20.4.07

Para complementar el texto de ayer.

Edipo es el producto de la sordidez ancestral, de una trasgresión anterior, la de su padre. Layo, desplazado del poder, destruye el orden al violar a Crisipo, su sobrino, después de que Pélope, su tío, lo acogiera en su propio palacio. Zeus lo maldice, lo condena a través del hijo. La violencia fundadora es, en este caso, la homosexualidad de Layo, símbolo de la culpa original que Edipo heredará más tarde: su nacimiento viene cargado con la perversión de los padres, y el oráculo constituye el símbolo religioso que lo dictamina como chivo expiatorio. La trasgresión de la norma contamina, junto con la calamidad, a toda la ciudad, iniciando la violencia agrupada. Quien hace el papel de víctima –Edipo en este caso– viene a cerrar la plaga colectiva. La peste es el símbolo de la búsqueda de la víctima propiciatoria, que elabora

, la cura, la cual –por breves momentos– calma el conflicto del sacrificio. Todos contra él, el mártir paga un crimen del que no es totalmente responsable; la redención es siempre violenta: si no hay crimen, no hay cambio. El sacrificio se convierte en una necesidad para buscar un orden, que sólo lo procura la culpa compartida.

Edipo es arrojado de vuelta a la violencia de lo sagrado, que culmina con la ceguera. Se convierte así en la víctima expiatoria que forma un círculo de presión alrededor de la víctima; con los ojos sin miedo habrá cumplido su destino, habrá restaurado el orden de Corinto y expiará su culpa trágica en Colono.

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Lo cierto es que, al establecer comparaciones entre los distintos mitos, se descubre que el linchamiento, la ejecución de una víctima designada, no es un fenómeno textual ni legendario. Constituye una empresa de pacificación por medio de una víctima que, cuando congrega contra ella a todo un grupo, produce miméticamente un apaciguamiento, incluso un reencuentro. Por razones misteriosas, las sociedades han reproducido este gesto reconciliador bajo la forma de sacrificios o ritos sagrados, y esta repetición se ha convertido ella misma en una institución. Es el caso típico de la lapidación codificada por el Levítico. Del mismo modo, los etnólogos han demostrado, desde hace ya mucho tiempo, que existía una forma primitiva de justicia griega por medio del asesinato colectivo. Al vincular víctimas, ritos e instituciones, asistimos al nacimiento del poder político. En los mitos, las víctimas son siempre culpables porque el relato está escrito siempre desde el punto de vista del engaño y la ilusión creados por el fenómeno victimario. Porque es culpable, la víctima extingue la violencia y accede a la categoría mítica.

Escrito por Magally Ramírez R.

www.kalathos.com/jul2002/detail_ramirez.htm

Por el pharmakos era costumbre alimentar a alguien de la comunidad durante un tiempo, al final se lo echaba del lugar para que se llevara con él los males, las culpas de la sociedad de la que era expulsado.

Dos muertes en el día de hoy me recuerdan Un día de furia, protagonizada por Michael Douglas.

Un día de furia es una película sobre la tensión y la frustracción que genera en muchas personas la vida actual, principalmente, en las grandes ciudades. Digo principalmente, pues el horror de la violencia se percibe en lugares menos poblados también (como en Carmen de Patagones, o en otros pueblos pequeños de mi país), pero con menor frecuencia. El personaje protagonista del filme decide enfrentarse a las adversidades, y lo hace de forma violenta. La violencia sufrida por muchas personas es percibida concientemente y cuando no se atreven a dar una respuesta por temor, la represión de la replica, la no expresión de los sentimientos, se transforma en violencia hacia adentro, en autodestrucción, en enfermedades de todo tipo, en estress. Siempre digo: los malos gozan de buena salud. (Una de mis hijas diría ¿dónde investigaste para afirmar esto? Respondo: en casi 60 años he visto como muchas mujeres, muy maltratadas por la vida que les tocó vivir, murieron de cáncer).