20.12.06

En estos días

Celebraciones y sincretismo del cristianismo con otras religiones

“Entre los dioses de origen oriental (…) se encuentra el antiguo dios persa Mitra. La popularidad inmensa de su culto atestiguan los monumentos que nos ilustran de ello y que se iban encontrando con profusión por todo el Imperio romano.”
Tiene muchos puntos de semejanza con el cristianismo. Cuestión que no agradó demasiado a los doctos cristianos.
“De igual modo, a lo que los conquistadores españoles de México y Perú les pareció que muchos de los ritos paganos nativos no eran más que falsificaciones diabólicas de los sacramentos cristianos. Con más probabilidades, el investigador moderno de religiones comparadas señala tales semejanzas en el trabajo independiente y semejante de la mente del hombre (…) [al intentar] profundizar en los secretos del universo (…) y sus misterios.
La religión mitraica posee también “un ritual solemne con aspiraciones de pureza moral y esperanza en la inmortalidad.”
Dentro de estas semejanzas, se puede decir que la Iglesia Católica se apropió de la fiesta de Navidad de otras religiones.
El 25 de diciembre, se consideraba como la natividad del sol, por razón de comenzar los días a alargarse, acrecentándose su poder desde ese momento crítico. En Siria y Egipto, en el ritual de la Navidad los celebrantes salían a medianoche gritando: ¡La Virgen ha parido! ¡La luz está aumentando! Aún más, los egipcios representaban al recién nacido sol por la imagen de un niño que sacaban al exterior para presentarlo a sus adoradores. Si duda, en el solsticio hiemal la Virgen que concebía y paría un hijo el 25 de diciembre era la gran diosa oriental que los semitas llamaron Virgen Celeste o simplemente la Diosa Celestial; en los países semíticos era una forma de Astarté.
Mitra era identificado con el sol.
“Los evangelios nada dicen respecto a la fecha del nacimientote Cristo, y por esta razón la Iglesia no lo celebraba al principio. Sin embargo, pasado algún tiempo los cristianos de Egipto acordaron el día 6 de enero como fecha de Navidad y la costumbre de conmemorar el nacimiento del Salvador en este día fue extendiéndose gradualmente hasta el siglo IV, en que ya estaba universalmente establecida en el Oriente. Pero la iglesia occidental , que hasta finales del tercer siglo o comienzos del cuarto no había reconocido el 6 de enero como día de la Navidad, adoptó el 25 de diciembre como verdadera fecha y esta decisión fue aceptada después también por la iglesia oriental. En Antioquia el cambio no se introdujo hasta el año 375 aproximadamente.
¿Por qué las autoridades de la Iglesia tomaron el 25 de diciembre como fiesta de Navidad? Dice un escritor sirio cristiano: “La razón de que los Padres transfirieran la celebración del 6 e enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los paganos celebrar en el mismo día 25 de diciembre el nacimiento del sol, haciendo luminarias como símbolo de la festividad. En estas fiestas solemnidades, tomaban parte también los cristianos. Por esto, cuando los doctores de la iglesia se dieron cuenta de que los cristianos tenían inclinación a esta fiesta, se consultaron y resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día, y las fiesta de la Epifanía en el 6 de enero. Por esa razón, y continuando la costumbre, se siguen encendiendo luminarias hasta el día 6”

El objeto de esta transferencia claramente obedece al deseo de transferir la adoración al sol hacia Cristo.

Los ritos de Pascua[1] que se celebraban en Grecia, Sicilia e Italia Meridional tienen similitudes con los ritos de Adonis. En este caso se trata de la Pascua de resurrección

De La rama dorada - Sir James George Frazer
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En estos tiempos que miramos la superficie y nos olvidamos de las raíces, en que la palabra “cambio” aparece ronroneada suavemente como si fuera a convencernos con su gesto felino de la necesidad de olvido y rechazo a todo lo pasado; en que la palabra “cambio” es cacareada por los avisos publicitarios para llevarnos a cambiar el televisor, el celular, la máquina fotográfica, la ropa, etc. etc. a pesar de estos cambios, nos enlazamos con nuestros ancestros en un sinnúmero de festividades de las cuales hemos perdido los orígenes. Es así que las celebraciones y festejos de estos días no son más que restos de un pasado metamrfoseado, desconocido y los símbolos se han vaciado de contenido en el afán del consumo, pero quiero suponer que siempre hay otra vuelta de tuerca, un resto que hace a la diferencia.
A partir del solsticio de invierno la luz solar alumbra más tiempo en el hemisferio norte, hasta el solsticio de verano que el sol alcanza su cenit en el punto más alto para comenzar los días a acortarse nuevamente. (He aquí que vivo en el hemisferio sur, donde ocurre lo contrario.) Para las culturas agrícolas este acontecimiento alrededor del 21 de diciembre era un acontecimiento vinculado con el renacer de la vida. Esta simple observación dio lugar a grandes festejos desde tiempos remotos, se celebraba la fecundidad, la vegetación, el vino. Así en Grecia el culto a Dionisios marca un ciclo que comenzaba el 24 de diciembre hasta la Pascua de Resurrección en primavera (más o menos a fines de marzo o abril). El mundo subterráneo controlaba la fertilidad y se tomaba un descanso para primavera.
De la fecundidad celebrada por los campesinos, con el avance de la vida en grandes ciudades, inclinamos la balanza al deseo de prosperidad y riqueza, el último paso es el incremento de compras y ventas, fieles a la mitología del consumo.
La permanencia de los mitos y rituales en la vida de los hombres es harina de otro costal, quizás en algún momento pueda elaborarme una transitoria explicación, pero como en esos temas para los que no tenemos una respuesta última prefiero el ritual de las fiestas, aunque pueda sonar frívolo. Eso sí, me gustarían sencillitas, bajarme del enredo en que me confundo con los demás.
De este modo el árbol en mi casa es esperanza, generación y regeneración del de la vida. Por su forma vertical une los tres planos del mundo: lo subterráneo, terrestre o de manifestación y lo superior. Sus luces son por analogía fuego, tienen sentido mediador entre formas en desaparición y formas en creación.
Frazer recoge muchos ritos en los que las antorchas, hogueras, ascuas y aún cenizas se consideran con virtud para provocar el crecimiento de las mieses y el bienestar de hombres y animales, y la luz o el fuego tienen finalidad purificadora. Y si en tiempos remotos en el rito se recuperaba el tiempo sagrado, bueno sería que la luz nos librara de las tinieblas que los propios hombres nos procuramos. Y si los dioses del Olimpo, del cielo o de vaya uno a saber de dónde, nos han abandonado, o creemos que los hemos abandonados, reemplazándolos por otros llamados: poder, fortuna, fama, profesión, competencia, éxito… como en tiempos de guerra, me gustan las treguas. Esas que nos hacen reflexionar, que nos da el valor vital de un gesto, de un abrazo, del alimento compartido, de sentimientos en común…

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[1] Cada una de las solemnidades del nacimiento de Cristo, del reconocimiento y adoración de los Reyes Magos y de la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico.