4.12.06

¿Quién soy?

En el texto que escribo soy un nombre donde le cuerpo está ausente. En una fotografía soy una imagen que fue en un instante, con cara sonriente o triste. Diría no soy fotogénica. Muchas veces sentí deseos de romper todas las fotos porque no me gustaba como fijaban mi expresión, también renegaba ante la persecución de mis hijas con sus camaritas.
Hace casi un año estábamos revolviendo, en la casa de mi padre, una valija llena de fotografías. Entonces empecé a decir “era linda”. Una de mis hermanas se sintió molesta por tal afirmación. Lo que ella no sabía era lo que pasaba en mi cabeza. Cuando yo tenía esa edad me veía más bien “fulera”. Me habían dicho “linda no sos, te defendés bastante bien”. Lo grave de esta afirmación era que me la dijo alguien que jugaba de noviecito mío y del que yo tenía una imagen totalmente diferente. Como era inevitable, poco tiempo después nuestra relación terminó, pero la frase quedó colgada de mi cuello, como en una fotografía tomada a un presidiario con su número de interno. A partir de allí miré otras fotografías y mi percepción se modificó. Sí, es cierto no salgo bien en las fotografías, es como si el artefacto del infierno capturara más de lo que todos pueden ver. Mis estados de ánimos aparecen allí retratados, sobre todo en las vacaciones. Mi ser persona deja caer la “máscara que la representa”, muchas veces aparece un yo mustio, desanimado en el marco de una geografía exuberante, tal vez una cara antipática y fanfarrona de un aquí debo representar “todo está más que bien”, tal vez un “¿qué hago sacándome esta foto?
Soy una imagen que me abandonó, la flaquita, joven, tal vez bien pensada, con ganas de trabajar en pos de un futuro propio y del mundo. Ahora, además de unos cuantos kilos más, me ronda el “ahora las cosas son así, hay tanta corriente en contra que no tiene sentido luchar en minoría”. Cuando se den cuenta será tarde, tal vez sí o no ¿quién lo sabe? El papel de la mala ¿me cabe? Conjeturo que construyo un escudo de indiferencia para que no me duela la palabra que sueltan porque sí. Ya no juego a tratar de convencer a alguien para que se cuide, ¿Querés reventarte fumando? Bueno, hacélo (si fuma delante de mí, trato de alejarme para no aspirar su veneno ¡total! yo ya dejé) ¿No te alcanza el dinero? Mirá ¡qué cosa! (silencio premeditado, no ofrezco ni un mango en préstamo ni de regalo). A veces sí, me sigue esa cosa pegajosa de la culpa ¿cómo vas a gastar en eso si tal no tiene lo indispensable? A veces me sale pensar: si lo necesita, que me lo pida. A veces no le alcanza porque no cuida y abusa… No es mi tema. Se siente mal, está sola/o ¡Qué cosa! Le fue mal en la prueba, si no lo aprueba no tiene el trabajo, si no… Entonces me sale una sonrisa de compromiso, dentro mío ni siquiera aparece el “¿no estudio? ¡Que se joda!” Pienso que deberá cumplimentar el trámite y dar lo que tiene que dar. Antes el enamoramiento con mis alumnos me llevaba a cruzar más de una línea. Hoy las líneas están demarcadas con muros sólidos en espera de una jubilación. Esa indiferencia hacia el otro me corroe, es un cáncer que me asfixia y no encuentra canal aceptable.
Alguna vez se ofendieron porque ayudé más de la cuenta o no ayudé o reclamé devolución de algo, en otros me pidieron más de lo que quería o podía dar. Tal vez no supe decir. Bueno, esa soy yo. La que no sabe decir, la que se enreda en la maraña de “palabras que no son las cosas”.
Y he aquí que mi nombre es tal y lo escribo, lo doy, lo hago saber y me olvido de la tradición egipcia, la que dice que “si el otro tiene tu nombre tiene poder sobre vos”. Y cuando recuerdo eso busco libros para ver si encuentro dónde carajo leí eso.
Digo en la Biblia está escrito.
No, Borges decía algo.
Y me pongo a releer en forma anárquica lo que creo que leí en algún libro, resulta que allí no está escrito lo que busco. Entonces reparo que todo alimento se procesa y los del espíritu también. Los libros, la palabra del otro, el contacto con el mundo es la información que se convierte en representación en mi memoria, es la base de mi imaginación, el dato previo para resolver alguna situación presente o futura, tal vez no sea más que un espejo de ilusiones innecesarias o irrelevante para el mundo.
Entonces me río cuando descubro qué significa decir “soy la/el que soy”. Busco la Biblia que era de mi madre y leo: “-¿Cuál es su nombre? -Yahveh, respondió Dios.” ¡Ah! Veamos lo que se interpreto en la nota al pie. Si Yahveh tiene en sí el verbo “ser” y, según dicen los expertos, significa “Yo soy lo que yo soy” y esto quiere decir que dios no quiere revelar su nombre; pero precisamente Dios da aquí su nombre de esa forma “Yo soy el que es” que quiere decir “soy el existente” o “Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.” UAHUUU!!!! Mirá vos, el que leyera que digo “soy la que soy” puede pensar que soy pedante, jactanciosa, presuntuosa, soberbia, vanidosa, etc. etc. y cualquier otro sinónimo o que me creo Dios.
Gran problema, este el de las palabras, Si “soy la que soy”, en otra lengua, puede traducirse como “Yahveh”, más que endiosamiento sería ignorancia ¿o inconsciente colectivo?

Borges cita a León Bloy, a propósito “Del Culto de los Libros”, “No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz… La historia es un inmenso texto litúrgico, donde las iotas y los puntos no vales menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y de otros es indeterminable y está profundamente escondida” (L’Ame de Napoleón, 1912). El mundo según Mallarmé, existe para un libro; según Bloy, somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo.”
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Libro: de liber, libri, conjunto de capas fibrosas que forman la parte interior de la corteza de las plantas dicotiledóneas. Materia sobre la que se escribía antiguamente. Tal vez, no sea yo más que un conjunto de capas compuesta de palabras. Un libro pequeñísimo en la biblioteca del mundo.

1 Comments:

Blogger Amy said...

Sir, después de releer el post me di cuenta que me había agrandado, Bloy dijo "somos versículos o palabras o letras" yo me inscribí como libro (por lo de las sucesivas capas). Estoy leyendo un librito sobre comunicación para usar en las clases del año que viene (lo tengo que devolver) Y, a pesar de lo que digan de los libros, siempre me dicen algo que me lleva a reflexionar. Es como en el el contacto con los otros, un llamado de atención para ver desde un lugar diferente, luego me afirmo o miro diferente aquello que se representa -de alguna forma- en mi cabezota.
Cariños

05 diciembre, 2006 23:19  

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