29.9.06

Prontito por la salida…

Esto es algo que suelen decir en nuestro grupo de amigos refiriéndose a la muerte que inexorable nos espera al final de nuestro camino; la salida ¿el comienzo de un nuevo sendero? Sobre todo lo repiten con el ánimo de llamarnos la atención para disfrutar de la vida, sobre todo cuando alguien de nuestra edad o más joven ha muerto.
Cuando era muy chica una de mis tías se arrojó en un brazo del río, supe por primera vez de la muerte a través del llanto de mi madre que cayó de rodilladas en la vereda, asocié a mi tía una canción que decía “si Adelita se fuera con otro…” sentí que como a todos sus novios había elegido mal, otra vez (eso decían). Esa vez ella había buscado como novio a un río negro y lleno de remolinos que la ahogó.
Casi dos años después, vi a mi abuelo paterno apagarse de a poquito y no me sorprendió el día que nos dejó, lo lloré hasta quedarme sin lágrimas, fue un 18 de febrero; muchos años después, en otro 18 de febrero, nació Rocío como un capullo rosadito, una de esas compensaciones que da la vida.
A mis siete años, dos compañeros de colegio murieron aplastados por una barranca; ya adolescente más de un par de amigos o conocidos murieron de forma inesperada en accidentes, dos de ellos en el río. Así la muerte, ese algo desconocido, con el que mi fui familiarizando, era la de los otros. Después le siguieron otras muertes, la de parientes, conocidos, compañeros… la distancia afectiva sólo me llevó a preguntarme por mi propia muerte. Llegó el tiempo en que afectos cercanos partieron y no los lloré a los gritos, alimenté primero la bronca de que se fueran, luego amasé nostalgia y me prometí recordarlos, tenerlos vivos en mi corazón y empecinadamente los traigo a mi vida por algo que me dijeron, por el amor que me dieron, por sus enseñanzas… Así hago algunas comidas que aprendí de mis madres, limpio u ordeno mi casa como lo hacían ellas, tejo o cuido las plantas pensando en ellas; recuerdo a mi abuelo griego y cómo, sin quererlo, me transmitió ciertos gustos por las comidas. Eso lo supe cuando, cuarenta años después de su muerte, me senté en un restaurante griego y al ver lo que tenía cada plato vi a mi abuelo cocinando, las veces en que me sentaba a su lado mientras asaba un chivito adobado con mucho ajo, o cuando me regocijaba con una sopa a la reina, o mi encantamiento frente a los “niños” envueltos en hojas de parra y tantas otras cosas que se servían en los almuerzos o cenas compartidas. Nunca me había preguntado por lo que me gustaba comer, ni sabía si cada comida era originaria de la Argentina o de dónde, simplemente comía. Tomé una servilleta y anoté los nombres en griego, se me llenaron los ojos de lágrimas. Volví apretadamente a pensar que mi abuelo se había ido… sin volver a su país, su isla, su pueblo. La historia de su madre me conmovió, iba hasta al río a lavar la ropa y luego subía a un lugar desde donde miraba llegar los barcos. Tenía la esperanza de que sus hijos volvieran. Me lo contó un primo que visitó hasta la isla de Rodas
Hace unos años leí los ensayos de Montaigne, presté atención a las veces que él dice que no se nos enseña nada sobre la muerte. Él escribía en un tiempo en que estar enfermo equivalía a muerte segura, él estaba enfermo. Sin embargo, gracias a su situación económica podía cuidarse, escribir y sobrevivir. El año pasado una de mis Marías tenía que hacer un trabajo y volví a releer los ensayos, me enganché con el mismo tema.
Entonces me pongo a pensar en que he recorrido un camino. ¿Largo? ¿Corto? Depende de quién lo mida. Sé que caminé de alguna forma en cuatro patas, me erguí sobre dos, estudié, me enamoré, me casé, fuimos dos, tres, cinco, seis… Pauli, Maru, Celes, Rochi. Cuatro Marías nos acompañan, una de ellas nos dio un nieto que nos tiene embobados ¿y somos más o hemos vuelto a ser dos? Nuestro nido por momentos se llena de gente, en otros estamos los dos solos, como hoy en que hablamos sobre nuestras nanas, sobre cómo nos tenemos que tomar lo que queda de nuestras vidas. Me di cuenta de las tareas pendientes y de las urgencias. Sonrío, tuvimos cuatro hijas, planté un árbol (el pobre cuando alcanzó más de cinco metros lo derribaron para hacer un edificio) el libro está pendiente… pero por sobre todo no preparé a mis seres queridos para mi ausencia. Así le digo a Víctor que me siento egoísta, que por un lado me siento mal porque no puedo cuidar a Nicolás, pero que hoy me puse a pensar que después de todo es buenísimo que me pasen cosas a mí y no al resto de la familia, no lo resistiría. “No quiero imaginarme ese dolor” le digo con lágrimas en los ojos. Él me cuenta que se puso a pensar si era mejor irse él primero o cinco minuto después de mi muerte. Le conté que nuestras hijas se sentían mal por lo que nos pasaba o nos podía pasar. Para Víctor es probable que nuestras hijas se sintieran mal porque temen que si se muere uno, el otro lo sigue. Los dos teníamos presente la insistencia de Paula de llevar el respirador para Víctor al sanatorio, la preocupación de Celeste por lo que me pasaba, la aparición de todas más el bebé en el sanatorio, un estado de ánimo "nerviosito" en general… Entonces resolvimos que tenemos que enseñarles que del mismo modo que se fueron nuestros padres también nos iremos nosotros; que nosotros seguimos viviendo después de sus muertes, que fuimos capaces de tener nuestras vidas y que la hemos saboreado a nuestro modo y que la continuidad de nuestros padres estuvo en nosotros, nosotros esperamos estar en ellas.
Entonces nos abrazamos y nos besamos como dos novios, recordé que le pedí a Paula que grabara la canción de Celia Cruz donde dice “la vida es corta”, digo para mañana. Le conté que no me gustaba la cantante por el elogio que había hecho al innombrable, pero que ahora que se había muerto me parecía alegre su canción. Omití decirle: no he brillado por mi buen humor ni por mi alegría de vivir, pero me gustaría que recordaran que aún en los peores momentos siempre festejé la vida. Me gustaría que aprendieran a pensar que no somos irrompibles, que somos mortales y que verlas felices es el mejor regalo que nos pueden hacer.
Cada día debemos disfrutarlo como si fuera único, tal vez, eso, mañana sea el remedio que nos cure de la nostalgia.
Mamá

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Sé que en algún momento lo van a leer y para no andar llorisqueando en comunidad, es mejor que mañana nos reunamos para comer las cosas ricas que cociné (¡espero que estén ricas!), cantar, reír y bailar. Espero que sea un buen día, el mejor, todos juntos cantando el feliz cumple a papi.

5 Comments:

Blogger Loca xq sí said...

y al final no bailamos!!!!!

pero bue, yo te cuento: Celeste y yo preferimos morirnos antes y no pasar por la muerte de nadie; y si se mueren ustedes antes, preferimos que se mueran juntos, así no sufren la muerte del otro.
se entendió?

01 octubre, 2006 11:44  
Blogger Amy said...

Gracias Sir! Sucede que nuestras hijas empezaron a sentir que los padres no son inmortales... Víctor también estuvo con problemas de salud y yo vengo repitiendo síntomas de AIT cada vez más seguido. Esta vez, no sé si fue más espectacular que la anterior, pero los alarmó bastante; sobre todo por el primer diagnóstico.
Bueno, mejor pensemos en la vida. En la nueva generación que se viene con todo ¿No? Pauli. Aunque no bailamos la pasamos bien. Pará mí fue importante poder hacer la comida que le gusta a papi. Hace muchos años, para un cumple de papi, se me ocurrió comprar todo en una confitería y no le gustó. Desde entonces, la comida es casera lo más que se pueda.

01 octubre, 2006 15:35  
Blogger TOTA said...

Hola.
Creo que no fue bueno que lea esto antes de mi examen pero bueno me queria despejar porque estoy como bloqueada. Sorprendentemente no me importa el resultado porque estoy pensando en mis padres, recordando anecdotas y todo eso...obviamente estoy llorando de alegria por esos momentos y de tristesa, es una gran confusion de sentimientos.
Si, recuerdo que papi se puso muy furiosito porque compraste la comida jejeje nos tenes mal acostumbrados. =)

¿Sabias que te quiero mucho? Pues si, mami, te quiero.

03 octubre, 2006 06:38  
Blogger MIB said...

Amalia! qué intenso lo que escribís! qué intenso lo que sentís!... Creo que las chicas tienen más que claro que sos invalorable y que estarás SIEMPRE...
Me gustó ver las fotos del cumpleaños de Victor en el blog de Paula... se los veía con una sonrisa muy recomfortante... y muy real... no sé... me dejó tranquila.. cualquiera no!?

Unbeso grande! y a disfrutar de sus afectos como siempre lo hiciste no?!

un abrazo de mi parte... de esos que duran un instante más.. y dicen... de alguna manera... te quiero... o me hace bien saber que existes.... no sé.. viste esos abrazos? ... bueno... eso.. nada.

Chauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

06 octubre, 2006 08:52  
Blogger Amy said...

Gracias MIB por tus abrazos. Sucede que venía pensando en parar mis actividades (fue cuando escribí Si digo ¡basta!) no me sentía bien y el "susto" de un AIT (accidente isquémico temporal) me acostó de una, no más. Resolví cambiar mi ritmo de vida y cuidarme mucho más de lo que lo hacía. Evidenemente, ya no tengo ni los 20 ni los 30 que me permitían abusar de mi envase, sobre todo cuando ya tuve dos avisos previos.
A partir del miedo que vi en mis hijas decidí que debía empezar por hablar el tema muerte. Cuando tenía unos 28 leí "Mundo Feliz" y me impactó el tratamiento de la muerte, Montaigne con sus ensayos lo mismo, y así otros tantos. En fin! Empecé a hablarlo con Víctor.
Cambiando de tema: Pauli me contó sobre cómo eras físicamente, pues a ella se lo contó Anita. ¡Qué ronda!
Besos.

06 octubre, 2006 21:45  

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