Pequeña crónica de una tarde lluviosa
Un hombre se cae en la vereda, una mujer lo miró. El hombre está en el suelo, apenas se mueve. La mujer se detuvo, un adolescente preguntó
- ¿Está borracho?
- No sé. No es normal que un hombre esté tirado de esta forma en la vereda.
La mujer no sabe si tocarlo, piensa a quién puede llamar, el hombre se mueve. La mujer le dice
- ¿Querés que llame a alguien?
- No. No. Ya estoy bien. Tengo que seguir.
Se acercó otra mujer y un hombre corpulento que sacó un celular y dice ¿llamo a una ambulancia?
-No, no. Es por la angustia, estoy angustiado –balbucea el hombre caído. Tiene la mejilla izquierda grisacea por el golpe. El hombre corpulento insiste en llamar a la ambulancia.
El hombre caído repite que tiene que seguir, está temblado, no dice demasiado, no pide nada más que descansar. Está viajando a dedo, salió el día anterior desde Santa Fe en medio de la lluvia. Repite que tiene que llegar a la ruta 2 para seguir.
Por algunas preguntas los presentes se enteran que el hombre no ha comido desde el día anterior. La primera mujer que se paró fue hasta un autoservicio y compró agua mineral y sándwiches. Le dio lo comprado más el dinero para el colectivo como para que llegue hasta la ruta. El hombre que se había caído se sienta, dice “no, no gracias” finalmente acepta, sigue en el umbral de una puerta para tranquilizarse y poder seguir. Tiene los zapatos mojados, en el bolso las escasas ropas, bien ordenadas, son vistas cuando saca una botellita con agua. Se dice a sí mismo: tranquilizatetranquilizatetenésqueseguirtenésqueseguirtenésqueseguirasínosepude.
Las consonantes se pierden, las eses son un silbido.
¿A dónde tenía que ir? ¿Por qué tenía que seguir?
El hombre caído se queda sentado en el umbral de una puerta; los demás rehicieron sus caminos.
Escrito por Amy 3:27 p.m.
6 Comments:
Deja las caidas en la vereda, sea por la lluvia, palito de helado, cáscarade banana...no llames al Karma =P
Fue un hombre, me acerqué a socorrerlo porque me vi en un espejo.
Besote
Creo que ambas, Tota y Amalia, tienen razón: no hay que imantarse hacia determinados temas, pero tampoco negarlos, y menos si se parecen a experiencias vividas.
Lo ideal sería, supongo, prestar atención sin permitir que nos arrastre. Mirar al espejo sin que se rompa. Sería el indicador de una buena salud.
Un abrazo
Frac, Tota es mi hija menor. Ella tuvo la mala experiencia de verme ensangrentada después de mi gran golpe hace unos dos años. La llamé a pesar de saber que ella estaba por salir de viaje para Córdoba, no encontraba auxilio. Cuando ella se puso de novia, nos íbamos de vacaciones y, la noche anterior a la salida, tuve una espectacular caída en una ciudad que protestaba enojada por “el corralito bancario” (de esto hace unos 4 años), en ese momento me quebré la mano... En el medio tuve otras espectaculares caídas (los médicos suponen microinfartos cerebrales). Es como decimos aquí (y no sé si por allá también) El que se quemó con leche ve una vaca y llora. Cariños
Sí, Amalia, vengo leyendo el blog con regularidad desde hace un tiempito...
Conocía esta parte de tu historia reciente pq tú la contaste en varios posts. Yo también he besado suelos, también le temo a la vaca. Por eso comenté.
Un abrazo para ambas.
Hola, Frac. En la caída más espectacular no besé el suelo, me incrusté en él; tanto que las piedritas del asfalto se metieron en mi piel y me tuvieron que raspar para que salieran, algunas sacarlas con pincitas. Lo peor era que estaban en mi mejilla. Por otro lado, me hice un par de tajos que me tuvieron que coser. Era para impresionar a cualquiera. Lo peor son las marquitas en el cerebro, esas se quedaron. Debo corregir una fecha, la vez en que me quebré no fue hace 4 años, sino hace 6. ¡Cómo pasa el tiempo! Hace cuatro que mi pequeña Rocío (Tota) se casó. Cariños
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