21.5.06

Treinta años no son nada...

Treinta años no son nada, hay experiencias que quedan guardadas para siempre y se actualizan más allá de nuestra voluntad.

Hace más de 30 años, iba caminando con Paula, nuestra hija mayor y Víctor. Recién comenzaba un embarazo. Miré una pareja que iban con un nene de la mano y cada uno llevaba un bebé en una sillita de tela colgada del hombro. Lo miré a Víctor y le dije “Así vamos a ir nosotros dentro de un año”. Para él venía en camino el varoncito. Después de siete meses tuve yo razón, nacieron mellizas. María Eugenia y María Celeste. Dos bebas pequeñitas que sobrevivieron gracias a la medicina moderna. Eugenia pesó 2.340 y Celeste: 1,240 Kg. No habría sido nada fuera de lo común si Celes no hubiera tenido complicaciones poco después. Todos los días iba a verla a Neonatología. Me plantaba frente a la incubadora, le hablaba, la miraba. No me dejaban tocarla. Frente a la incubadora de Celes había una beba que tenía hidrocefalia, le habían colocado la válvula para aliviar la acumulación de líquido céfalo raquídeo, tres intentos = tres rechazos. Veía en aquella beba y su mamá y era para mí una imagen del dolor de madre. La mujer pegaba la frente a la incubadora y apenas lloraba. Se pasaba horas allí. La bebé perdía reflejos lentamente, casi no podía llorar. Miraba a esa mamá en perspectiva detrás de mi Celes y comencé a imaginar qué me pasaría a mí en esa situación. Fue de a poco en que percibí la cabeza de mi hija distinta. Un día Víctor me dijo “Tiene la capochota como sandía”. Me enojé, le grité que con eso no se bromeaba. Mis gritos eran el fiel reflejo de mi estructura mental desarticulada, yo sospechaba que a mi hija le pasaba “algo”. Días después, cuando Celes ya tenía 30 días, una de las neonatólogas me esperó y comenzó diciéndome “Mamita, tengo que hablar con usted”. Ha decir verdad no tenía ganas de hablar con ella, empecé a temblar. Me saqué la bata, las botas, el gorro, el barbijo… temblaba (aún hoy tiemblo) y me dispuse a escuchar “Estamos observando a la bebé. Su cabecita está creciendo fuera de los parámetros normales. En la última semana…” No sé cuáles eran los parámetros, no sé cuánto creció de un día para otro. No escuchaba a la doctora, me vi en el lugar de la otra madre. Mi Celes pesaba 1.700 ¿Qué iba a pasar? No recuerdo si pensé algo más, cuando la doctora terminó de hablar, no sé cómo me di cuenta que había terminado porque yo no le prestaba atención, salí corriendo del sanatorio, y crucé las calles atropelladamente, no sé si miré los semáforos, no sé si me puteaban los automovilistas, solo sé que llegué al departamento y me faltaba el aire, no podía hablar. Miré a Víctor y le dije “tiene hidrocefalia” y solté mi llanto que me duro prácticamente 15 días. Eran días en que abandoné a mis otras hijas, me sentaba en la escalera que daba al pasillo de neonatología y esperaba alguna señal, cuando me dejaban pasar entraba y miraba a mi hija, la pequeña muñequita había cambiado su cara. Tenía expresión de dolor en el rostro, la paz y tranquilidad de los primeros días se había esfumado. Hablamos con el neurólogo, nos explicó los riesgos de la operación, nos indicó que iba a pasar, cómo iba ser la operación, los estudios previos… Una de las doctoras me preguntó si tenía fe, me informó que de cada 10 casos había uno que se solucionaba solo, que todavía no sabían cómo pasaba eso. Comencé a ir a la iglesia de Betania, cerquita de casa. Me sentaba y decía: “Si hay dios, que sea su voluntad. No puedo pedir lo que no creo, sólo esperar”. Llegó el día de uno de los estudios previos, le iban a inyectar un “líquido con una dosis insignificante de radioactividad”. Me explicaron todo, para mí era imposible recordar lo que me decían porque no podía retener las palabras, no entendía nada. El llanto se transformó en una mirada perdida, en un claro sentimiento de impotencia. El día del estudio me quedé en la escalera, las horas eran interminables. Zulema, mi mamá del alma, la mamá de Víctor, se ocupaba de mis otras hijas y fue en medio de esa nebulosa que apareció Víctor y esperamos juntos el resultado después de un día de vigilia. Ingresó el médico al pasillo, con nuestra bebé en brazos y nos dijo “No vimos nada. El conducto se destapó.” Y fue ese día en que por primera vez tuve a Celes en mis brazos. Y tenía miedo de tenerla porque yo era solo temblor. Nuestra hija creció. Poco tiempo después, estábamos en la vereda cuando una mujer nos preguntó ¿Las tres son tuyas? Ante mi sí, la mujer insistió en su pesquisa ¿Tenés gente que te ayude? Le contesté que no, ella continuó ¿Cómo hacés para no volverte loca? Se te ve feliz y descansada. Le comenté que casi habíamos perdido a la más chiquita, así que todo el trabajo que me dieran estaba más que bien. Celes siguió dándonos dolores de cabeza. Víctor dijo ayer: “esta Celes que siempre nos hizo llorar”. Deberíamos estar acostumbrados a todos estos sobresaltos, sobresaltos que no llegan más allá de ello. Ahora ella es madre y nosotros abuelos. Mi Maru, nuestra Maru también ha tenido y tiene problemas… muchas veces Víctor y yo nos miramos preguntándonos lo que no tiene respuesta. Nos parece mentira, nuestras mellizas el 20/05/06 cumplieron 30 años.

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Luís, compañero de un curso de calidad de vida, tiene la virtud de llamarme y tirarme de las orejas. Hace unos días, después de meses sin hablarnos, me llamó, me preguntó cómo andaba. Le conté que estaba rodeada de “problemitas”. Luís me insistió y me dijo que lo llamara para compartir lo que me pasaba. Le contesté que no me gustaba cargarles la mochila de problemas a los demás. Él me respondió: “Cuando los demás me cuentan, cuando puedo comparar, cuando puedo ayudar yo siento que estoy haciendo algo por mí. A veces, siento que me quejo por nada y no disfruto todo lo que tengo.” No son precisamente bienes materiales lo que Luís posee. Sin embargo, él puede regalarme la riqueza de hacerme pensar el texto que escribí más arriba.

5 Comments:

Blogger Loca xq sí said...

snif

21 mayo, 2006 22:37  
Blogger Amy said...

Gracias por los comentarios. El de loca xq sí ¿será porque fue una de las que sufrió el abandono de una madre piantada o chamuscada? Je! Soy una bruja.
Sir... creo que en mi caso comparto el amor por mis hijas con un papá que ama a sus hijas como pocos. Más de una vez, darme cuenta de los pequeños detalles de amor por sus hijas han hecho que lo quiera más.
liter... Además de tus recuerdos sobre tu abuela ahora sé que sos mamá. Por mi parte, no sé el amor de madre es instinto, yo discuto eso, creo que es un largo aprendizaje... ¿qué crees?

22 mayo, 2006 22:27  
Blogger Noelia said...

bueno... creo que este post explica x q los padres nunca se arrepienten. como dice mi amiga jime: si existe un recurso discursivo de la felicidad, es el de las madres hablando de sus hijos, no otro.

bendita tu eres.

22 mayo, 2006 22:49  
Blogger Amy said...

Empecé a leer el blog y pensé que era una sola persona, ni se me ocurrió pensar que eran tres!!!!!!!!!

23 mayo, 2006 14:34  
Anonymous Anónimo said...

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21 julio, 2006 07:51  

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