7.8.06

Aprendizajes III

El sabor de la impotencia
GABY

En el medio de la rueda, que parecía un escenario más de la vida cotidiana, Gaby se paró y dijo:
- No hay problema. Yo voy a contar. Tomó aire. Hizo un breve intervalo. Miró más allá de nosotros. En un desdoblarse de poner distancia o de acercarse a personas concretas o a un público abstracto, comenzó a decir con actitud desafiante:
- Mi historia es corta. Tengo 19 años, una hija de dos años. Mi mamá me abandonó cuando yo era muy chica. No la recuerdo. Se fue porque mi papá le pegaba. Es alcohólico. A mi hermana y a mí él también nos pegaba. Con el tiempo nos fuimos. Me fui de casa como pude. Me junté con el José. En la casa de él nos recibieron bien. Todo estaba bien. Pero no sé…
La cara de Gaby se empezó a poner roja, los ojos le brillaban y se inundaron de lágrimas. La boca de Gaby parecía que no podía articular el sonido que le venía desde el pecho hasta que soltó con fuerza:
- Vine aquí… Vine aquí porque no se cómo puta puedo sacarlo de la droga, se me va a morir. Ya tuvo dos hemorragias.
Y se deshizo en llanto. Nadie pudo decir palabra. Solo hubo abrazos.
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“Mi” dolor es el más grande…

H.

- Se separaron, me jodieron. Me jodieron la vida. Cada uno por su lado como si mi hermana y yo no existiéramos. No nos preguntaron para nacer, ni ahora qué pensábamos.
- Bueno, quizás si siguieran juntos… las peleas, las discusiones, todo sería peor. Ahora se llevan bien. Hay gente que está mucho peor en este mundo. ¿Por qué no mirás a tu alrededor? Vas a ver lo afortunado que sos. Se separaron, pero te quieren. No te abandonaron. ¿No sentís el afecto que ellos sienten por vos? Te mandan a un buen colegio, en tu casa te atienden, tenés una cama limpia, comida en la mesa...
- No quiero saber nada del dolor de los demás. Nadie puede saber lo que siento.

(Ni Gaby ni H. fueron alumnos míos de la escuela, la vida nos puso en contacto por azar y nuestra relación en el primer caso fue muy breve; en el segundo, duró un par de años solamente. H- tenía 16 años, su mamá ya no está entre nosotros. Él se fue del país. No sé cómo sigue su historia.)
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Necesito una oreja

“Fin de siglo, debo cambiar esta manera de ver la vida”. Con este pensamiento me anoté en un curso de calidad de vida. Durante tres años fui pateando la decisión para adelante. Me inscribí, dudaba de la efectividad de aquello. En un primer momento el curso se desarrollaba durante tres días intensos viernes, sábado y domingo (desde la mañana a la noche), luego se prolongaba en encuentros de una vez a la semana. Los que habían hecho el curso mostraban los resultados, pero no soltaban prenda sobre qué se hacía.
En el grupo nos designaban un compañero de ruta un “boddy”. Si no nos sentíamos bien debíamos ponernos en contacto con él para intercambiar impresiones; las reuniones eran verdaderamente movilizadoras. Si nuestro compañero no estaba podíamos llamar a cualquiera. Un sábado me llamó “X” (a decir verdad ya no recuerdo su nombre) sí que era una chica rubia, delgada, de modales suaves y que tenía una nena de ocho años. En el grupo no sabía el nombre de todos, dijo que necesitaba hablar, no encontraba a su boddy. Entonces le dije que la escuchaba, se puso a llorar y me contó que el marido la había golpeado.
Sentí que aquello iba para largo, me temblaban las piernas, no sabía qué decir, sólo tenía que escuchar, salí de mi casa y me senté en la escalera con el teléfono inalámbrico en la mano, entonces en medio de llantos me contó:
- Se droga. Los fines de semana se droga. No quiero. La nena. Tenemos que pensar en la nena. Antes yo también me drogaba, lo acompañaba. Quiero salir de esto. Voy a salir de esto…
- Sí, sí. Me parece bien que quieras proteger a tu hija. No puede hacer esto, no puede. Todos los fines de semana. La nena la mandé con los abuelos. Pero se van a dar cuenta. Tengo la cara morada.
- ¿Él trabaja?
- Sí, es gerente de un banco.
- La puta! ¿y cómo?
- Empezó por joda, después siguió. Hoy le dije que la terminara. Que se fuera hacer tratar. Me dijo que estaba harto. Que era su tiempo, que era su dinero. En realidad no es su tiempo, no es nada. Debemos el alquiler, nos van a cortar el teléfono… no sé qué hacer, no se qué hacer. Le saqué las tarjetas, la plata, la llave del auto y sacó el estéreo del auto. Se autorrobó el estéreo. ¿Te das cuenta? Lo enfrenté y me golpeó. Me dejó desmayada en el piso. No aguanto. No aguanto más.

Ella había ido al curso porque tenía ganas de salir de ese enredo, ella amaba a su marido y a su hija, pero no sabía qué hacer, él no quería tratarse. Ella pensaba que todo iba en aumento, que lo que había empezado como un chiste los estaba consumiendo, que en ese momento eran los fines de semana, pero no había duda que no iba a terminar allí, que él iba a empezar a drogarse durante la semana, que iba a perder el trabajo, que ella estaba pagando todas las cuentas con su sueldo. Ella repitió lo mismo, lloraba, me decía que la escuchara, que no podía hablar con su familia ni con la de él sobre el tema. Decía que no tenía con quien hablar en ese momento, que sentía mucha vergüenza…

En la reunión siguiente, la vi. Me acerqué, le di un beso y le sonreí. Estaba con su boddy. Le pregunté ¿Todo bien? Me sonrió con tristeza. Me dijo gracias. Y me alejé. Nada tenía que hacer si ella no lo pedía. Recordé lo de la vergüenza.
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No he contado esto ni a mi marido, pienso que escribirlo está bien, sólo con el nombre de “X” ¡hay tantas como X! Después de todo no creo que sea una indiscreción. Creo que un día se lo voy a contar. A veces, la vida nos pone frente a experiencias límites para que aprendamos algo de ella.
(Tanto fue mi esmero de ponerle X, que me olvidé del nombre. Le conté a mi marido, después de siete años, esta historia, ayer mientras caminábamos por la Reserva ecológica en Costanera Sur. Miré a un grupo de jóvenes sentados en el pasto y comencé a contarle. Quizás porque pensé en la diferencia entre ellos y otros que habíamos visto en Vicente López. En cómo circula la droga, en cómo nos agredimos y agredimos a los otros… Me acordé de ese día en que me convertí en una oreja para alguien desesperado.
Tengo que aclarar que muchos de los textos que forman esta serie de Aprendizajes, los empecé a escribir después de los cincuenta. Un día me acordaba de alguien o algo y escribía una especie de diario de recuerdos y de las cosas que me proponía hacer, pasó un tiempo y dejé esa escritura de lado. Han pasado desde entonces unos seis o siete años.)

5 Comments:

Blogger MIB said...

Las historias de vida de otros nos pueden enseñar muchísimo... te golpean a veces...y después de asimilada esa realidad, te das cuenta de lo afortunado que sos...
Muchas veces creo que aprendo de la vida de los demás... esto me ha hecho sentir que yo no vivía mi vida sino la ajena.. hasta que entendí que es sano aprender de lo que uno ve y escucha... al fin y al cabo sólo tenemos una vida para vivir.. y hay que saber apreciarla y cuidarla...
Las drogas son destructivas cuando se abusa, cuando se pierde de vista el límite y los objetivos... es tan peligroso... Tengo amigos que han estado fuleros en el tema... y otros que me preocupan... a veces no logro entender qué se busca con la droga... bueno sí, escaparse, el placer, volar... eso lo sé... pero cuando uno empieza a mezclar drogas, a tomar desenfrenadamente, me da la sensación que ya deja de ser una experiencia física-psíquica para pasar a ser autodestructiva... ese es el momento en el que las cosas se te fueron de la mano...
Es jodido... no sé... cada día es más fácil conseguir drogas, y si las cosas no las tenés claras, sobre todo en el tema de afectos, si no sabés valorar eso... puede ser complicado..
Vaya temita!!

08 agosto, 2006 05:44  
Blogger TOTA said...

=) Recuerdos, recuerdos dolorosos.
Ese curso fue bueno, algo se aprendía en ese momento pero se aprendía también después.
El escuchar...creo que es muy difícil, no por ser egoísta necesariamente pero a veces uno se quiere desahogar y no escucha al otro...debe ser "H" que me hizo recordar esto.
EN el caso de Gaby y de X...es un tema muy jodido.
Uno de mis compañeros (ya recibido) se drogaba (2 x 3 me contaba)...asi fue a la facu una vez y lo enfrenté. Lo cagué a pedos y le dije que se tomara un taxi a su casa, que asi no podía estar en la facu...el tema, además de que hace mal, era que por ahi más adelante, podía llegar a laburar con gente que estaba ahi en la facu y podrian "etiquetarlo"...por suerte, unos meses despues, comenzo un cursillo con buenos resultados...empezó a fumar cigarrillo común...y antes de recibirse largo el cigarrillo.
Se lo puso como meta.
Sigue en el curso pero ahora esta también como guía para los que entran en el curso, según él "Tal vez mi experiencia ayude a otros o no, pero a mi me sirve para ver como era mi pasado, como era el estado en que estaba, mi caracter y para recordar que asi no puedo estar. Voy a ser padre".
A veces es fácil o por lo menos asi suena.
Otras veces se torna muy difícil.
Madre, me estas haciendo movilizar mi capocheta de una manera =) Te quiero mucho. Besitos

08 agosto, 2006 07:25  
Blogger Amy said...

Ro: Cuando vos hiciste el mismo curso que yo ¿no te sacudieron los relatos de los demás? Es cierto que yo lo seguí más tiempo, pero después de compartir con otros casi un año... no fui la misma. A veces me daban de patearme y me decía ¿de qué me quejo?
MIB: siempre digo que en nuestras vidas quedan cosas no resueltas que se van enrollando con otras y se convierten en bola de nieve. Al final es tan grande el embrollo que rompe todo... las adicciones son muchas, algunas son socialmente aceptadas, pero siempre resultan perjudiciales. Tengo algunos rasgos neuróticos de los cuales quisiera liberarme... no sé, alguna vez se terminaran o se iran conmigo.

08 agosto, 2006 14:17  
Blogger Amy said...

Liter: sobre experiencias límites me refiero a los límites de "lo humano", sobre todo teniendo presente esa frase que martillea en mi cabezota "el humanismo un invento de unos 200 años" de Foucault y el libro de Todorov sobre la experiencia en los campos de concentración. Me refiero a la experiencia límite donde el ser humano cruza un límite y es un animal acorralado... sobre todo teniendo en cuenta la hermosa novela de Saramago que terminé de leer hace una semana, "Ensayo sobre la ceguera". Pero lo que más me jode es la socialización de los humanos... cómo se pierden ciertos rasgos de urbanidad, sociabilidad o lo que se le parezca. Lo hablaba con mi hija Celeste (estudia sicología) y me relataba casos ciertos de una clínica donde van a parar los "irrecuperables"... Después de eso no pude ver "Efecto mariposa" (a pesar de que la frase inicial era tentadora, me planteaba la teoría del caos de la que me hablaste) a lo que se agrega la película "Ciudad de Dios", brasileña, basada en un relato real. Me siento viviendo una 2ª Edad Media, donde los señores viven en castillos protegidos y en las villas los "villanos" que saldran a asaltar caminos y a hacer "justicia" como les parezca en una sociedad que trazó una línea y los dejó fuera. Gracias por hacerme planteos y obligarme a pensar.
Cariños.

14 agosto, 2006 22:54  
Anonymous Anónimo said...

Keep up the good work » »

05 marzo, 2007 17:03  

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