rompían las medias, me empujaban, me robaron más de una vez la billetera… íbamos tan apretados que casi no podíamos respirar. Cuando estaba embarazada de mi primera hija dije no vuelvo a viajar en estos trenes, opte por el colectivo y no me fue mejor. Hace un par años iba hasta Quilmes, todas las semanas, en tren, sentía miedo, impotencia, bronca… No es lo mismo que viajar todos los días. Así, viendo como viaja la gente, peor que sardinas en lata, viendo como se comportan los chicos, como se les vende la idea que solo los objetos le dan disfrute, les procura identidad, los hace “ciudadanos de una sociedad de consumo”, viendo lo que se ve en la tele, viendo lo que dice la gente de clase media, viendo y escuchando… me pregunto ¿cuál es la salida? ¿Qué conciencia tenemos del otro? Había gente que enfrentó a los periodistas y entre gritos y bronca decían: No digan que esto fue armado, no es así. Todos los días pasa lo mismo, estamos hartos. Y la policía repartía a diestra y siniestra golpes, puntapiés, disparos, etc. Supongo que no hay violencia mayor que saber que un transporte fue privatizado para que fuera mejor, que se lo subvenciona y que el dinero se distrae en el bolsillo de algún funcionario. Dinero que es público, no privado. (Esto escuché decir a un grupo de los “exaltados”)

Cuando lo público nos destroza, nos refugiamos en lo privado. No puedo dejar de ser parte de lo que veo, no me basta con estar lejos para sentir esa realidad. Hace un rato, salí de comprar en el autoservicio, al lado de mi casa, y veo como un policía estaciona un patrullero, lo deja en doble fila, y se lleva una botella de gaseosa sin pagar. En ese momento que miraba reprochando, como con bronca y junando a los policías, vino a buscarme mi marido. Hace un rato me dijo “No te metas, vos y tu hijas son candidatas a que se las lleven en cana.”

Y veo la tele… No puedo mirar la tormenta como lo hacía mi papá, esta tormenta no es la furia de los elementos naturales, es la “gloria que no supimos conseguir.” Mientras tanto, Maradona sigue en lo suyo, Carlitos ha vuelto… algún tenista pasa una ronda en el campeonato cual, los de la NBA son referente para cuanto aviso pueda ligarse y nos venden los partidos por la tele, en la oficina me metí en una discusión cuando el “nuevo” insultó al empleado que tiene más años y más antigüedad. El pibe resopla, no me puede decir nada, no puede echarle la culpa, lo oí yo, no puede decir que lo hago “sentir mal” como la vez que le dije que no hacía su trabajo. Y tecleo mi bronca, amaso o amanso mi ánimo. Mañana es 16, mi nieto cumple su primer año.