15.5.06

La FAmilia Unita

Hace unos años, en la tele había un programa - los domingos al medio día- en que una familia se reunía alrededor de la mesa a comer pasta. Como los integrantes de la familia terminaban discutiendo por cualquier cosa, el padre italiano terminaba golpeando la mesa y diciendo algo así como: “y no quiero escuchar ni el volido de una mosca”
Durante la semana Ro me llamó para decirme “ma’ ¿nos juntamos el domingo?” y le dijimos a Celes y a Maru (Paula no porque se fue a Marpla). Por la mañana mi amiga Tonia viene para que la ayude a escribir un trabajo, cuando no había pasado dos horas sonó el timbre de la calle y miré. Creí que se trataba de algún Testigo de Jehová que venía a evangelizarme, a contarme la buena nueva. ¡No! Era mi hermano. Había llegado recién del Sur. Hacía como dos meses que no nos veíamos. Como siempre bien predispuesto se puso a ayudar con el asado. Dejé el trabajo escrito, invité a Tonia a almorzar y me puse a prepar las ensaladas. Ariel y Maru estaban en casa, Dani llego a horario, Eze y Celes llegaron después de medio día, Mauricio y Ro fueron los últimos en llegar. Entre hijas, novios, maridos, amiga y hermano éramos once y medio a la mesa (Celes está esperando un bebé, mi primer nieto). Me sentía como en la mesa con los Campanelli, todos hablando pero alegres.
Para molestar a Pau le mandé un mensajito diciendo que sólo nos faltaba ella. Celes acotó que Pauli nos iba a contestar que estaba comiendo “pulpo a la gallega mirando el mar”. Ni lerda ni perezosa Pauli nos llamó por teléfono y nos contó que se iba al puerto a comer mariscos.
Mi amiga Tonia quería hacer un brindis por el bebé porque estábamos juntos, yo tenía ganas de brindar por la vida. Estábamos unidos, estábamos bien. Quería disfrutarlo. Cuando terminamos de comer el asado puse fruta en la mesa y pregunté si alguien quería comer panqueques (crepes). Hubo acuerdo y así fue que en menos que canta un gallo 30 panqueques saltaron de las dos panquequeras y los untamos con dulce leche (un poco duro porque era de repostería –cosa que me fue criticada) o con dulce de frutas caserito. Ocupada en cocinar hay detalles que se me escapan. Mi hija Celes que subió a la terraza y se puso a charlar con el tío, después de comer me dijo: “noté al tío muy caído”.

Reparé en mi hermano, lo que yo creí que era cansancio del viaje: era tristeza. Se quedó a la tarde con nosotros, miró el partido por la tele, siguió con una película. No sabía si preguntarle si se iba quedar en casa o se iba a ir a la casa de la hija. Finalmente le ofrecí que se quedara y nos pusimos a charlar. Sentí su angustia, tristeza o desencanto. Era como otra versión de mi hermano, no era el que normalmente habla llevando el mundo en sus manos. No puedo menos que escucharlo, solo una simple caricia para el alma. A veces, me duele que le carguen las piedras que corresponden a otros o que se haga hincapié en sus defectos y no en sus virtudes. Presiento que hay mucho más detrás de sus palabras y ahora solo me queda desearle lo mejor ante la imposibilidad de hacer que el reloj marche para atrás y rearme su camino.

3 Comments:

Blogger Noelia said...

ni siquiera me llamó por teléfono. no sabía si finalmente estaba acá o no. creo que dijo que este viaje no sabía si iba a tener tiempo para verme.

me alegro mucho que la hayan pasado bien.

15 mayo, 2006 12:14  
Blogger TOTA said...

Sí, yo lo noté caído pero obviamente no lo iba a decir adelante de él (aunque estuviese dormido). Sé notaba no solo en su cara si no en algunas palabras.
Ayer lo pase muy bien. =)

15 mayo, 2006 17:11  
Blogger MIB said...

qué lindo la familia unita!

extraño eso mismo!


es revelador cuando uno nota esa tristeza.. no queda más que escuchar... es cierto... pero eso a veces es una caricia para el alma... me imagino que él lo habrá sentido así... porque me imagino que vos sabrás escuchar como pocas personas..

un saludo familiero desde madrid!

16 mayo, 2006 10:37  

Publicar un comentario

<< Home